viernes, julio 11, 2014

Por qué me hice periodista

Lo vi en una película yanqui.  Un detective lleva en su coche oficial a un testigo poco creíble que se presentó espontáneamente a decir que su hermano era un asesino serial de casos que el detective en cuestión investigaba. Era, todo, demasiado real como para que parezca una película. La mayoría de los crímenes, bah, el sistema penal es siempre un depósito de libros prohibidos, fallados, rotos. Una especie de sótano de la prestigiosa biblioteca de la ciudad.
Una vez, Lanata, dijo en su programa de TV en el trece: en la cárcel todos dicen que son inocentes. Y no, claro, ninguno es inocente. En los términos en los que el delito y, básicamente, los reguladores del delito (que es una manera de dominar la sociedad a través del deseo y la represión: puede parecer utópico... Pues no, lo que suena utópico es tratar de modificar este patrón de dominación, y a partir de esa imposibilidad de la imaginación, se deriva que es falso el análisis de que el delito es un castigo irracional. Pero el castigo es irracional y el castigo penal es un arma de dominación social: ¿se requieren más pruebas que la simple evidencia de que son los dominadores los que saben esto, son los jueces, docentes universitarios, obispos, generales, ministros, empresarios de medios, jueces, asesinos seriales y fiscales? ¿Qué dice un fiscal, como el beliebers K, que trabaja de Fiscal de la Nación, en la Feria del Libro en el predio de la Sociedad Rural, qué dice ese boludo cuando dice "el castigo es irracional"? Dice que él, que es el poder, sabe y le importa tres carajos pero sabe que está utilizando todos los mitos en torno al poder coercitivo del estado para favorecerse a él y a los que a él le agraden, que pueden ser familiares de gente que sufrió, holgazanes de la Academia, artistas pasados de drogas, rugbiers psicópatas que abrazan el socialismo, periodistas con tendencia al suicido, da lo mismo, él arma con todo eso una racionalidad y la hace poder: la hace pañuelito emblema de la patria aunque hayan ESTAFADO Y NEGREADO "bolivianos de mierda", las hacen heoínas de Alicia en el País de las Culebrillas, las hacen comandante hasta siempre. ¿Qué destino tendrían esas elucubraciones legítimas, tiernas, pero naturalmente discutibles si no fuera Fiscal de la Nación, hablando en la Feria del Libro, en el predio de la Sociedad Rural y custodiado por todos los poderes armados del estado? Ninguno, sin todo eso sería un boludo más. Como yo. Como vos. ) entienden la culpabilidad: negro, joven, pobre.
El detective le decía al testigo, mientras caía una tormenta infernal y el parabrisas de la patrulla hacía un sonido asmático: "hubieras sido un gran policía, tenés institnto. Un buen policía es el que tiene instinto".
¿Cómo, y las leyes, la producción de la prueba, la sarasa de la ley y la legitimidad por la cual los jueces son ricos, dónde queda, si al final se resume todo en un asunto de instinto?
El semanario Parlamentario, editado en oficinas del estado, aunque es privado, cobra su tapa a los legisladores que quieran publicar un montón de afiches con la tapa de la revista que nadie leerá, de manera de generar en el traseúnte la noción de que "los medios"  alaban la tarea del susodicho pagador.
El semanario Parlamentario sirve también como enlace para que los periodistas de las provincias, mal pagos y desmoralizados, empiecen a trabajar de encargado de la prensa de algún legislador. Lo que permite que el medio de comunicación, de paso, pague bajos salarios. El prensero sabe que si deja el trabajo en el medio de comunicación que lo explota, su sueldo verdadero, el del Congreso, cae: lo rajan, pues no puede colar en los diarios que el legislador es la reencarnación de la patria.
El prensero, además, le escribe al legislador el discurso por el que parece reencarnación de la patria. Cuando apenas si sabe leer y escribir.
El cristinismo, Kirchner no era tan pelotudo: era más eficaz, hizo de este mecanismo perverso la solución raccionaria: los legisladores son los buenos, los empresarios también si se alinean, los malos son los periodistas.
¿Cómo se responde a eso?
Clarín planteó la tesis de medios económicamente fuertes, tesis que favorecía más a los gerentes que a la libertad de expresión. Y en el capitalismo, eso deriva, inevitablemente, en concentración y monopolio.
Casi todo el periodismo mal llamado militante, cobra dos pesos de los medios donde se los ve. Y en los medios donde se los ve se hace un culto de no decir cuanto cobran, porque les conviene a los empresarios.
Yo recorrí todo ese espinel. Fui prensero, trabajador en negro, desocupado, estrella, marginado, negreado, reivindicado, olvidado, aplaudido. Y mi cabeza está programada para esos movimientos cíclicos del cosmos. Porque el periodismo es un olfato. Irracional.
¿Cómo, y la construcción de la noticia, las fuentes, los homenajes, los canjes, la corrección, el altruismo, la abalada del mercenario terrorista, el himno al que ya está muerto y todo eso, no corre? Sí. Son las condiciones de posibilidad.
La corporación periodística, que es un mundo aparte de la corporación de empresarios de medios, donó un histeriqueo pelotudísimo con las nuevas tecnologías de la comunicación; la religión medieval de occidente. Recién, ahora, va entendiendo lo improductivo de la monserga.
El asunto es así: cagazo en los periodistas pelados porque con las nuevas tecnologías cualquiera se cree periodista. Y lo es. De hecho, el conglomerado que armó Cristina o el de Ernestina, están manejados por Contadores, Abogados, Narcotraficantes, Financistas, Lavadores de dinero, prostitutas de clase social equivocada, policías bonaerenses que lamentablemente nacieron en Belgrano y se dedicaron a los medios, infradotados que escriben libros y dan lecciones morales y ministros y legisladores y jueces que quieren cogerse a la prostituta de moda en el programa de más audiencia. Un burdel donde cada participante tiene su abogado, de manera de no transgredir las leyes.
El semanario Parlamentario premia a los legisladores que saquen más leyes. Lo que significa, a medida que hay más y más leyes, que un delincuente será toda persona que no tenga para pagar un abogado.
Bienvenidos al mundo real.
Un político de izquierda no es el payaso liberal que habla de la presencia del estado en la economía, o que la economía maneja la política. Todos preceptos de ultra derecha.
Un político de izquierda es el que pide simplificar el sistema impositivo, penal y estadístico. Y aboga por el malquerido materialismo.
Hay que desconfiar de todo arribista que en nombre de la izquierda no quiera decir cuánto cobra, de dónde y se haga el hippie con la guita. Si no habla de guita en la mesa, es un oligarca. Lo siento si tienen los valores cambiados.
Es más, me da paja explicar ésto. No voy a explicar ni mierda. El tiempo, mezcladora de la cal y arena de la historia, es implacable. Y la enorme ventaja de quienes somos minoría pero podemos, sabemos y queremos escribir, incluso queremos más de lo que sabemos, es dejar el testimonio.
El testimonio que prevalece.
Por una sencilla razón: leer a Walt Whitman s perder el tiempo. Hay que leer leyes, sarasas fiscales, álgebras de la desigualdad, revistas de puteríos, técnicas para chuparle la pija a un cura. Cosas que te sirvan. Te hana avanzar. Ser más sólido. Estable. Poderoso. Tener más guita. Tener prestigio. Conjurar los miedos con una eyaculación precoz del alma donde puedas comprar a los editores, los correctores ortográficos, los inspectores morales, los firmadores de expedientes, los dueños de la plata, los que tocan el cielo con la pija muerta cuando apenas se están rascando los huevos.
Los que no tienen instinto. Los que son incapaces de meter la pata en la rejilla. Esos que siempre avanzan. Que nunca pierden. Pelotudos. Pero se cogen las mejores minas. No hacen cola en el hospital público. Todos quieren ir a su cumpleaños. No tienen ojeras ni una milhoja de ropa sucia abajo de la cama. Se los ve bien, van al gimnasio. Conocen a los líderes importantes. Hasta son buenos con los zaparrastrosos que se cruzan aveces. Muy aveces.
No conocen la verguenza de pedirle a un amigo 300 pesos. Ni se dan cuenta que es fin de mes. Ni  siquiera tienen amigos. Los familiares son conspiradores. Andan de juicio en juicio. De vez en cuando se asustan. Muy de vez en cuando. Es cuando se sienten vacíos, imbéciles, superficiales. Cuando leen, casi sin querer, un post como éste.
Se equivocan. No es por consagrar su vida a la facilidad que se sienten imbéciles, es porque la vida es imbécil. No se hagan mucho problema. Bah, tampoco se lo hacían. A lo sumo lo charlaban en terapia.
Donde no tienen ni la más puta idea del costo de la consulta. Tienen tanto miedo a vivir que siempre temen pensar si eso da resultado. Tienen miedo a ser libres. Yo los entiendo. Los compadezco. Pero mil veces se, supe, sabré, que acá, en este cuerpito, sin guita ni prosapia y afuera de la moda por honesto, no se vive mejor.
No.
La vida es ésto. La sospecha permanente de estar haciendo el ridículo y desaprovechando la condición humana.
Te queda reírte.
Reírte y reírte y reírte de vos mismos, del calefón roto, la multa de tránsito, la picana en los huevos, la pendeja del burdel que parecía de 16 y oh, oh, jajaja. Los miedos ajenos. Del sistema. Los vuelos que nos prohibieron, los vuelos de la imaginación. Nos prohibieron esos vuelos de la imaginación para que aumentemos la productividad laboral porque hay que subsidiar la mersa que va en vuelos de verdad, contra el tergopol de las estrellas, al manicomio del cielo.
Esos tipos aberrantes de traje que entran a un aeropuerto, pagan chirolas por viajar en avión. Lo subsidian los que acarrean bolsas en el puerto, los que arreglan cloacas, los que limpian la caquita de tu hija, las que aguantan al inmensamente cruel de tu abuelito. Lo subsidian esos. Los que trabajan. A tu vuelo berreta, en pájaros de metal ensamblados con la tecnología de la guerra, te lo subsidian los docentes rurales, como mi mamá. Ya jubilada. Tiene, creo, 65 años. Jamás viajó a ningún lugar del país en avión.
Uds necesitan haerle mierda los vuelos de la imaginación, para explotar viejas que insisten en no teñirse las canas y llevar su antena vieja de barrio atardecido, su saber fracasado a los poblados rurales donde todavía las gordas sueñan con casarse con un peón con el que estén eternamente enamorados. Donde todavía se cree en el amor. Allá entre chapas, chiqueros, gallinas, satanases y escobas de 15, todavía creen en las cosas que cantamos, escribimos informamos, discurseamos y ya hace rato dejamos de creer.
Mi vieja jamás pudo conocer, le hubiera encantado, pero no pudo, no se dio; de entrar y mirar vidrieras aunque sea, no pudo conocer un shopping.
Pero ayudó a las hijas de los peones a saber leer y escribir. Les explicó que no había que cagarlas a palo por querer ir a la escuela. Que ser pobre no es una condena del demonio. Que había una esperanza y estaba en los libros. Que la vida es pelea. Luchar, luchar, luchar.
Dios ama a los peones que luchan.
Pero mucho más los quieren sus nietos.
Cuando visitan el cementerio y las tías viejas, al costado de ese muro de anonimatos que son las tumbas de los que no tienen guita, cuentan las hazañas heroicas del muerto.
Hazañas idiotas. Pequeñas. Tan vulgares que dan verguenza.
Como juntar plata tres años para que el nieto vaya a la escuela.
Juntar plata tres años para comprarle una camisa, unos zapatos y una corbata.
De esas hazañas que hay que contar en secreto, en familia, porque son poca cosa y para que nadie se burle; de esas hazañas surgieron maradonas, atahualpas, san martines, john lenons, jesucristos, perones, robertos arlts, favaloros,  facundos cabrales y trillones y trillones de olvidados. De esas hazañas de chapa y cartón saldrán las próximas esperanzas del mundo. Sino salen de ahí habrá que dejar de creer en la esperanza de cambiar el mundo. Habrá que creen el estadística, la ciencia, la televisión, los discursos. Todas esas cosas para las que no hay que luchar. Simplemente hay que adaptarse.
Yo me hice periodista para no adaptarme


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