Scioli y Cobos

La reunión privada entre Scioli y Cobos, que luego alguno de los dos dejó trascender (traducido al castellano: llamó por teléfono a un "periodista independiente" y le pidió que lo saque) con un montón de detalles de suma irrelevancia pero excesiva preocupación por el ceremonial y el protocolo, también los pinta de cuerpo entero. Ambos ex vicepresidentes puestos a dedos y sin ser consultados los afiliados partidarios (ambos han esquivado participar, además, de cualquier interna democrática) se parecen en sus carencias culturales y limitaciones intelectuales que, como buscan agradar a los poderes económicos, y toda la prensa del signo editorial que sea integra el poder económico, posan como valores y se formatean al público de manera simpática. Como podrían resultar simpáticos Minguito y Fidel Pintos, o Mariano Iúdica y Florencia Peña, a quienes, sin embargo, nadie se entusiasmaría por que manejen la educación o la ciencia del país. La simpatía que puede causar la ignorancia, como en el caso fingido de los humoristas mencionados o el caso real de los políticos citados, puede ser un valor moral que hasta pose de sofisticado a la hora de elegir un menú, como investigó el "periodista independiente" al que alguno de los dos llamó para narrarle con lujo de detalles el ceremonial y protocolo de una reunión entre dos monumentos al lugar común, pero esa misma simpatía nadie  la tomaría como un valor si hay que negociar, por ejemplo, con la carroña jurídica de los Estados Unidos que defiende los más putrefactos intereses financieros. 

No es imaginable que a un banquero internacional, desalmado y sin corazón, se le responda sobre ecuaciones financieras de tasas usurarias, como Fidel Pintos en el Polémica en el Bar de los 70, "yo soy Ministro de...de...de Algo y también diputado, porque con un solo trabajo no se puede vivir".

En las reuniones políticas en serio no se come nada. Pero una reunión entre Cobos y Scioli, ambos acostumbrados a ser segundos, tuvo como único tema cuando iban contra Cristina. Con lo cual, quizás Scioli este mes tenga que hacer doble turno en salir a jurar lealtad, eso que hace todos los días, a la presidenta. Tanta lealtad jura que termina generando el efecto que busca. Que todos sospechen. Es como si yo la llamara todos los días a mí mamá para decirle que la quiero. Pasaría por buen hijo el primer mes. Al segundo mes...ya me pediría que la llame, más vale, día por medio. 

El lujo y los detalles de una reunión pensada como vacaciones más que como reflexión sobre lo fácil que es tener buena imagen sino se cobran impuestos y luego se le mendiga a la Presidenta que gobierne, el deterioro de la seguridad o la educación, la ausencia de un pensamiento más o menos organizado del destino al que se le quiere imprimir la gestión, bueno, de eso nada. Sí un menú de noviecita y la irrelevancia de los detalles que tanto gustan a los novios infieles. Esos que eligen el mejor restauran, llegan con flores y chocolates, leen detenidamente el menú y no escatiman en gastos (bueno, el novio traidor por lo menos lo paga de su bolsillo) y dejan establecido que cuanta más cursilería, más tienen que esconder. 

Es muy probable que hayan estado unos cuarenta minutos diciéndose en la puerta "no, por favor, pase usted primero" dada la excesiva preocupación por las formas.  Y porque, como sabe Cobos, que estuvo rodeado de la misma carrindanga de traidores que te llenan de elogio y te vacían el presupuesto del Senado con la cual ahora almuerza y cena Scioli, ninguno de los dos quiso darle la espalda al otro. Ese es el problema de construir con Duhalde, De Narváez, Biolcatti, Buzzi (que esta semana tuvo otro intento de subsidio; sobrevivió, por suerte) y todo lo que haya disponible a la derecha del dial: te tenés que cuidar más de su puñalada trapera, de nunca darles la espalda, que de avanzar. El currículum de ambos colaboradores de los presidentes kirchneristas es un sorprendente salto de un jefe a otro, con la misma inocente devoción con la que Heidi iba de la mano de su abuelito recorriendo la campiña. Pero como si en cada capítulo el abuelito que la lleva, cambiara. 

La fiesta del paladar con pretensiones de estadista - el estadismo es el aderezo que le ponen en el Partido Clarín a los asados de Scioli: todo buen asador sabe que si la carne es mala se le puede poner chimichurri, para que no tenga gusto a carne- podría generar el enojo del kirchnerismo, la única militancia viva que atraviesa todos los rincones del país. Según la ley vigente las internas partidaria son obligatorias. Como el futuro de Cobos nadie lo discute (está para las grandes cosas: hacer asados con sabor a chimichurri) hay que mirar a Scioli, quien, en una de sus habituales ceremonias de humillación condicionó su ambición de poder presidencial a que Cristina decida no ir por otro mandato. Un gesto de este tipo podría derivar, por ejemplo, en una interna. 

En ese caso, Scioli está siendo asesorado por el más confiable y previsible de los estadistas: Cobos ha perdido impecablemente toda interna que emprendió. En el radicalismo, en el kirchnerismo, entre los terratenientes y en el macrismo. Probablemente Cobos, coherente consigo mismo, no se metió en la interna del Partido Obrero por miedo a ganarla.