lunes, septiembre 22, 2014

Lo que le importa a Francisco


Argentino. Cura de Buenos Aires. 
En el Santuario de San Cayetano de Liniers. 


Yo soy de los que piensan que Bergoglio realmente no esperaba ser elegido Papa cuando comenzó el Cónclave de marzo de 2013. Pero también pienso que una vez elegido supo desde el primer momento qué quería ser y hacer como Papa: una verdadera revolución que exceda los límites institucionales de la Iglesia Católica. Y en ese sentido su pontificado ejerce un liderazgo que trasciende los límites de la institución eclesial.
Su primer acto programático de gobierno fue la elección del nombre Francisco. Tres días después de la elección, en un encuentro ante más de siete mil periodistas, Bergoglio explicitó el significado de ese nombre. Decía entonces el Papa: “el nombre Francisco de Asís ha entrado en mi corazón. Para mí es el hombre de la pobreza, el hombre de la paz, el hombre que ama y custodia la creación”; y luego entre bromas comentó: “algunos me hicieron diversos chistes: tú deberías llamarte Adriano, porque Adriano VI fue el reformador, y hace falta reformar...” Daba un mensaje claro: estaba asumiendo el papado con una misión encomendada por sus electores: reformar.
Así marcó los cuatro temas prioritarios para su gobierno: la necesidad de reforma de las estructuras de la Iglesia, la importancia y el cuidado de los más pobres, la promoción de la paz mundial y el cuidado del medio ambiente.
En un importante discurso que dio a los obispos latinoamericanos en Brasil y en su documento Evangelii Gaudium, Francisco señaló la necesidad de una “impostergable renovación” de la Iglesia, incluso en el ejercicio del Papado, tendiendo hacia la descentralización del ejercicio de la autoridad. Un planteo valiente y disruptivo.
Esta actitud no sólo es un mensaje para el mundo católico sino que marca un camino para todas las estructuras de poder existentes en el mundo. Es evidente que los sistemas políticos necesitan un cambio y una renovación, las democracias, las Constituciones Nacionales, el modo de participación ciudadana (especialmente desde el crecimiento exponencial de las redes sociales), las relaciones internacionales, la dinámica económica y financiera entre los países, etc. Francisco enseña que el primer paso para la renovación es animarse a discernir qué es lo necesario en los nuevos contextos históricos y sociales y no cerrarse a estructuras caducas o anacrónicas que ya no respondan a las problemáticas actuales. “Docilidad y obediencia a las nuevas realidades” para modificar estructuras de poder en orden a hacerlas más eficaces y acordes a los cambios epocales.
En el mismo discurso ante la prensa mundial, Francisco siguió explicando la elección del nombre. Contó que en el cónclave, en el momento en que alcanzó los votos necesarios estallaron los aplausos porque había sido elegido el Papa y un anciano cardenal brasilero le dijo al oído “no te olvides de los pobres” y entonces siguiendo el discurso a la prensa el Papa lanzó su famosa frase “¡ah! cómo quisiera una Iglesia pobre y para los pobres…”
A partir de allí las “periferias” y los pobres se convirtieron en un núcleo distintivo de su discurso y de sus acciones. Más allá de un “lindo ejemplo de piedad” o una cuestión de imagen, la actitud del Papa ante los pobres es un mensaje para al mundo: el problema de la pobreza es acuciante y debe ser una prioridad para todos, empezando por la Iglesia que a él le compete directamente como su líder, pero también a todas las organizaciones y estructuras sociales. Francisco dice que la pobreza hoy es un grito y un escándalo, a la vez que un desafío y una responsabilidad para todos. En este sentido se entiende su permanente referencia a todo tipo de vulnerabilidad, visibilizando realidades escondidas especialmente gracias a su protagonismo mediático.


El tercer tema franciscano es la paz. Inspirado por el santo de Asís, el Papa se presenta como “el hombre de la paz”. Francisco propone una mirada realista del contexto sociopolítico actual y da signos de querer ejercer un liderazgo espiritual en la construcción de instancias superadoras ante los conflictos vigentes.
Su rol consiste en animar a la paz y denunciar la guerra y los factores que la promueven como por ejemplo el comercio armamentístico, flanco habitual de los ataques papales, como así también la indiferencia y la codicia de los poderosos. El diagnóstico del Papa sobre la situación del mundo actual respecto de la paz es clara y contundente: en varias ocasiones ha insistido en que vivimos en el mundo una suerte de “tercera guerra mundial combatida por partes”.
Luego de su viaje a Tierra Santa, el Papa invitó al Vaticano a los líderes de Israel y Palestina a orar juntos por la paz y meses después recrudeció violentamente el conflicto en la franja de Gaza. Una primera mirada podría pensar en la inutilidad de aquella reunión. Pero no caben dudas de que más allá de los resultados inmediatos, la convocatoria en sí y el encuentro han constituido un hito simbólico innegable: el reconocimiento de un plano superador del conflicto. Explícitamente el Papa aclaró que su invitación no era una mediación entre los dos gobiernos sino que su intención era promover una instancia espiritual que abriera puertas a otro tipo de acercamiento.
La paz es una necesidad impostergable en un mundo donde surgen y crecen tantos conflictos y tantas guerras y su ejemplo anima a iniciar procesos novedosos en la construcción de la paz. Francisco también sale al encuentro de la realidad de los conflictos de religión y siguiendo la línea discursiva de sus antecesores postula la contradicción entre guerra y religión, rechazando todo tipo de fundamentalismo y violencia religiosa.
Finalmente el Papa relaciona su misión al cuidado del medio ambiente: “Francisco de Asís para mí (…) es el hombre que ama y custodia la creación; en este momento en que mantenemos con la creación una relación no tan buena, ¿no?”. Así enunciaba el Papa su programa en torno al tema ambiental en aquel discurso a los periodistas que venimos mencionando. Se sabe además que lleva meses trabajando un documento sobre ecología y medio ambiente que presumiblemente saldrá a principios de 2015 y habrá que esperar ese escrito para encontrar allí en forma sistemática y ordenada su pensamiento sobre el tema. Sin embargo podemos animarnos a decir que el núcleo será la centralidad de la dignidad humana en la cuestión ambiental: “ecología humana y ecología medioambiental caminan juntas” dirá el Papa. Su misión en este campo será llamar a “cultivar y cuidar la tierra” y promover una “cultura de la inclusión” frente a la “cultura del descarte” evitando cualquier posible antinomia entre humanismo y ecología. La cuestión ambiental es para Francisco un tema religioso porque obedece a la lógica de cuidar y hacer crecer la naturaleza reconocida ésta como obra creada por Dios. La cuestión de la dignidad humana y la promoción de la cultura del encuentro y de la inclusión forman parte de la cuestión ecológica humana y ambiental.

En estos cuatro grandes núcleos se desenvuelve su papado. Y a la vez son los cuatro grandes temas del tiempo que vivimos. No se trata éste de un pontificado que mira puertas adentro de la Iglesia para quedarse en sus asuntos internos sino que hace frente a las grandes cuestiones del mundo desde una perspectiva integral del mensaje y los valores de Jesús de Nazareth.

Las prioridades del Papa en su gobierno de la Iglesia son a la vez una agenda que muestra los grandes desafíos del mundo en este tiempo de la historia. Quizás por eso su figura se ha convertido en tan poco tiempo en referencia obligada en el escenario político mundial, por entender y afrontar los problemas que importan.

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