viernes, julio 25, 2014

Dónde jugarán las niñas





Por Mariano Montenegro 

Nenas bien. Rubias, blancas, con sueños rosados en el interior.
Mamá y Papá pagaron todo. Hijas de una aristocracia con derechos humanos cuyo único mandato fue ser feliz.
¿Te hace bien? Entonces hacelo. Lo importante es que seas feliz.

El departamento, ese gato persa y hasta la perrita blanca que no da más de puta. Todas las facilidades que mamá y papá puedan comprar. Todo en la mano.
Y es humano. La obligatoriedad fisura, crea intentos de fuga permanentes en la mano que aprieta. La obligación de ser feliz, igual que la obligación de ser moralmente aprobada, elegantemente vestida o convenientemente casada, de todas se fugan aunque sea un rato.
La satisfacción por mandato casi divino en una sociedad que acompaña constantemente el deseo de mamá y papá.

El barro, la chapa y una canaleta que obra de cloaca a cielo abierto en cada pasillo. La mierda y el frío entre un griterío de pibes descalzos que corren atrás del que se llevó la pelota.
El suelo de la casilla es cemento caliente para los tres que están dentro. Dos lo conocen, hasta tienen el recuerdo fresco de intentar que quede lo mas prolijo posible. Ella, como todas las que a diario entran, no tiene idea. No hay ventanas. ¿A quien se le ocurriría hacer una ventana en una chapa?
Tres alrededor de un fuego de papel y cajones viejos mientras la pipa pasa y pasa y vuelve a pasar.



                                                                                 Dos que saben, después de las sirenas con baúles repletos de polvo, las que más entran son las pibas bien.

Una que ríe y llora para recostarse con la carita blanca y limpita sobre el cemento. Piensa en mamá, sus amigas, las amigas de mamá, el te, el vino, el mal sexo y ese novio que no fue. Piensa en papá, los caballos, su humedad, la carrera y las obras completas de algún autor de medio pelo que vive mal.

Dos que no entienden como esa clase prefiere restregar su rostro contra el suelo. Se preguntan si ella sufrió, si ella está enferma o qué. No entienden como pero festejan el poder jactarse de ello. La mona se viste de seda, pero termina en el barrio, con los pibes.
Arde, duele, pero ¿no es eso lo que busca? Las pastillas, los intentos, quebrarse en Palermo… no tiene el mismo gusto luego de probarse con los pibes.

¿No es el lugar perfecto para que jueguen las niñas?
Cuando la vida transcurre en un parque de diversiones, cuando la satisfacción se transforma en obligación, cuando el deseo se complace sin limites y cuando la obligación es evitar el dolor.
¿Dónde jugaran las niñas?
Un rato nomás.
Después vuelven con mamá y papá.

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