Las abrumadoras pruebas que van coleccionando en el Poder Tribunal señalando el verdadero objetivo de la esposa de San Martín, serán, en los meses por venir, el gran ordenador simbólico del ajuste neoliberal puesto en marcha, cuyos efectos devastadores sobre el menguado relato progrenacional aún no se despliegan en toda su magnitud.
Secar la plaza financiera requiere secar la plaza de mayo. Traducido al castellano: para enfriar la economía, para poner en marcha el recetario neoliberal, es necesario cagar a trompadas a los trabajadores.
Además del constante goteo de apoyos que se van, el cristinismo sufre lo que un amigo llama "migración de talentos": ya no tiene quién lo escriba, con una coherencia épica que lo dote de sentido.
La danza de amenazas de muerte, que se consumen sin el menor atisbo de asombro (la sociedad acepta que Cristina encabeza una mafia peligrosa; estos procesos de psicología social tardan en cobrar dimensión, pero cuando suceden, como en el caso del actual senador oficialista Carlos Menem durante los 90, caen con todo el peso del desprecio popular: por eso, este proceso político está sencillamente acabado. Solo es cuestión de tiempo que empiecen a saltar del barco que se hunde los más tontos en darse cuenta)
Está, la esposa de San Martín y cófrade de Moria Casan, contra las cuerdas y el mecanismo defensivo, al ser completamente estructurado sobre la falsedad, carece de un ancla ordenador, de una articulación a futuro.
Llegar o no llegar a 2015 es un asunto administrativo irrelevante. Todo el poder económico, legal o ilegal, quiere que esta runfla llegue. La runfla necesita, a su vez, cobertura judicial. El pueblo está podrido y le da lo mismo, no moverá un dedo por salvarlos, como se evidenció en todos estos meses sangrientos.
Así, lo que queda es este nepotismo caribeño con tendencia al espasmo y el pucherito. Su destino está claro: el olvido abyecto.
Buenas noches.
Peeeeeeroooo nada de eso define la suerte de un proyecto político cuya único porvenir estaba sustentado en la defensa estatal de la clase media baja emergente, que tenía como condición de posibilidad política su constante crecimiento.
El giro a la derecha destrozó esa dinámica y puso en alerta, en el eterno retorno del defensivismo al contorno de lo social, y eso, mis muchachos, es un suicidio político.
El permanente tacticaje, con sus ridículas volteretas, sería una anécdota sobre la boludez de la vieja tilinga y no un problema político si no estuviera la clara sensación de quién es la variable de ajuste.
Traducido al criollo: una cosa es que un pendejo palermitango se de cuenta, abrumado de obviedades, que su empleo público jerarquizado no conduce al socialismo nacional, y que la posta en hacer religión con el próximo que venga; y una muy otra cosa es que el empleo de mierda de un pendejo del conurbano se vea amenazado.
Como desde este blog se advirtió en reiteradas ocasiones, la generación de la motito se les volverá en contra si persisten en el giro a la derecha, que no tenía tanto que ver con designar a Milani, que es consecuencia y no causa de ésto, como con subir al cielo las tasas de interés.
Esos jóvenes, los de la generación de la motito, que prestaron más atención a la muerte de Ricardo Fort que a la de Néstor Kirchner, no quieren relato, quieren plata. Es decir, quieren todas las relaciones sociales y simbólicas que el dinero posibilita, a juzgar por la pasión que pone el propio elenco gobernante en juntarla con tanques y palazos.
Todo lo demás, es sandrarrusismo. Boludez que entretiene a la oligarquía política y que desde nada humilde blog refutamos de manera divertidísma. Pues todos debemos sobrevivir a este desacalabro, jeje.


Ese universo de sentido dice: los problemas de la Argentina (desde el descarrilamiento de los trenes al cepo al dolar y la inflación y lo que sea) son culpa de la corrupción.
Es una idea justa moralmente, estúpida políticamente y falsa sociológicamente.
Pero, por ahora, penetra el segmento de clase media-alta dándole un argumento político a ese malestar de clase que sienten con el gobierno nacional.
(Ud. marca por donde entrar, picaro.)