El chico del country

La pusilanimidad de Massa solo es superada por Insauduhalde y su profunda estupidez. Dos vervaderos bananas. Mostrando vidas prestadas. Vacíos, superficiales, zorros del ascenso estatal. Para la vulgaridad que pasa por militancia.
Las tendencias sociales, por fuera de las giladas propagandísticas, dicen más. El hartazgo con la familia presidencial. Aunque en sus diarios se asegure, bajo la precaria autoridad moral de los encuestadores de la propia semipresidenta, que tiene "buena imagen". Ja.
Massa, el chico del country, fue el salvoconducto con un consenso de eso que en la religión de estado se da por llamar modelo. Pero un hartazgo con lo que, también en la jerga de esa secta, se llama pomposamente Batalla Cultural, o Batalla Gutural de la Década Narrada. El stalkeo estatal a quien no quiera alcahuetear las virtudes de una agenda profundamente estúpida. Hasta lo indecoroso. ¿O acaso, no es mayoritaria la verguenza ajena al escuchar hablar a Juan Manual Abal Medina, Odiado Boudou, Daniel Osvaldo Mariotto, Excel Kicilof, Florero Randazzo, Telefónica Sanatella, Agustín César Santos Gerardo del Corazón de Jesús Rossi, en fin, los que prometían aire nuevo, escucharlos con esa agenda de programa de entretenimientos, PNT de Fantino, gastados, cansados, oxidados, con la obviedad a flor de piel de que ya no se la creen?
Las grandes promesas del 2011 no pudieron ser candidatos ni a concejal. Quienes no siguieron el Festilindo oficial, como Taiana, vinieron de salvadores del descalabro que hizo Cristina. No fue la lluvia. Ni el Motorman. Ni el Banco Mundial. Ni la ósmosis. Ni la luz mala de una vaca muerta. Fue la señora. Comandanta en Jefa de las Fuerzas Armadas, que hoy están, también, para la represión interna. Sobre todo en el norte y el sur, las ciudades que supieron, de la mano de YPF, ser industriales, y ahora son villas, ahí, los militares cuidan la narrativa festiva de las olvidadas Cadenas Nacionales. ¿No es más lindo soportar la alcahuetería oficial, más amable, más agradable, en estos días? Sí. Incluso el periodismo oficialista trabaja con mayor paz.
Es evidente.
Hasta el punto que en los medios legítimamente oficialistas, incluso en los que yo trabajo, el asunto médico de Cristina no tiene mayor importancia. No va a portada. Tras la novedad, listo, está bien, a otra cosa. Y hay más espacios. Más libertad. Y hasta puede ayudarla electoralmente. Lo cual habla de una carencia en la construcción política...
El chico del country tiene amplias posibilidades de ganar en el territorio donde Cristina no logra hacer pie. Tras una década. Narrada.
Recordemos que su cuñada era la candidata. Recorría el distrito...Después iba a ser Massa. Lo hundió, con esa desmesura propia de Cristina, en un delirante discurso que nadie quiere recordar mucho, a Scioli. ¿Se cita, ese discurso, acaso, en las mismas usinas intelectuales que alimenta Cristina? ¿En la jeringosa torpe de Carta Abierta, en los dramáticos y aburridos blogs cristinuchis, en el Comité Literario de la Casa Rosada que es Télam, en la prensa donde yo trabajo?
No.
Mejor olvidar.
Todo salió mal.
Ahora se viene la elección.
Luego, esas mismas usinas tirarán a la basura al pusilánime, bajarán de a poco las críticas a Massa, harán autocríticas con stevia, se enojarán con el pueblo, con la oposición, se pelearán un poco entre ellos y el nuevo escadalete televisivo de la semana los llevará a la continuación de la huida hacia adelante por otros medios.
Mientras tanto, hay un país salvajemente desigual que los ignora. Y se empieza a enojar.
Y el cristinismo responde de manera represivamente preocupante.