7D: ¿el fin del Partido Clarín?

Una cautelar no mide relaciones de fuerza. Una ley, en algunas ocasiones, sí. El kirchnerismo impulsa la ley de medios en las condiciones de mayor debilidad de su existencia como fuerza política. Para las grandes mayorías aparece la novedad invisibilizada: la soledad de Magnetto, el odio que concitaba en los diversos ámbitos democráticos.

Hoy el kirchnerismo está en su mejor momento (institucional) y a Clarín lo defienden marginales con mucho poder. Corruptos. Amadeo, la Cámara Clarín y Comercial, Giúdice, Majul, Lanata, Fernando Iglesias, los obispos, no mucho más. Y en la mayoría de los casos es más por odio a la izquierda que gobierna o por plata que por amor al Partido Clarín.
El restablecimiento entre el delito y la pena a partir de la derogación de las leyes de punto final y obediencia debida no tuvo su correlato simbólico -la igualdad antes la ley, en el caso de la mafia de Magnetto- sino que mostró, para las nuevas generaciones, en una rápida lección práctica cómo (y porqué) se protegen los poderes concentrados.
Pero la debilidad institucional, política y jurídica del Partido Clarín es enorme. Un par de gordos chantas, filmados en sus habitaciones con cámaras ocultas durante un viaje a Miami pagado por el Partido Clarín para hacer lobby con lo peor de la derecha yanqui y americana -eso es Miami- es la única, y qué frágil, carta que sostiene la ilegalidad de unos negocios que entre tanto se quedan sin socios, se devalúan, pierden recursos humanos y concitan el resentimiento de los sectores populares. Nadie, hasta ahora, firma un fallo a favor de Clarín. Hay una cautelar. Y se esconden los sectores más oscuros que firman eso. O se jubilan. O dan instrucciones a los periodistas, como Lorenzetti. Haciendo que los militantes rentados del Partido Clarín caigan más bajo.
El cacerolindo pensado para ayer fracasó, aún cuando, a la hora señalada, la tormenta agregó el ingrediente perfecto.
Los que podrían haber ido -la derecha argentina, pero principalmente la derecha metropolitana- se guardó, por las dudas. Vaya uno a saber en qué te quiere usar el Partido Clarín. Que además, está en cuenta regresiva.
Lograron una cautelar.
Continúan, con sus negocios ilegales, ganando tiempo.
¿Qué ganó, al festejar la continuidad de los negocios ilegales de un grupo económico concentrado, la derecha de a pie, con eso?
Nada.
Que todo quede como está.
No hay nada peor para las causas bajas que triunfar. Al otro día te quedás sin simpatizantes. Que, encima, ya eran pocos.
Perder la bandera de la División de Poderes para aceptar la de División Miami, renunciar a la idea de que está sofocada la libertad de expresión para hacerle caso a Lorenzetti que pide que no se mencione a Oyarbide ni a los gordos chantas de la Cámara Clarín y Comercial. resignarse a que no hay una "diktadura" sino que este Poder Tribunal es independiente, de las leyes, del estado de derecho y de la república. ¿Cuál es la ganancia política, simbólica, relevante, organizativa? Ninguna. Ah, que le propinaron un golpe al gobierno...ajá, sí, Martín Redrado, el héroe de algún verano, que ahora alquiló un gato para manguear notas en las revistas de farándula, les puede dar algunos consejos sobre la fugacidad de los triunfos pírricos y como, a veces, es preferible perder. Claro que acá hablamos de plata. De mucha plata.
De activos ilegales que se desvalorizan. Y se perderán de la peor forma.
Es cuestión de tiempo.
Una cautelar es un boomerang para los sectores concentrados en los pliegues oscuros de una institucionalidad pensada en la defensa corporativa de ellos mismos.
La clase dominante tiene, ahora, por primera vez en décadas, una encrucijada real: entregar los Blaquier, los Magnetto, como ayer entregó a Franco Macri, a Martínez de Hoz; o concitar la atención popular, que se revelen sus mecanismos, que se les noten los hilos, que se sepa cómo operan.
Díganme cuál es el negocio.
Hay que apartarse, un poco, del odio ciego y gorila y razonar, como razonan los miembros de la clase dominante más lúcidos. Que, además, no se caracterizan por su solidaridad ni convicciones. Ambas están sostenidas por el hilo precario de una cautelar.
Es cuestión de tiempo.
Para nosotros, que cuando decimos nosotros sabemos a qué nos referimos, es cuestión de paciencia. Para ellos, que cuando dicen nosotros se refieren, también, a nosotros, es cuestión de plata.
¿Cuánta plata en jueces corruptos, militantes rentados que hay que "entusiasmar", desvalorización de activos, falta de crédito, aislamiento de las mayorías para financiar marginales del 2%; cuánto están dispuestos a poner? Para hablar en su lenguaje.
La propiadora y el gerente de las torturas se juegan los últimos días de su vida en la cárcel, no les importa destrozar sus familias en pos de salvarse y detrás de ese objetivo van a poner toda la guita que haga falta. Pero, cada vez más solos. Hasta que alguno se canse.
¿Se puede confiar en que uno de los gordos chantas de la Cámara Clarín y Comercial no pida coimas más zarpadas para sostener la cautelar? ¿Y si se divorcia de su esposa, de qué valen los videos con los que los aprietan? ¿Se puede confiar en Lanata, en las cifras exorbitantes que les va a pedir para el año que viene, se puede confiar, ja, en su lealtad comercial, solamente basados en que después de este papelón ya no puede trabajar nunca más en un medio serio? ¿Se puede confiar en Lanata? Hace dos años se les burlaba...
La pregunta, en el fondo, es si se puede confiar en la lealtad de la corrupción.
La respuesta es cuestión de tiempo.
Pero vaya que están asustados.