La unción de Santa Marta
Por Fraco Rinaldi
Escritor y periodista
En el primer contacto con las cámaras, la presidente no pudo evitar
contradecirse.
Si es verdad, como dijo la jefe de Estado, que el Papa “habla por sus palabras”
y no por la de terceros, la desmentida de CFK sobre la evidente preocupación de
Jorge Mario Bergoglio respecto de la gobernabilidad en la Argentina carece
totalmente de validez, toda vez que no son palabras del obispo de Roma, si no
de su ocasional vocera.
Sin embargo, me permito creer que dentro del papelón comunicacional
que envuelve la gestión del hombre acostumbrado a andar en subte por Buenos
Aires, las declaraciones de un obispo que lo frecuenta cotidianamente, se
escuchan más creíbles que la desmentida de la presidente Cristina. La señora,
no convive con la realidad de su palabra devaluada, o al menos lo niega en
público.
La unción a Santa Marta, casi, casi extremaunción, como todo el mundo
sabe no fue una invitación, fue un pedido de respaldo del gobierno argentino,
para que desde el mini-Estado Vaticano se genere, aunque sea, una mínima señal
que baje la velocidad del deterioro #irreversible que sobrelleva el poco
gobierno que le queda en pie a la señora. Es tal vez el último logro disponible
para la malograda diplomacia argentina que conduce, formalmente, el periodista
Timerman. Es que la falta de logros del señor Canciller gozan del beneficio de
pasar desapercibidos debido al descarrilamiento total del niño Axel, quien
experimentó en su crecimiento como funcionario, una relación directamente
proporcional al de la visibilidad de su ternura y fracaso.
Lejos quedaron las expectativas del sueño más deseado de la señora, de
ser recibida en la Casa Blanca por el presidente más marketinero de la
historia. Responsabilidades que comparten algunos de los antecesores en
Washington de Cecilia Nahon, como son los embajadores Arguello, Chiaradía y
también el hoy jefe de la diplomacia Timerman. Ninguno pudo conseguir la tan
ansiada bilateral, en Washington, ordenada durante años por la señora.
Tal vez el embajador en la sombras, Moreno, sea quien consigue este
tipo de logros minúsculos, que a su vez el gobierno vende, necesariamente, como
cumbres reputadas entre mandatarios determinantes. La señora finalmente consigue
ser invitada a un almuerzo con un jefe de Estado –argentino- de baja intensidad,
un jefe que más que órdenes produce referencias simbólicas y lidera en
legitimad su apostolado de la paz, el perdón y la misericordia. Nada que tenga
demasiada relevancia en el concierto de necesidades argentinas.
El gobierno reivindicó su decaída situación, tanto es así que la
presidente, esta tarde en Santa Marta, le tocó oficiar de vocera del cardenal
Bergoglio al anunciar su próximo viaje a Albania. Pocas veces se ha visto una
debacle semejante de un presidente argentino. La señora reveló la agenda del
pontífice, que no consigue en sus más de doce meses al frente del Vaticano nada
sustantivo. Francisco solo produjo algunos cambios en sus diócesis y
recepciones de equipos de fútbol.
El campeón de los gestos, entonces, concede unciones como cualquier
curita a un enfermo, con un voto de fe y esperanza.
La organización que entroniza a los Larroque, sufre una derrota todavía
más dolorosa, en la remera entregada al Papa. Desnudan que un hombre sin armas,
casi sin territorio y sin dotes de estadista, sorteó con un comunicado de
prensa de un vocero oficial el intento destituyente al que se sumaron los
periodistas con cabida en Democracy Now (0,00001% de la audiencia norteamericana).
Y caricaturiza a la agrupación con cánticos futboleros, que ahora con la cola
entre las patas busca la foto del ex cardenal sosteniendo una remera camporista.
Un viaje político preuniversitario, que arrancó con la proclama de hacer bramar
la liberación y finaliza en la foto con el símbolo más reconocible del statu
quo y la conservación.
Ya en un manual de ciencia política del CBC se les enseña a los chicos
que la iglesia, en términos generales, siempre revuelve la sopa para la
derecha, para la conservación. Lo contrario atentaría contra su propia
literatura.
Muchos se comieron el ademán que duró 7 días, o menos. Después de la
prédica con tufillo a Néstor, del hijo de la presidente, que parecía llenar de
vigor y vida a la agrupación LC, ésta le regala al vencedor una remera con su
insignia, mostrando debilidad y necesidad de apadrinamiento. Así el hombre al
que quisieron desbancar por colaboracionista, es hoy un cura sanador y una búsqueda
desesperada de respaldo.
El hincha de San Lorenzo, que resistió los embates de un gobierno
demacrado, debe conformarse con casar una madre soltera, una foto con Wanda
Nara y fingir diversión con la verborragia de la presidente y sus regalos
reciclados. El desandar de estas figuras se vuelve más para una revista que
para libros, porque básicamente son contendientes que parecen haber tocado, en
el caso de la señora hace rato, su techo.
Además de estructura, poder, dinero, armas, personas, para ser jefe de
Estado se necesita práctica, cintura y formación. Bergoglio carece de casi todo
eso. El hombre encerrado por los poderes internos, imposibilitado de cerrar su
banco, sin grandes logros que mostrar más que su bonhomía como mayor capital
político, pero que resulta insuficiente para producir modificaciones sustanciales
de la doctrina, si es que fuera cierto que las deseara, intentó mirar con
interés el horizonte internacional. El Obispo de Roma, no vio las
imposibilidades o limitaciones y eso lo llevó a sendos fracasos, casi papelones:
justo cuando planeaba una reunión entre líderes de Palestina e Israel, estos
entraron en el conflicto más crudo de los últimos años con una catástrofe humanitaria
en la zona, cuyo alcance total no conocemos.
Se ofreció como mártir para ir al norte de Irak, y ISIS empezó con los
videos de degüellos que provocan a Estados Unidos e Inglaterra. Llamó, como si
viviera en un cuento de hadas, a la unión entre las dos Coreas y la del norte
se muestra más beligerante con la del sur, provocando también a la
superpotencia de occidente.
Francisco, también se fue devaluando.
La unción de los enfermos, es esa que dan los curas también a los
moribundos. Es el más allá, es la apuesta máxima a lo trascendente cuando lo
real nos tiene sentenciados. El efecto es intangible e incomprobable. Es un
acto de fe, del que la da y del que la recibe, pero es parte de una ficción,
legítima y respetable en el que creen millones de personas. Esto no lo
convierte en cierto o eficiente. Eficiencia, justo lo que más le falta al
gobierno de la presidenta.
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