Para lo que quedó (muy poco) de kirchnerismo narrativo que no es comprado, es más grave las declaraciones reaccionarias de Binner que violar la ley de seguridad interior sacando a los militares de los cuarteles para ponerlos en la frontera: regalándoles el negocio de la trata de personas a una institución que la ley prohíbe estar ahí, con un jefe del ejército que además de acusado por crímenes de lesa humanidad, es un delincuente.
La necesidad de simiótica para volver a soñar que la pobreza no es responsabilidad del gobierno, tanto como los nuevos ricos, la nueva clase obrera industrial y la nueva clase media baja, es palpable entre los neoconservadores sin rumbo. Hay cierta desesperación por el rumbo torcido e idiota que Cristina le imprimió a su gobierno a la deriva -la nueva teoría del cerco es una pavada monumental- que lleva a que declaraciones xenófobas de Binner como éstas sean tomadas como una lluvia de café para Juan Luis Guerra.
De la mejor política inmigratoria, que fue la del kirchnerismo, a la militarización del conurbano de Cristina hay, además del giro a derecha, la vocación del cristinismo por desprestigiar el kirchnerismo diciendo que son lo mismo.
Para negar el giro a derecha se pone en el mismo nivel unas declaraciones algo fasscistas del farmer sojero del puerto (privatizado) de Rosario con la violación de las leyes de seguridad interior, la designación de un milico represor y delincuente para hacer tareas de inteligencia ni más ni menos que al frente del ejército, es una boludez que se disipará por su propio peso y generará reacciones contrarias a las esperadas.
La materialidad de la historia es ineludible.
Y como dijera el muy toba Papa Católico al que la nueva diva de la TV le teme más que al diablo o a Boudou: "buenas noches"
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