Hay una parte enorme de mi infancia que es una procesión de tristezas.
Ni siquiera llueve. Con este ánimo, en la parada del bondi, una lluvia tímida, decorativa, vendría bien.
Sentarse en un parque es una manera de cambiar los ruidos. Un poco, también, de atenuarlos. Pero un poco nomás. No es la búsqueda, estricta, del silencio. Ya ni nos acordamos cómo era el silencio. Capaz ni siquiera lo conocimos. Pero esto no es silencio, son ramas contra el viento, ladridos y remordimientos. Cálculos de viejos para llegar a fin de mes. Basureros, municipales, panchos, parejas, cosas así. Los ruidos de los parques. No son nunca ningún silencio. Sino un intercambio de aires que llegan con otros ruidos. Desplazados, entre el embudo de los balcones y los suicidas. El candombe de la farsa urbana. Visto desde las butacas del paraíso. Con esa cierta armonía de nervios quietos. Acompasados y armónicos, nervios educados en las vidas de saldo y multitudes. Me pierdo en estas cosas del lenguaje. Para no pensarte. No quiero que lo sepas, pero todavía no pude olvidarte. Y proviene, esa armonía, del vacío humano que simulan los grandes parques que son la viruela de estas inmensas inmobiliarias que son las ciudades, lejos de lo que quede de planeta sin ser propiedad privada. Lejos del sistema. Con sus vegetaciones escuetamente coloridas. Calculadamente coloridas. Pero escuetas. Amarretes hasta en los colores la tragedia de la urbanización.
Cuando me quede, finalmente, pelado, supongo que una parte del pelo que me quede, tendrá canas. Todo blanco. Plateado. Y brillante el cuero de la cabeza. Si es que me queda para ese entonces algo de pelo. El cuerpo se degrada.
Es inevitable. E implacable el paso del tiempo.
El calendario es la manera de narrarnos lo inexorable.
Una manera matemática. Como si una ecuación abstracta pudiera captar cada sutilidad del universo infinito. Un despropósito.
La matemática contiene toda la soberbia del hombre.
Su imaginario poder de dominar lo absoluto. Su aspecto religioso. Su dimensión, antropológicamente desesperada. Ante el miedo a la muerte
Qué boludos los religiosos que durante siglos persiguieron a los matemáticos.
Hay una parte de mi vida que es un desfile de ocasión.
Una vulgaridad. Algo que está de más.
Preferiría haberlo evitado.
Los que tienen la conciencia limpia no han actualizado el antivirus para escanear su pasado.
La infancia es un derroche de ilusiones, hay cierta, sin embargo, perfección en que se viva una sola vez. Ahora, casi pelado, con algo de sabiduría y muchas certezas del autoengaño, descascararía las ilusiones de poder probar un retorno hermenéutico a la infancia.
Como una monografía de la desolación.
Una monografía pausada. Al ritmo cándido de un bosque. Convenientemente atardecido.
Un monte litoraleño, con su violencia pausada.
Como un piano de cadencia angustiante, el tronco manso, las ramas arriba de un ring de viento. Cayendo la voluntad de las teclas como el agua fría contra las piedras, pero despacito. Y una pareja, de adolescentes, que se besan hermosos bajo la marquesina humilde de una tienda de olvidos. O de zapatos. Pero una tienda de olvidos, esas que les llaman tienda de recuerdos, más que licencias poéticas del lenguaje son licenciaturas en temores, pero late, desencantado del tiempo, como telón de fondo, ese local donde arreglan zapatos. Los agujeros en el zapato son una eternidad completa y encima para quienes no tienen plata para arreglarlos.
Sería lindo escribir un cuento sobre un zapatero solidario. Que a los pobres les taponaba gratis el agujero en el zapato. Como el papá de Lucio. Odiado en el barrio porque era zurdo. Y negro, de tez de río Paraná. El río Paraná tiene un color único, marrón pobre.
Sería tan inversosímil hacerlo con un dentista, que arreglara, a cambio de lo que el otro, despojado de bienes materiales, pudiera darle, que arreglara las sonrisas de la gente humilde. Que se ve en la obligación de reírse con recato. Tienen en la sonrisa, por los dientes podridos y caídos y las caries y la culpa inexplicable de que te falten dientes, tienen un ajuste neoliberal en la dentadura.
Pero andá a explicarle ésto a los hijos de puta.
Sentado en el parque. La mirada, carito, recordando el litoral. Hiere este sol, atardecido. Que venga pronto una luna romántica y empalague. Que sea de mantecol. Que se vengue la noche, que ataque con su regimiento de estrellas. Estrellas navideñas, como de fruta abrillantada, pelotón tímido de la esperanza. Que se tropiecen contra una piedra dolorosa todos los jueces, que se hagan, aunque sea por un rato, un agujero en el zapato (como si esos zapatos caros se agujerearan. Como si los zapatos no se agujerearan de tanto caminar veredas, veredas, veredas interminables) entonces, que se corten el saco al medio en plena calle céntrica, que se enreden con la corbata, que alguien, un pibe de esos que están a la pesca de la mendicidad y el afecto traicionado, les patee, de paso, el enorme culo lustroso del señor juez. Y sino, alguien tendría que hacerlo. Ese culito cobarde que tienen los jueces, los obispos, los ministros, los terratenientes, los escritores, los generales, los periodistas, los artistas, los comisarios, toda esa lacra social que vivimos a costa del resto. Eso que somos cuando no fabricamos nosotros los espejos para mirarnos. Eso que somos a costa del agujero en el zapato de otro. A costa, sobre todo, de su verguenza. Podríamos implementar, para seguir jodiendo a la gente sencilla, un impuesto a la verguenza social.
En las calles aledañas a los shoping y las peatonales y en los colegios de ricos y en las catedrales y en, bueno, qué se yo. Tengo ganas de llorar. A veces me pasa. Estar haciéndome una paja, yo lo hago con las dos manos así con la otra me acaricio los huevos, y acordarme que algún pibe del otro lado de las avenidas no tiene un mango para invitar a salir a la piba que justo hoy le dio bola. Y como no me creo bueno, me empiezo a triturar, pensando que soy autodestructivo, un cínico, un hijo de puta, que yo no hago un carajo por nadie y pontifico y pontifico y la puta madre que los parió.
Creo que a veces me emborracho y hago papelones para, internamente, sentirme mejor persona. Decir las verdades hirientes. Ácidas. Necesito, urgente, los gorriones de mi infancia sobre las ramas de los paraísos donde se van secando las flores lilas. Con forma de campana. Y unos frutos, de madera crujiente, que mi abuela nos mandaba a juntar para prender el fuego y hacer el asado. Que hacía ella. Desde la muerte, yo lo vi morir, de mi abuelo. Y a mi bisabuela, también. Y empezaron, entonces, las pesadillas con el asunto de dios. Iba a la escuela primaria, muchas veces, sin dormir. Por miedo a tener pesadillas. Pero nadie, ni mis hermanos ni mi abuela ni mi mamá lo supieron nunca.
Sobre la hamaca hay una foca, enorme y brillante, la empuja una nena con trenzas. La foca mueve la cola contenta. Y se peina, delicada, el bigote. El ordenanza del parque con un rastrillo saca hojas secas. Una parejita de viejitos muy viejitos van de la mano, muy abrigados, pero con tanta ternura alrededor, ella sostiene su brazo sobre el de él. La vuelta del perro. ¿Cuántos perros no pudieron sobrevivir el amor de esos viejos; tres, cuatro, dos?
Van más despacio que una tortuga ciega, como la que está en la casa de mi vieja. Ciega primero de un ojo, después del otro. Tiene mi edad. Me la regalaron cuando nací. Nunca la cuidé. A ninguna mudanza la llevé. De chico amaba a esa tortuga. Que es macho, pero el nombre que el niño que fui le puso es, claro, Manuelita.
Por las canciones de María Elena Walsh, que en la infancia cantábamos, sobre el acoplado de una camioneta con Nahuel, íbamos al campo porque su mamá compraba plantas. Tenía un vivero. Cantábamos esas canciones con Nahuel.
Tiempo después, cuando fuimos jóvenes, se suicidó.
Yo amaba mi tortuga porque era lo único mío, lo único que dependía de mí.
Después supe que era fácil querer a una tortuga, a mí, que me costaba ametralladoras de culpa quererme a mí mismo.
Se ha olvidado, por los caminitos de piedra de este parque, un pedazo de cola el diablo. Se la junto, la guardo en la cartera de mi madre, y seguimos caminando. Hasta un rosal que resultó hospedaje de mariposas. Y vuelvo, de pronto, como abuelito algo calvo y extremadamente canoso, a fumar, sobre un parque, una pipa. Angustiado ante la posibilidad diáfana de que venga la policía. A llevarse mi corazón que supo tener novias tan lindas, tan elegantes, tan llenas de furia hermosa incluso hasta días antes de separarnos.
Y que tras un breve pero intenso período de furia contra mí, me olvidaron. Yo, en esas cosas, soy el pibe de barrio de siempre. No puedo, ni con mi mejor voluntad, olvidar una ex novia. Olvidar el color amarillo que te hace pellizcones infiltrado entre las venas. La torpeza necesaria del amor.
El surubí se corta en cuatro, después de limpiar y destriparlo, se lo unta, con un poco de huevo, luego se enharina y se arroja sobre una olla bien profunda, ardiendo a los leños. La olla tiene que tener grasa de chancho. Y se come, directo, con pan. Sobre diarios puestos en el tablón. Con la mano.
¿Donde habrán quedado mis bolitas chinas, la mielcitas que devoré tarado, las figuritas del Papa Juan Pablo, la pelota número 3 que se ovalaba en los córner, el caballo que encerramos a comer en un baldío, el puente de cañas para cruzar el arroyo, las vidalas amargas, las tizas robadas, la camisa a cuadros de moda que me hizo mi abuela, la novia del club que nunca me dirigió la palabra, los superhéroes que creí ser jugando a la escondida entre los tapiales, dónde, en qué parte, habrá muerto y cuándo mi padre?
Hay menos gorriones sobre los paraísos de la cuadra de mi casa en Paraná. Más edificios. Y los paraísos, con sus raíces imperialistas que penetran el asfalto y los frentes de las casas, se fueron secando, pudriendo o los cortó la municipalidad. Los vecinos están iguales, pero más viejos y reservados, más ensimismados y con un montón de problemas de salud propio de los viejos. Caminar esa cuadra, saludando a los de siempre pero más encorvados. Y alguno que otro, ya no me reconoce, aprieto los dientes y sigo caminando con mis zapatillas nuevas. Viejos que por la edad, viste que trae esos olvidos, esas impotencias. Ya no me saludan. O por mis posiciones políticas, ahora que estoy infinitamente más enmarcado y moderado y todo eso, pero ya no soy un loco suelto sino parte de una mayoría que ellos siempre odiaron. No ha cambiado tanto mi barrio, la calle. Los vecinos vivos, la mayoría, me saludan, sonrientes, como si me hubiera ido al lejano oriente. Se sienten, también, lo sé, me lo dicen, me da verguenza escribirlo, se sienten orgullosos de mí.
Los vecinos muertos siguen dejando, en las manchas de aceite viejo en las veredas grises, el recuerdo de que poblaron mi infancia. Mi adolescencia. Mi juventud. Qué camalote los habrá llevado por el melancólico río marrón que va hacia el fin del mundo.
Si me siento, un rato, en el cordón, a mirar las estrellas, el despacio cielo negro de tantas noches, los duendes, los fantasmas, las brujas, los diablos, los miedos del pibe que fui, que fuimos. Todo está más o menos igual. Solamente que yo me estoy haciendo más viejo. Me cuesta retener ciertos recuerdos. Me van visitando amarguras, resentimientos, cosas que remuerden, heridas viejas, mucha culpa.
Si los mundos vivieran en simultáneo tiempos diferentes circularmente en alguna parte de la vía láctea debe estar el pibito peinado a la gomina que fui, debe estar cantando la Aurora en el patio de la escuela, tomando distancia, militarmente, en fila, todos varones los gurisitos, yo cagado de frío en las rodillas, con un agujero en el zapato, pensando en huir, hasta ninguna parte, de ese mundo de indulgencias y pecados donde dios me vigila impiadoso hasta los pensamientos impuros de un niño, piedad, doctor dios...sólo tengo 8 años!
Si estoy, si está, en algún otro planeta el niño que fui, por favor, si alguien puede saber lo que escribo en este, el planeta donde sigo vivo, por favor, mándenle saludos. Y abrácenlo fuerte. Y no lo hieran. Ni le mientan. No lo defrauden, es un buen chico, trata de hacer el bien. No te va a traicionar. En serio. Pero las desilusiones le duelen más que un foul con plancha. Si en los recreos se va caminando, por ahí, solo, o se sienta a leer cuentos infantiles, dejalo, es raro, pero es feliz así. Si alguien en ese otro mundo circular puede llevarle mi mensaje. Que pueda zafar de lo que yo sufrí. Déjenlo si se trepa al techo y se queda sentado mirando el cielo hasta que la la abuela o la madre de Lucio lo llame a comer, va a componer una canción, la primera de su vida, para el día de la madre. Para su mamá.
Si alguien lo ve en otro universo, el guardapolvo muy limpio y planchado y un agujero en el zapato que trata de disimular apoyando el empeine, cuéntenle que cuando crezca, que se quede tranquilo, no se va a traicionar, por lo menos no groseramente.
La vida que le llegue va a ser bastante parecida a como la soñó. Le costará, pero lo logrará. Avísenle. Mírenlo fijo y denle un beso en la frente. Que se tenga más fe, que siga siendo, petisito y ensimismado, pero un luchador. Y que tenga más paciencia. Que no le gane jamás el desamparo, la desesperación, ni la tentación liberadora de rendirse.
Cuando esté a punto de cumplir 35 años alguien le va a señalar, por el chat de algo que se llama facebook (si se lo explicás, lo va a entender, va a pensar que será un invento de Asimov) que en todas las fotos tiene la misma campera y las mismas zapatillas y solamente dos pantalones distintos. Y que se va a sentir, ni ahí que humillado, sino orgulloso, y le escribirá, al pibe que fui y ahora vive en alguna otra galaxia, le escribirá ésto, el beso en la frente que te faltó, Lucas. Que ojalá te llegue. Al corazón.
Díganle, por favor, que yo no lo voy a traicionar. Que hay alguien en el mundo que lo quiere y no lo va abandonar. Díganselo. Es muy importante para él.

y llore y me conmovi y me puse en el camión cargado de sandías de mi papá verdulero y todos atrás para ir quien sabe dónde...y viví y s efueron todos de csa y la tortuga sigue...no tiene nombre ...como no tiene nombre la de muertos q hubo y la de solos q quedamos...y la de entregas por convicciones...en fin q te entiendo chamigo.
ResponderBorrarCarrasco es un capitalista rabioso que se prende de cualquier gobierno para acumular.
ResponderBorrarq lindo lucas...
ResponderBorrarEn el borde del camino hay una silla,la rapíña merodea aquel lugar
ResponderBorrarla casaca del amigo esta tendida ,el amigo no se sienta a descansar
Sus zapatos desgastados son espejos,que le queman la garganta con el sol
y a través de su cansancio pasa un riego,que le seca con la sombra el sudor
En la punta del Amor viaja el Amigo,en la punta más aguda que hay que ver
esa punta que lo mismo caba entierra,que en las ruinas que en un rastro de mujer,es por eso que es, soldado y es amante,es por eso que es, madera y es metal,es por eso que lo mismo siembra rosas,que razones de banderas y arsenal
con bajon de merca gordo ?, tomá la del congreso que no tiene tanto corte con anfetas
ResponderBorrarFeliz 2013, Lucas, y que dios o lucifer le mantengan la paciencia de soportar tanto nabo que, fíjese la condena que cargan, hasta la mala lechería que garabatean por acá, se la tienen que dictar.
ResponderBorrarY no le pida a otro le busque al chico que fue, no sea fiaca, que lo lleva puesto.
apoyo a ram, lo que es la desesperación de esta gente eh.
BorrarLindo y melanco el texto, me emociono. Gracias Lucas.
ResponderBorrarJuan Scarpa.
Estoy bajón y me leo tu post. Excelente. Me recuerda que tengo que tomar mi clonazepam. Que tengas un buen 2013, Lucas.
ResponderBorrarDedicate a escribir, de politica no entendes un carajo, borracho.
ResponderBorrarEl kirchnerismo va a ser tu mochila toda la vida.
Gallego: "Algunos nos quieren ver rodar, pero no van a tener esa suerte"
ResponderBorrarCristina, haga algo!!! Nos estan robando la estrategia de inventar un malo para lograr union y apoyo en-contra-de.
Derechos y Humanos.
ResponderBorrarNacional y Popular.
me hiciste llorar, zapallo! y un poco me reí porq también tengo tres remeras. saludos.
ResponderBorrarhermano sos un hijo de remil puta, me hiciste llorar hasta la hermosura
ResponderBorrarte admiro como te expresas.
profundo Lucas, profundo... y que cierto que los años dejan huellas, cuerpos gastados (unos más que otros) y a medida que el tiempo inexorable sigue pasando y pasando, vamos tal vez pensando en la finitud,en aquellos proyectos que no alcanzamos y ufa!!!!!!!
ResponderBorrarLucas, dale ponete a analizar algo político y listo!!!!!!
cual sos del sillón??? yo digo que el primero de la izquierda. adiviné???
Muy bueno Lucas , me parece que a algunos tu sinceridad los aterra , como si les gastaras los argumentos. Yo apoyo al Garcia Marquez entrerriano. Sera asi algun dia , quien sabe.
ResponderBorrarmuy bueno amigo, emocionante
ResponderBorrarcuando uno se ve en lo escribe el otro es que su universo es compartido y compartible
y quedate tranqui que ese pibito que fuiste no está en ninguna otra galaxia que en la tuya
profunda, sentimental y pura pese a que tus/nuestras bajezas propias del registro adulto nos hagan creer que en algo desandamos lo que nuestro pibito quería
por algo las pajas a los 8 no tienen eyaculación...cuestión de registro etario
Publica un libro, ebrio.
ResponderBorrarQue en latinoamerica el llorizqueo depreso-triston critica-social queja-de-la-injusta-injusticia victimizacion-compasiva baratismo-pobre vende como loco.
que sos ganso ¿millonario 5ta avenida?
Borrarpor que si no lo sos, me abstengo de decir los que sos
Me encantó. Me recordó una sesión con un discípulo de Milton Erikson en la que me indujo a imaginar una regresión a ese niño que fuimos y poder amarlo y transferirle toda la seguridad que hoy contamos por experiencia, algo muy agradable (e inútil?)
ResponderBorrarNo sé si te aprecio por quien sos, o como me pasó con una comprovinciana tuya, por la persona que son intoxicados. Creo en el fondo que son mucho más sobrios -pero no lo saben-, y te deseo lo mejor, aunque suene patéticamente cursi.
Se me vino la imagen tan gastada de la pelicula naufrago, la de que queda solo en la balsa. La recordé porque es la imagen de hombre que se reconoce como individuo en la vida. La madurez, la vida que tiene fin. Nada mejor para un fin que volver al comienzo. Siguiendo esa calle, imagino los mensajes en botellas de los naufragos que son en algún punto los libros y los escritores. Vos corres con la ventaja de publicar y leer en poco tiempo respuestas. Cualquier texto quiere ser leído. Abrir la ventana a lo que realmente somos es insorportable, la matemática amputa esa tragedia, por eso es inhumana, las personas somos trágicas.
ResponderBorrarno podia dormir sin saber que significaba tragedia, estoy loco: La tragedia es una obra teatral que representa conflictos, sufrimiento, dolor y pena. La palabra "tragedia" viene del griego τραγῳδία (tragodia) compuesta de τράγος (tragos = chivo) y ᾠδή (oide = oda, canción), o sea "Canción del chivo". Los griegos hacían fiestas dedicadas a Dionisio. En estas fiestas se sacrificaba un chivo. "Tragedia" era un himno religioso que se cantaba cuando el chivo era degollado públicamente
Borrarhttp://etimologias.dechile.net/?tragedia
Borrarde acá es la definición, que significa definición!!!!
?
ResponderBorrar!
ResponderBorrarHermoso. La infancia: una forma dulce de la tristeza. Sos conmovedor. Gracias por compartir tus escritos. Gladys Saraspe
ResponderBorrarBien ahí!! Siempre se es infante, siempre falta aprender y aprehender, nos provoca miedos, angustias y esa "procesión de tristezas". Mi viejo este año cumple 90 y anda diciendo, hace bastante tiempo, que "todavía no aprendió lo más dificil". Vamos Lucas ¡¡ arriba !!
ResponderBorrary despues fui y hable con edi zunino y le conte todo sobre los q durante diez años dije que eran mis amigos asi cuando esto termine los puedan perseguir bien
ResponderBorrarmala leche del orto