Veamos estos sucesos y
luego saquemos las conclusiones.
El lunes 17 de julio
la multinacional yanqui Lear cita a sus trabajadores a las 6 a .m. en la puerta de otra
fábrica, la VW. En total
se reúnen unas 400 personas. La curiosa cita es justificada en nombre de que
irán todos juntos para sortear el piquete de los despedidos y suspendidos.
En
un momento llegan más de 10 micros y les ordenan subir. Una vez arriba miembros
de la burocracia sindical del SMATA les informan que no irán a la fábrica como
estaba previsto sino a la sede central del sindicato, ubicada a pocas cuadras
de la Casa Rosada.
Ni bien comienza el viaje se intima a los trabajadores a no mandar mensajes ni
hacer llamados con sus celulares, para evitar que puedan avisarles a sus
compañeros que están en el piquete, entre ellos a los delegados que aún sin estar
despedidos la patronal le impide el ingreso. Se trata, claro, de un virtual
secuestro.
Al llegar al sindicato aparece el burócrata máximo del SMATA, Ricardo Pignanelli.
Toma la palabra y dice que “es una asamblea sin debate” y pasa a
leer una carta de la empresa, donde ésta amenaza diciendo que si no se revoca a
los delegados la planta puede cerrar. Al concluir la lectura Pignanelli intima
a los trabajadores a firmar un acta pidiendo la revocatoria de la comisión
interna. Para que no haya dudas del apoyo oficial a esta movida
patronal-burocrática el Ministerio de Trabajo envió varios veedores a la "asamblea".
Constataron que todo se hizo “democráticamente”.
Satisfecho con el
trabajo realizado, Pignanelli salió a comunicar la buena nueva.
En un programa
de radio declaró “ya no quedan delegados de izquierda en las fábricas del
SMATA”.
A los días se lo vio compartiendo escenario nada más y nada menos que
con la presidenta de la Nación ,
Cristina Kirchner, en un acto organizado en la empresa Yamaha. No muy lejos de
ahí los trabajadores de Lear seguían en las carpas haciendo el aguante, para
reclamar contra las suspensiones y despidos.
En el acto de Yamaha,
transmitido por los medios de comunicación, la presidenta la emprendió contra
los fondos buitres.
¿Pero que es Lear, sino un buitre de enorme magnitud
instalado dentro de nuestro territorio nacional?
Lear Corporation factura
anualmente U$s 17.000 millones de dólares. Aquí paga salarios bajos, que no
llegan a los U$s 1.000. Obtiene, por ello, ganancias inmensas. Como quiere
despedir a su antojo necesita quitar del medio a una Comisión Interna
independiente y honesta. Cuenta con el concurso de la dirección del SMATA, que
considera a esa Comisión Interna como enemiga.
Entre ambos no dudaron en cerrar
la fábrica durante días. El gobierno se ´solidariza´ con la patronal
permitiéndole importar los cables que produce aquí, para evitar un
desabastecimiento.
Esto ocurre cuando las importaciones están restringidas,
porque los dólares deben ser usados para el pago de la deuda.
Pero Lear es Lear
y hay que permitirle usar dólares para importar.
La “política de estado” es
derrotar a los trabajadores.
Esta historia,
completamente real, se repite sistemáticamente. Si hoy es Lear mañana será otra
patronal. Y el lugar de Pignanelli lo puede ocupar cualquier otro burócrata
sindical, que recurre a los mismos métodos para manejar a punta de pistola los
sindicatos. Todos saben que siempre encontrarán el apoyo del Ministerio de
Trabajo y aún más, de la propia presidenta.
Después de todo fue Cristina
Kirchner la que inmortalizó la frase, dirigida a manera de elogio a Pedraza,
“el sindicalismo que construye”.
Para que no haya dudas, la burocracia sindical recurrió al carísimo mecanismo de las solicitadas para dejar
en claro su posición. En vez de denunciar los despidos y las suspensiones
denunciaron a la izquierda, reclamando que los luchadores del movimiento obrero
sean expulsados de las fábricas.
Es el lenguaje de la
Triple A , aunque no sólo el lenguaje. En
los sindicatos no hay democracia ni mucho menos; tampoco en las fábricas. El
ciudadano vota cada dos años pero trabaja todos los días; en esa actividad
cotidiana manda el patrón y manda el burócrata sindical respaldado por el
gobierno y el Estado. Si con esto no alcanzara ahí está Berni con su
Gendarmería en la
Panamericana , mientras las fronteras están desguarnecidas
para que pase libre el narcotráfico.
Vamos al grano. El
gobierno no puede gobernar sin la burocracia sindical. Si los trabajadores
pudiesen organizarse libremente no soportarían que el 40% esté en negro o
precarizado, ni que el 50% tenga salarios inferiores a los $ 4.500, cuando la
canasta familiar como mínimo duplica ese monto. La burocracia sindical le
asegura al gobierno lo que necesita la clase capitalista para incrementar la
tasa de explotación. Es el tributo que debe pagar el pueblo para “reconstruir a
la burguesía nacional”, tarea que Néstor Kirchner declaró como su estrategia,
al asumir en mayo del 2003: era esto.
La burocracia sindical
es totalmente consciente de que sus intereses son opuestos a los que tienen los
trabajadores. Su fortuna se basa en el robo y la usurpación de las
organizaciones sindicales, no en el derecho de propiedad asegurado por un marco
jurídico. Debe, por ello, recurrir a la fuerza. Por eso arman patotas, Favales
y asesinos de baja calaña.
En el pasado la
burocracia trataba de encubrir sus objetivos inconfesables usando para sí el
prestigio del peronismo. Pero hoy el peronismo es un fenómeno en disolución que
desprestigia y no prestigia, y la burocracia a su vez ha incrementado como
nunca antes sus negocios. Así queda más expuesto que nunca que se trata de una
mafia que usurpa los sindicatos en su propio beneficio.
La única corriente
política que lucha contra la burocracia sindical es la izquierda. Este dato
político es de una importancia radical.
Por si sólo alcanza para colocar a la
izquierda muy por delante del resto de las formaciones políticas del país. La lucha
contra esta burocracia es para recuperar los sindicatos, para defender los
reclamos de los trabajadores y también para eliminar un factor de
criminalización de la sociedad.
El problema que tiene
la burocracia es que la izquierda está creciendo en todo el país. Lo hace en
las fábricas y en los sindicatos, pero también como alternativa política. La
izquierda disputa en todos los terrenos, y también allí donde el peronismo se
creía amo y rey.
Ha comenzado un
proceso cuyo sentido es inexorable. En él Cristina Kirchner es un factor
secundario. Sus gritos contra los buitres se saben falsos. Sobre todo allí en
la puerta de Lear, donde centenares de trabajadores siguen haciendo el aguante.
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