La última vez que estuve en Rosario -en ocasión de dar una entrevista a Mauricio Maromma, en un canal local, luego reproducida por Clarín, cosa que enojó a los asesores de Insauduhalde, que estaban en TN monitoreando el comportamiento de las amebas- me junté luego con el líder de la gracia universal, que es el ex Geraldhino. Hoy devenido, por cosas abreviadas del marketing político, en Gerlado. Nombre de flor.
Es, de lejos, el más talentoso de los que andan por acá. Bebimos un par de cevexzas luego de un par y uno anterior, para posteriormente tomar un par de cervezas, por si hacía falta, mis amores.
Quienes aún no lo conozcan, voy a transcribirle el último capítulo de un libro en espera, atención editoriales, que se llama, cuádno no, Querito Twitter y los restantes 40 capítulos están clickeando este enlace:
No te vayas, estúpida
el portal
QUERIDO TWITTER (42)
Querido Twitter: Cinco bolsas para envolver un pollo —me quejo, de regreso del supermercado—. Si el animal supiera, ni piel desarrollaría.
QT: Ante la noticia de la existencia de un “Mundial de Asados” —que encima me juran que perdimos, Madre Santa—, aprovecho para escandalizarme: ocurre, sin ir más lejos, que cualquier idiota (esto dicho con bastante respeto) hace un asado, por el amor de Mallmann, ¿qué clase de competencia es ésa? ¿Quién no prende un fuego y le tira una carne arriba? ¡Lo hacían los neandertales, querido! ¡Incluso los más precarizados! ¿Ya ni habilidades hay que tener para participar de un “Mundial”, con todo lo que este sagrado término entraña, vacío y marucha para nosotros los argentinos? ¿Cuándo es el mundial de cruzar la calle, que voy y me anoto, mecachendié?
QT: Que la coherencia no sea gran cosa —como hemos descubierto recientemente, a fuerza de darnos un debate atrás del otro en relación a las virtudes humanas— tampoco significa que su opuesto, esto es, ejercer la incoherencia, sea una virtud. Lo mismo con la honestidad, vite: ok, no es muy divertido ser Juan Carlos Honesto en pinta, pero tampoco por eso se va a volver deseable lo contrario, si no mi tío que vende autos usados qué sería, un prohombre sería, mentendé. Pero no hay caso: tras milenios de autoengaño nos desayunamos de los horrores del “honestismo” y del “coherentismo”, y entonces aprovechamos para qué: para robar y contradecirnos a cada momento alegremente, en nombre de no sé qué clase de incorrección política. Dios y la Patria nos lo perdonen.
QT: Viajar —reflexiono— te abre la cabeza. Y golpeártela con la puerta abierta de una alacena ni te digo.
QT: En homenaje a la gloriosa chocotorta, el postre oficial de la Nación de los Buenos para Nada que no saben prender el horno y mucho menos introducir en él y darle forma a un bizcochuelo, un día voy a juntar toda la mugre que se junta en el teclado —compuesta mayormente, como se sabe, de migas de masitas— la voy a mezclar con queso blanco, dos yemas, azúcar impalpable y daré nacimiento así a un adorable mutante que podríamos llamar, sin temor a exagerar, la teclatorta. Seguro el engendro se pone de moda en dos meses, porque si hay algo que los fanes de las seudotortas tienen de sobra es: a) teclado; b) horas-masita sobre el mismo; c) ganas de comer torta; d) absoluta incapacidad para hacerla y e) sueños de gloria reposteril.
QT: Ojalá —aspiro— algún día Cerati despierte, más que nada para explicarnos qué demonios quiso hacer con el video ése de los bebés.
QT: Triste destino —me conduelo— el de la gallina, que siendo ave (lo más estúpido que hay) no puede volar (lo más genial que hay. Dicen. Andasaber).
QT: Tan rica que es la pizza fría —arremeto— y la pizzería no te vende. Es raro. Si las casas de comida te venden tarta fría, que en general es una porquería, ¿por qué no hacer lo propio con la pizza destemplada, que en general es un bocatto di cardinale? El comerciante podría rescatar las sobras, el cliente gastar menos… Lo que se dice un win-winazo. No se entiende, pero es así: en esta sociedad tan avanzada, que ha llegado a la Luna y ha curado el cáncer de Insaurralde, la pizza fría todavía se la tiene que hacer uno mismo, pidiendo una pizza y dejándola enfriar. Y estacionar. Porque claro, no es una mera cuestión de temperatura, no es solo pizza “fría”. Porque si es por eso, la pizza se enfría enseguida, en media hora la tenés. No señor: lo que uno ambiciona es pizza del día anterior, ése es el nombre técnico correcto. Expertos, desde luego, ya están debatiendo si —ponele— vos cenás pizza, salís, volvés a las tres de la mañana y esas porciones que quedaron ya son pizza fría o el término corre recién a partir de la mañana siguiente. Yo, debo decirlo, me inclino por esta última opción. Es fundamental que haya transcurrido al menos una noche de aparcamiento, dentro del horno, por supuesto. No vas a guardar la pizza que te sobró en la heladera, ¿qué sos, un loquito?
QT: Desde luego —opino, en el antifragor de la post-batalla cultural— que estoy en contra de matar periodistas. Mi idea es enterrarlos vivos.
QT: Cierto vegetarianismo —considero— es para ir y darle un abrazo. Me refiero a esa rama del movimiento que está en la permanente búsqueda de sucedáneos de la carne, y así, en vez de comerse las verduras que tanto dice amar a poncho y sin montura, a lo macho, suele prohijar “medallones” de pastichos hortícolas, el más famoso de ellos, claro, la milanesa de soja. Deploran estas gentes la carne, al tiempo que desesperan por encontrar algo igual de proteico y buenazo en el reino vegetal. El vegetariano de verdad, queridos míos, te vive una semana a zanahorias, a lo Rodolfo Ranni. Qué medallón de algas ni que nada. En menos que un brote de soja canta me aclaran que los vegetarianos no comen milanesa de soja, que todo eso de los “medallones” es más bien cosa de gordas carnívoras que andan buscando adelgazar. Bueno, viejo, así es imposible escribir. Si no me dejan desplegar mis prejuicios alegremente no juego más. Adiós.
QT: Ante la noticia de la existencia de un “Mundial de Asados” —que encima me juran que perdimos, Madre Santa—, aprovecho para escandalizarme: ocurre, sin ir más lejos, que cualquier idiota (esto dicho con bastante respeto) hace un asado, por el amor de Mallmann, ¿qué clase de competencia es ésa? ¿Quién no prende un fuego y le tira una carne arriba? ¡Lo hacían los neandertales, querido! ¡Incluso los más precarizados! ¿Ya ni habilidades hay que tener para participar de un “Mundial”, con todo lo que este sagrado término entraña, vacío y marucha para nosotros los argentinos? ¿Cuándo es el mundial de cruzar la calle, que voy y me anoto, mecachendié?
QT: Que la coherencia no sea gran cosa —como hemos descubierto recientemente, a fuerza de darnos un debate atrás del otro en relación a las virtudes humanas— tampoco significa que su opuesto, esto es, ejercer la incoherencia, sea una virtud. Lo mismo con la honestidad, vite: ok, no es muy divertido ser Juan Carlos Honesto en pinta, pero tampoco por eso se va a volver deseable lo contrario, si no mi tío que vende autos usados qué sería, un prohombre sería, mentendé. Pero no hay caso: tras milenios de autoengaño nos desayunamos de los horrores del “honestismo” y del “coherentismo”, y entonces aprovechamos para qué: para robar y contradecirnos a cada momento alegremente, en nombre de no sé qué clase de incorrección política. Dios y la Patria nos lo perdonen.
QT: Viajar —reflexiono— te abre la cabeza. Y golpeártela con la puerta abierta de una alacena ni te digo.
QT: En homenaje a la gloriosa chocotorta, el postre oficial de la Nación de los Buenos para Nada que no saben prender el horno y mucho menos introducir en él y darle forma a un bizcochuelo, un día voy a juntar toda la mugre que se junta en el teclado —compuesta mayormente, como se sabe, de migas de masitas— la voy a mezclar con queso blanco, dos yemas, azúcar impalpable y daré nacimiento así a un adorable mutante que podríamos llamar, sin temor a exagerar, la teclatorta. Seguro el engendro se pone de moda en dos meses, porque si hay algo que los fanes de las seudotortas tienen de sobra es: a) teclado; b) horas-masita sobre el mismo; c) ganas de comer torta; d) absoluta incapacidad para hacerla y e) sueños de gloria reposteril.
QT: Ojalá —aspiro— algún día Cerati despierte, más que nada para explicarnos qué demonios quiso hacer con el video ése de los bebés.
QT: Triste destino —me conduelo— el de la gallina, que siendo ave (lo más estúpido que hay) no puede volar (lo más genial que hay. Dicen. Andasaber).
QT: Tan rica que es la pizza fría —arremeto— y la pizzería no te vende. Es raro. Si las casas de comida te venden tarta fría, que en general es una porquería, ¿por qué no hacer lo propio con la pizza destemplada, que en general es un bocatto di cardinale? El comerciante podría rescatar las sobras, el cliente gastar menos… Lo que se dice un win-winazo. No se entiende, pero es así: en esta sociedad tan avanzada, que ha llegado a la Luna y ha curado el cáncer de Insaurralde, la pizza fría todavía se la tiene que hacer uno mismo, pidiendo una pizza y dejándola enfriar. Y estacionar. Porque claro, no es una mera cuestión de temperatura, no es solo pizza “fría”. Porque si es por eso, la pizza se enfría enseguida, en media hora la tenés. No señor: lo que uno ambiciona es pizza del día anterior, ése es el nombre técnico correcto. Expertos, desde luego, ya están debatiendo si —ponele— vos cenás pizza, salís, volvés a las tres de la mañana y esas porciones que quedaron ya son pizza fría o el término corre recién a partir de la mañana siguiente. Yo, debo decirlo, me inclino por esta última opción. Es fundamental que haya transcurrido al menos una noche de aparcamiento, dentro del horno, por supuesto. No vas a guardar la pizza que te sobró en la heladera, ¿qué sos, un loquito?
QT: Desde luego —opino, en el antifragor de la post-batalla cultural— que estoy en contra de matar periodistas. Mi idea es enterrarlos vivos.
QT: Cierto vegetarianismo —considero— es para ir y darle un abrazo. Me refiero a esa rama del movimiento que está en la permanente búsqueda de sucedáneos de la carne, y así, en vez de comerse las verduras que tanto dice amar a poncho y sin montura, a lo macho, suele prohijar “medallones” de pastichos hortícolas, el más famoso de ellos, claro, la milanesa de soja. Deploran estas gentes la carne, al tiempo que desesperan por encontrar algo igual de proteico y buenazo en el reino vegetal. El vegetariano de verdad, queridos míos, te vive una semana a zanahorias, a lo Rodolfo Ranni. Qué medallón de algas ni que nada. En menos que un brote de soja canta me aclaran que los vegetarianos no comen milanesa de soja, que todo eso de los “medallones” es más bien cosa de gordas carnívoras que andan buscando adelgazar. Bueno, viejo, así es imposible escribir. Si no me dejan desplegar mis prejuicios alegremente no juego más. Adiós.

Espero que lo compre alguien, yo no. Suerte.
ResponderBorrarNo, pero en serio lo digo, eh. Es divertido.
Borrar