jueves, julio 24, 2014

Quién es Pignanelli y qué rol tuvo en LEAR





Veamos estos sucesos y luego saquemos las conclusiones.

El lunes 17 de julio la multinacional yanqui Lear cita a sus trabajadores a las 6 a.m. en la puerta de otra fábrica, la VW. En total se reúnen unas 400 personas. La curiosa cita es justificada en nombre de que irán todos juntos para sortear el piquete de los despedidos y suspendidos. 
En un momento llegan más de 10 micros y les ordenan subir. Una vez arriba miembros de la burocracia sindical del SMATA les informan que no irán a la fábrica como estaba previsto sino a la sede central del sindicato, ubicada a pocas cuadras de la Casa Rosada. 
Ni bien comienza el viaje se intima a los trabajadores a no mandar mensajes ni hacer llamados con sus celulares, para evitar que puedan avisarles a sus compañeros que están en el piquete, entre ellos a los delegados que aún sin estar despedidos la patronal le impide el ingreso. Se trata, claro, de un virtual secuestro. 
Al llegar al sindicato aparece el burócrata máximo del SMATA, Ricardo Pignanelli. 
Toma la palabra y dice que “es una asamblea sin debate” y pasa a leer una carta de la empresa, donde ésta amenaza diciendo que si no se revoca a los delegados la planta puede cerrar. Al concluir la lectura Pignanelli intima a los trabajadores a firmar un acta pidiendo la revocatoria de la comisión interna. Para que no haya dudas del apoyo oficial a esta movida patronal-burocrática el Ministerio de Trabajo envió varios veedores a la "asamblea"
Constataron que todo se hizo “democráticamente”.




Satisfecho con el trabajo realizado, Pignanelli salió a comunicar la buena nueva. 
En un programa de radio declaró “ya no quedan delegados de izquierda en las fábricas del SMATA”


A los días se lo vio compartiendo escenario nada más y nada menos que con la presidenta de la Nación, Cristina Kirchner, en un acto organizado en la empresa Yamaha. No muy lejos de ahí los trabajadores de Lear seguían en las carpas haciendo el aguante, para reclamar contra las suspensiones y despidos.

En el acto de Yamaha, transmitido por los medios de comunicación, la presidenta la emprendió contra los fondos buitres.

¿Pero que es Lear, sino un buitre de enorme magnitud instalado dentro de nuestro territorio nacional? 
Lear Corporation factura anualmente U$s 17.000 millones de dólares. Aquí paga salarios bajos, que no llegan a los U$s 1.000. Obtiene, por ello, ganancias inmensas. Como quiere despedir a su antojo necesita quitar del medio a una Comisión Interna independiente y honesta. Cuenta con el concurso de la dirección del SMATA, que considera a esa Comisión Interna como enemiga. 

Entre ambos no dudaron en cerrar la fábrica durante días. El gobierno se ´solidariza´ con la patronal permitiéndole importar los cables que produce aquí, para evitar un desabastecimiento. 
Esto ocurre cuando las importaciones están restringidas, porque los dólares deben ser usados para el pago de la deuda. 
Pero Lear es Lear y hay que permitirle usar dólares para importar. 

La “política de estado” es derrotar a los trabajadores.

Esta historia, completamente real, se repite sistemáticamente. Si hoy es Lear mañana será otra patronal. Y el lugar de Pignanelli lo puede ocupar cualquier otro burócrata sindical, que recurre a los mismos métodos para manejar a punta de pistola los sindicatos. Todos saben que siempre encontrarán el apoyo del Ministerio de Trabajo y aún más, de la propia presidenta. 
Después de todo fue Cristina Kirchner la que inmortalizó la frase, dirigida a manera de elogio a Pedraza, “el sindicalismo que construye”.

Para que no haya dudas, la burocracia sindical recurrió al carísimo mecanismo de las solicitadas para dejar en claro su posición. En vez de denunciar los despidos y las suspensiones denunciaron a la izquierda, reclamando que los luchadores del movimiento obrero sean expulsados de las fábricas
Es el lenguaje de la Triple A, aunque no sólo el lenguaje. En los sindicatos no hay democracia ni mucho menos; tampoco en las fábricas. El ciudadano vota cada dos años pero trabaja todos los días; en esa actividad cotidiana manda el patrón y manda el burócrata sindical respaldado por el gobierno y el Estado. Si con esto no alcanzara ahí está Berni con su Gendarmería en la Panamericana, mientras las fronteras están desguarnecidas para que pase libre el narcotráfico.



Vamos al grano. El gobierno no puede gobernar sin la burocracia sindical. Si los trabajadores pudiesen organizarse libremente no soportarían que el 40% esté en negro o precarizado, ni que el 50% tenga salarios inferiores a los $ 4.500, cuando la canasta familiar como mínimo duplica ese monto. La burocracia sindical le asegura al gobierno lo que necesita la clase capitalista para incrementar la tasa de explotación. Es el tributo que debe pagar el pueblo para “reconstruir a la burguesía nacional”, tarea que Néstor Kirchner declaró como su estrategia, al asumir en mayo del 2003: era esto.

La burocracia sindical es totalmente consciente de que sus intereses son opuestos a los que tienen los trabajadores. Su fortuna se basa en el robo y la usurpación de las organizaciones sindicales, no en el derecho de propiedad asegurado por un marco jurídico. Debe, por ello, recurrir a la fuerza. Por eso arman patotas, Favales y asesinos de baja calaña.

En el pasado la burocracia trataba de encubrir sus objetivos inconfesables usando para sí el prestigio del peronismo. Pero hoy el peronismo es un fenómeno en disolución que desprestigia y no prestigia, y la burocracia a su vez ha incrementado como nunca antes sus negocios. Así queda más expuesto que nunca que se trata de una mafia que usurpa los sindicatos en su propio beneficio.

La única corriente política que lucha contra la burocracia sindical es la izquierda. Este dato político es de una importancia radical. 
Por si sólo alcanza para colocar a la izquierda muy por delante del resto de las formaciones políticas del país. La lucha contra esta burocracia es para recuperar los sindicatos, para defender los reclamos de los trabajadores y también para eliminar un factor de criminalización de la sociedad. 

El problema que tiene la burocracia es que la izquierda está creciendo en todo el país. Lo hace en las fábricas y en los sindicatos, pero también como alternativa política. La izquierda disputa en todos los terrenos, y también allí donde el peronismo se creía amo y rey.

Ha comenzado un proceso cuyo sentido es inexorable. En él Cristina Kirchner es un factor secundario. Sus gritos contra los buitres se saben falsos. Sobre todo allí en la puerta de Lear, donde centenares de trabajadores siguen haciendo el aguante.





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