Belek! "Cuarteto de la plusvalía"

Gabriel Belek! es uno de mis pocos amigos serios. Estudioso. Con cinismo social, solamente. De la misma manera que yo, solamente, soy bebedor social.
Tengo muchos amigos músicos y una zapatillas (con la firma de Ruckauf) en el oído. A algunos les va bien. Otros tienen que remar y remar contra las ganas de mandar todo a la mierda. Supongo que eso es lo que me emparienta, emocionalmente, a mis amigos músicos. Porque a los que les va bien, mañana, pueden volver a la indiferencia, que es el útero de donde parten los artistas desesperados. Los que tienen todo servido, desde chiquitos, la mesa servida y la costumbre de cómo se usan los cubiertos y cuál es la copa de agua y la de vino, de qué temas no se hablan en la mesa y todo eso que brinda la desigualdad social y económica, bueno, esos tipos no suelen ser amigos míos. Por decisión de ellos.
Antes de ayer, Zambayonny, me contaba de un recital de Diego Savoretti, a la vuelta de casa. Tocó, hace poco. No me enteré. Me dedico al periodismo. No leo los diarios. Donde tampoco salió nada. Ni Zambayonny ni Savoretti ni Belek! ni Juan Pena ni Calamaro ni Martín Carrere ni Leo García ni Cacho Miño ni Ignacio Copani ni Hank Soriano ni Los Atrevidos Por Costumbre ni Emanuel Ortega saben la fecha de mi cumpleaños. Nunca la supo Leo Mattiolli. Ni el Zurdo Martínez. Ni Jorge Mockert. Que, a veces, en Paraná, las noches sin estrellas, sigue caminando hasta el único bar abierto, con una melodía que no entiendo, en la cabeza. Rompiéndome las bolas para hacer un partido de pool. Donde me va a ganar. Y se va a ir. Obsesionado, con la melodía que guarda en la cabeza. Va a doblar la esquina. Sin despedirse nunca. Hasta la próxima madrugada de frío y semáforos rotos. Caminando, con sus bermudas.
Y va a volver. A la media cuadra.
- Luquitas, vení, vamos afuera, hay un dato periodístico que tenés que saberlo.
-No me hablés del periodismo...
-Vení.
-Qué pasa, comandante.
-Tomá, para un par de birras. Cuando vuelvas a estar bien me lo devolvés.

Tenía esa capacidad, de que no se note. Sabía que jamás le iba a poder devolver nada. Eso creía. Él no, creía que sí pero no le importaba, tuvo razón. Ahora podría devolverle. Si no estuviera muerto.
La amistad no es una cooperativa agraria. No es un plan canje por un mejor auto.
Y yo, si vamos al caso, tampoco sé cuándo cumplo años. Depende. De las ganas que tenga de sentirme envejecido, rodeado de amigos, alegre de vivir un año más. Eso es cumplir años. Aunque también es sentir que el tiempo se te va sin haber hecho eso que soñaste. Con timidez, por miedo a fracasar. Y con esperanzas, porque es gracias a ese sueño que seguimos siendo los mismos.
Igual, no iba a eso. Iba a que, como no entiendo nada de música, para mí, mis amigos, son indiscutiblemente talentosos. Y en algunos casos, además, lo creo. Éste es uno de esos casos.