Poner un estante. En la habitación. Es algo simple. La primera vez, en mi vida, que lo hago. Nunca puse un estante. Tengo poca, sí, tengo poca practicidad. Tanta que es mentira que haya puesto un estante. Lo escribo nomás. Parece cierto. Incluso, para mí mismo. Que me voy creyendo todo lo que escribo. O quizás, dado que lo pensé antes de que las terminales nerviosas le digan a los dedos que lo escriban y la orden llegue en micromilésimas a velocidad de la luz. Si es que el cerebro está solamente en la cabeza. Debe ser que sí. Podemos quedar mancos y pensar igual. No podemos, en cambio, escribir -en esta vida o de manera visible- si nos cortan la cabeza. O si nos ahorcan. Hasta la asfixia, me refiero. Te morís. Aunque haya médicos cortándote la carótida, el cuello, con un hacha en el cuello, aunque haya, decía, doctores para que no te desangres. En cambio esos doctores pueden cortarte -si les conviene económicamente- el brazo entero y si no te desangrás, vivís. Pensás. Entonces, sí. Establecido el punto. Entonces lo pienso, luego, existo. Y lo escribo. En el momento donde lo pienso, lo organizo como secuencia que efectivamente sucedió, aunque nunca puse un estante, ese momento tan común de la literatura, existe en ese plano. El imaginativo. Yo, mismo. Existe de manera rara. Pero el asunto es éste: si, pongamos, de verdad hubiera puesto un estante y luego me siento a la computadora a escribirlo, cuando lo estoy organizando como escritura -una coma, una secuencia, un adónde ir, el recordatorio de cómo pienso serán los lectores, la influencia de otros libros, el recuerdo de otros escritos, lo que sé que quiero decir, lo que no sé, el manejo paranoico y normal, el manejo cotidiano de prever en qué puede desembocar, todo eso-debo recrearlo, no de nuevo, dado que escribirlo, escribir, no es lo mismo que poner un estante. Recrearlo sin existencia material, en el cerebro. Como imagen, representación. De un estante. Pero nunca puse un estante.
Ambos estantes, el que no puse y el que sí existió en mi cabeza al escribirlo, en distintos niveles e intensidades, requieren de las manos y la inteligencia (la inteligencia como mecanismo: cualquier boludo puede hacerlo, a esto de escribir. Pero el mecanismo de poner un estante no es como estudiar leyes para ser abogado: requiere creatividad).
Está lloviendo sobre el balcón y suena igual a las chapas de la escuela. De una de las escuelas. Qué día raro. Este domingo se parece a los dos meses antes de separarse. Ojalá mañana no se parezca a los dos meses que le siguen.
Cuando era joven y me enamoraba definitivamente y me desilusionaba despiadadamente, la tristeza burocrática de los domingos me hacía mierda. Ahora estos otoños previsibles me chupan un huevo. Hoy estuve viendo las fotos en Facebook de la mina más hermosa de la facultad. Es morocha en esta etapa. No es tan linda. Envejeció de golpe. Y las minas lindas no envejecen. Hasta que sí. Es como ser inmortal -yo lo soy, nunca he muerto- hasta que te arrancan el invicto sin revancha y para siempre. Terminantemente. La tengo, eh, con la muerte, el amor, el pasado. Conozco mis obsesiones de memoria. Repaso mis obsesiones todos los días. Porque estando loco es imposible escribir. Estando completamente sano de la cabeza es también imposible: no hay necesidad ni carencia ni abandono ni esperanzas ni la miserable necesidad de una ilusión. No hay nada. Le ha dado la muerte el alta. A esa persona completamente sana. Hay algo intermedio. Inestable. Una lucha vulgar y cotidiana por saberse desgarrado pero nunca cruzar al otro lado, a la locura. Un hombre en un puente mirando el río entre la neblina. Saca un cuaderno, anota algo, mira un pájaro muerto junto al tronco, tira el cuaderno al río y se pierde en la neblina. Inmediatamente sale el sol y pájaros de colores sobre un arco iris violeta solamente y unas niñas suizas, saltan de hamacas y se hacen azaleas, soplillos y otras boludeces que no quiero seguir escribiendo.
Los amo a todos, putitos. Por suerte existe la música.
Total la vida está en otra parte
Ambos estantes, el que no puse y el que sí existió en mi cabeza al escribirlo, en distintos niveles e intensidades, requieren de las manos y la inteligencia (la inteligencia como mecanismo: cualquier boludo puede hacerlo, a esto de escribir. Pero el mecanismo de poner un estante no es como estudiar leyes para ser abogado: requiere creatividad).
Está lloviendo sobre el balcón y suena igual a las chapas de la escuela. De una de las escuelas. Qué día raro. Este domingo se parece a los dos meses antes de separarse. Ojalá mañana no se parezca a los dos meses que le siguen.
Cuando era joven y me enamoraba definitivamente y me desilusionaba despiadadamente, la tristeza burocrática de los domingos me hacía mierda. Ahora estos otoños previsibles me chupan un huevo. Hoy estuve viendo las fotos en Facebook de la mina más hermosa de la facultad. Es morocha en esta etapa. No es tan linda. Envejeció de golpe. Y las minas lindas no envejecen. Hasta que sí. Es como ser inmortal -yo lo soy, nunca he muerto- hasta que te arrancan el invicto sin revancha y para siempre. Terminantemente. La tengo, eh, con la muerte, el amor, el pasado. Conozco mis obsesiones de memoria. Repaso mis obsesiones todos los días. Porque estando loco es imposible escribir. Estando completamente sano de la cabeza es también imposible: no hay necesidad ni carencia ni abandono ni esperanzas ni la miserable necesidad de una ilusión. No hay nada. Le ha dado la muerte el alta. A esa persona completamente sana. Hay algo intermedio. Inestable. Una lucha vulgar y cotidiana por saberse desgarrado pero nunca cruzar al otro lado, a la locura. Un hombre en un puente mirando el río entre la neblina. Saca un cuaderno, anota algo, mira un pájaro muerto junto al tronco, tira el cuaderno al río y se pierde en la neblina. Inmediatamente sale el sol y pájaros de colores sobre un arco iris violeta solamente y unas niñas suizas, saltan de hamacas y se hacen azaleas, soplillos y otras boludeces que no quiero seguir escribiendo.
Los amo a todos, putitos. Por suerte existe la música.
Total la vida está en otra parte
una mierda de persona
ResponderBorrarque pasa?
ResponderBorrarpodes cambiar de opinion, pero esto q mierda es ???
ResponderBorrares metafísica,
Borrarmeta la física y
coloque el estante.
muy bueno
ResponderBorrarHay algunos homínidos kakistas que compraron que Argentina esta mejor que España.
ResponderBorrarSi serán estúpidos eh..
Son eternos forros del sistema.
jajaja y vos que compraste? zapallo!
BorrarEl cosmos, el desorden-orden, la locura-cordura, la vida y su muerte diaria....el kirchnerismo y la opo, etc
ResponderBorrarPero al final pusiste o no pusiste el estante?
ResponderBorrarTRAIDOR
ResponderBorrarSi es el estante que yo creo, bienvenido sea.
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