ANARCO-MENEMOIDE
Soliloquio
& sexo
"Sin amor, sin querer, sin poder tenerlo, apenas movido
por un débil interés carnal, ésa y la otra y todas eran lo mismo. Buscaba sólo
en el favor de las mujeres, una tregua, siquiera fuese pasajera, al negro
cortejo de sus ideas, al tormento de su obsesión moral".
Eugenio Cambaceres, Sin rumbo
1.
Nuestros grandes liberales del siglo XIX -Sarmiento,
Mansilla, Cambaceres- fueron libertinos exentos de culpa y cargo. El XX nos
trajo otras singularidades como el falso Vizconde de Lascano Tegui y Barón Biza.
También dandis crueles y amadores de mujeres con cierta obsesión insana.
Tradición opacada, pienso, a partir de los años treinta. Ese noble linaje
literario se volvió ascético por culpa del borgismo: sólo recuperado por
grandes plebeyos, cual Osvaldo Lamborghini -peronista-, aunque también susceptibles
de ser leídos así por su anti-populismo literario más que explícito. Nada más
marginal, solitario, insular e irreductible que el liberalismo hoy en la
Argentina. Sea dicho: los liberales citados fueron eximios petimetres,
rebeldes, cascarrabias, temperamentales, sensuales, liberados del nauseabundo
nacionalismo católico que luego contaminó todo con su clericalismo rancio y
contradictorio. Esa soledad no es nueva: es la de Sarmiento. Pocos más
argentinos. Los años noventa, ridiculizados, pensados de modo vulgar y brutal,
encarnados por Menem: peronista riojano quiroguista a quien le debo un ensayo. Fui
feliz en ellos, era un joven que vestía poleras negras azabache y fumaba
habanos caros por ser baratos en dólares. Éramos anarco-menemoides con plena
inconsciencia: la forma posible del anarco-individualismo acá. En cenáculos de
nobles amigos, a quienes hace años no veo, debo gran parte de mi formación cultural
por su generosidad. Los noventas no fueron para mí esa pantomima de apatía: había
pasión y fuego. Exploración en medio de ese infierno de una subjetividad
innovadora y estimulante. Nada de tonterías supinas, no. Otra cosa. En mi
cuarto de hotel hay solo pornografía y política. No pensar en la temperancia
del presente. Quizá mi deriva hoy sea mayor. Tengo un tiempo de reflexión
limitado, luego de sucesiones de carne. Siempre hay y habrá carne en el Río de
la Plata. Sobra. Siempre habrá agujeros, aceite, leche, lubricantes. Pareciera
que lo establecido reniega de pensar estas cuestiones: un anarco-liberal las
piensa porque nada tiene que perder. Tiene una certeza: jamás tendrá poder. Por
ende, no me interesa pensar hacia atrás, ese axioma tan reduccionista como
pelotudo. A veces la soledad suele ser una gigantesca oportunidad para
librarnos de lo pasado, así sea reciente y emputecido.
2.
Es a mí pesar: escribo de modo
impúdico y con beligerancia pornográfica. Por ende, se pueden ir a la puta que
los parió. La severidad se conquista y se gana, como toda figura romboide en el
ápice de la pija en punta lista para entrar en la concha húmeda. "Yo, que era loco, homosexual, marxista, drogadicto y alcohólico" -dice
O. Lamborghini-, escribo sobre pornografía y política. Eso me sale con cierta
cosa arrebatada que de tan rioplatense me da miedo. Hubiese querido ser
neoyorkino y libertarian. No pude, no
quise, no me salió. Es irremediable: soy porteño, vivo en un hotel del bajo y
espero que vengan por mí. Soy un anarco-menemoide. Lo importante pasa por los cuerpos:
allí vienen, ellas. Mis bellezas nocturnas, protectoras frente a la fealdad
rigurosa de la corporación estatal. Sabrán disculpar: debo coger. Hieren mi
soliloquio, resuena cierta ira: sin dolor no hay belleza plausible ni fiable.
La comodidad sólo produce estéticas tan miserables como las existencias que se
recargan entre sí. Fútiles, van. Acá, rodeado de putas –salteñas, guaraníes,
pampeanas, caribeñas, brasileñas, dominicanas, del NOA, travestis. Rey de la
noche. Príncipe de la oscuridad. Los alambiques llegan. Ah, sí: "su
whisky, señor". Había pedido con estricta precisión: dos medidas dobles
-con dos cubos- de Famous Grouse. Un hilo de humo a lo lejos. Un puro:
Avo Uvezian, cigarro de República Dominicana, suave, adquirido en la calle My
pooh. La gente que usa corbatas es más respetable, también los de camiseta.
¡Pobres almas sin nada que cantar a excepción que sus nubes de pedos sordos!
¿Cuál es la intriga que se responde así misma de forma subrepticia con su
lengua seca? ¿Alcohólica? Músculos y tetas. Un prepucio y un clítoris. Un pezón
y una raya de culo finísima. Una fellatio y cunnilingus. Un beso negrísimo de
tanta búsqueda non sancta. ¿Todo ello ocurría en mi mente febril mientras
esperaba que los cobardes vengan por mí? Ellos, puras mentiras editables. Mi plan
era claro: mientras aguardaba el combate final iba a dedicarme a la orgía. Primero,
coger; luego, combatir. Primereaba la fiesta, seguía la política.
3.
Un amanecer ebrio es una experiencia numinosa: como un místico
avant la lettre. Radiante lo pude hacer desde mi cuarto lumpen de la
calle San Martín. A pocos pasos de las Galerías Pacífico circulé cual ratón en
busca de su gato. Lo invariable iba hacia el sector improcedente. ¿Será que la
derecha tiene esa facilidad para desarrollar más anticuerpos que la izquierda
que niega la individualidad en pos de la corporación? Era hora: llegaron dos
chicas más. Ya eran cinco o seis. No lo sé. ¡Sombra terrible del groncho, voy a esperarte con garras finas y falo
erecto! ¿Por qué escribís así?
Porqué no puedo hacerlo de otro modo, pelotudo.
Quisiera escribir cual zombi acomodaticio pero no me sale. Salí o te verdugueo. Todos saben que el estertor
tiene cierto color ambarino -como la veta del sorete. Acá, donde estoy, en el
bajo porteño, todo se revuelve entre colores magníficos, de noche, cual cantos
de sátiros con sus pijas paradas a punto de acabar. Mientras saxos de free jazz
saltan por entre las conchas del territorio, del Río de la Plata, del barro, del
limo y laputaqueteparió. Sé que estoy rodeado. Todo esto no será sino
una larga diatriba sin detenerse hacia (la) nada. Porqué lo sé: estoy
derrotado. Supe ser un gran pornógrafo, fino y sutil, a la vez que bestial y
escatológico. En el fondo, estoy acá, sólo, con un cigarro humeante, una medida
doble de whisky Old Parr, escuchando música
vieja -un electro jazz lounge de fines de los noventa -, dos putas de fondo, el
zaguán del hotel del bajo. A lo lejos se ve. Vienen por mí. Sólo me quedan
horas. Muy pocas. No pasarán. Es altamente probable que todo termine en sangre.
Mi traje está impecable. Mi chaleco huele bien. No tengo nombre. ¿Cuándo todo
pase y sólo queden los rastros de mi figura seré recordado como un núbil
pornógrafo que celebró el cuerpo femenino como nadie lo hizo antes en el Plata?
¡Qué triste será esa imagen barroca de un cuerpo doloroso de tanta belleza
atravesado por la lacerante gronchada de los que vienen por mí! Ah, no será
fácil. Mi andar es algo cansado pero firme y hercúleo - ¿o cerúleo?-: mis
municiones son escasas. Yo siempre fui valiente y procaz. Las tetas semblanteaban
de golpe -eran lambeteadas. Los pezones parados parecían havanettes.
Todo se dio de modo inesperado. No podría decir que tomé notas. El culo se
abrió como una orquídea: tal vez el sablazo no haya sido tan procedente. Pero
gozó como pocas. Imposible no estancarse en el vientre de una rubia de ascendencia
germana o quizá nórdica -de Misiones. Uno de los pezones tenía la redondez
lunar de una almendra. Todo se cerró (como el culo) sin poder esperar nada más.
De noche. Calor. El aire enviciado me daba en la nuca y no pretendía destacarme
por mi habilidad para quitármelo. Camiseta blanca, reloj caro. Me veía como un
libertino insólito, como dije, un anarco-menemoide consciente de su labilidad
para poder enfrentar esos que venían por mí de un modo subrepticio. Facundo
patético, sus ínfulas no podrán con mi valentía old fashioned. Amé a mujeres
aristócratas, californianas, hippies y prostitutas. No sé qué significa la
pasividad ni la tibieza: mi corazón late de modo muscular. Y los espero. Que
vengan. No pasarán. Cual Nietzsche pacté una fórmula que sólo Edipo redimido
por su madre pudo ver.
Palermo viejo, junio 2014.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario