Argentino. Cura de Buenos Aires.
En el Santuario de San Cayetano de Liniers.
Yo
soy de los que piensan que Bergoglio realmente no esperaba ser elegido Papa cuando
comenzó el Cónclave de marzo de 2013. Pero también pienso que una vez elegido
supo desde el primer momento qué quería ser y hacer como Papa: una verdadera
revolución que exceda los límites institucionales de la Iglesia Católica. Y en
ese sentido su pontificado ejerce un liderazgo que trasciende los límites de la
institución eclesial.
Su
primer acto programático de gobierno fue la elección del nombre Francisco. Tres
días después de la elección, en un encuentro ante más de siete mil periodistas,
Bergoglio explicitó el significado de ese nombre. Decía entonces el Papa: “el nombre Francisco de Asís ha entrado en
mi corazón. Para mí es el hombre de la pobreza, el hombre de la paz, el hombre
que ama y custodia la creación”; y luego entre bromas comentó: “algunos me hicieron diversos chistes: tú
deberías llamarte Adriano, porque Adriano VI fue el reformador, y hace falta
reformar...” Daba un mensaje claro: estaba asumiendo el papado con una
misión encomendada por sus electores: reformar.
Así
marcó los cuatro temas prioritarios para su gobierno: la necesidad de reforma
de las estructuras de la Iglesia, la importancia y el cuidado de los más
pobres, la promoción de la paz mundial y el cuidado del medio ambiente.
En
un importante discurso que dio a los obispos latinoamericanos en Brasil y en su
documento Evangelii Gaudium, Francisco señaló la necesidad de una “impostergable
renovación” de la Iglesia, incluso en el ejercicio del Papado, tendiendo hacia
la descentralización del ejercicio de la autoridad. Un planteo valiente y
disruptivo.
Esta
actitud no sólo es un mensaje para el mundo católico sino que marca un camino
para todas las estructuras de poder existentes en el mundo. Es evidente que los
sistemas políticos necesitan un cambio y una renovación, las democracias, las
Constituciones Nacionales, el modo de participación ciudadana (especialmente
desde el crecimiento exponencial de las redes sociales), las relaciones
internacionales, la dinámica económica y financiera entre los países, etc. Francisco
enseña que el primer paso para la renovación es animarse a discernir qué es lo necesario
en los nuevos contextos históricos y sociales y no cerrarse a estructuras
caducas o anacrónicas que ya no respondan a las problemáticas actuales. “Docilidad
y obediencia a las nuevas realidades” para modificar estructuras de poder en
orden a hacerlas más eficaces y acordes a los cambios epocales.
En
el mismo discurso ante la prensa mundial, Francisco siguió explicando la
elección del nombre. Contó que en el cónclave, en el momento en que alcanzó los
votos necesarios estallaron los aplausos porque había sido elegido el Papa y un
anciano cardenal brasilero le dijo al oído “no te olvides de los pobres” y entonces
siguiendo el discurso a la prensa el Papa lanzó su famosa frase “¡ah! cómo quisiera una Iglesia pobre y para
los pobres…”
A
partir de allí las “periferias” y los pobres se convirtieron en un núcleo
distintivo de su discurso y de sus acciones. Más allá de un “lindo ejemplo de
piedad” o una cuestión de imagen, la actitud del Papa ante los pobres es un
mensaje para al mundo: el problema de la pobreza es acuciante y debe ser una
prioridad para todos, empezando por la Iglesia que a él le compete directamente
como su líder, pero también a todas las organizaciones y estructuras sociales.
Francisco dice que la pobreza hoy es un grito y un escándalo, a la vez que un
desafío y una responsabilidad para todos. En este sentido se entiende su
permanente referencia a todo tipo de vulnerabilidad, visibilizando realidades
escondidas especialmente gracias a su protagonismo mediático.
El
tercer tema franciscano es la paz. Inspirado por el santo de Asís, el Papa se
presenta como “el hombre de la paz”. Francisco propone una mirada realista del
contexto sociopolítico actual y da signos de querer ejercer un liderazgo
espiritual en la construcción de instancias superadoras ante los conflictos
vigentes.
Su
rol consiste en animar a la paz y denunciar la guerra y los factores que la
promueven como por ejemplo el comercio armamentístico, flanco habitual de los
ataques papales, como así también la indiferencia y la codicia de los
poderosos. El diagnóstico del Papa sobre la situación del mundo actual respecto
de la paz es clara y contundente: en varias ocasiones ha insistido en que
vivimos en el mundo una suerte de “tercera guerra mundial combatida por partes”.
Luego
de su viaje a Tierra Santa, el Papa invitó al Vaticano a los líderes de Israel
y Palestina a orar juntos por la paz y meses después recrudeció violentamente el
conflicto en la franja de Gaza. Una primera mirada podría pensar en la inutilidad
de aquella reunión. Pero no caben dudas de que más allá de los resultados
inmediatos, la convocatoria en sí y el encuentro han constituido un hito
simbólico innegable: el reconocimiento de un plano superador del conflicto.
Explícitamente el Papa aclaró que su invitación no era una mediación entre los
dos gobiernos sino que su intención era promover una instancia espiritual que
abriera puertas a otro tipo de acercamiento.
La
paz es una necesidad impostergable en un mundo donde surgen y crecen tantos conflictos
y tantas guerras y su ejemplo anima a iniciar procesos novedosos en la
construcción de la paz. Francisco también sale al encuentro de la realidad de
los conflictos de religión y siguiendo la línea discursiva de sus antecesores
postula la contradicción entre guerra y religión, rechazando todo tipo de
fundamentalismo y violencia religiosa.
Finalmente
el Papa relaciona su misión al cuidado del medio ambiente: “Francisco de Asís para mí (…) es el hombre que ama y custodia la
creación; en este momento en que mantenemos con la creación una relación no tan
buena, ¿no?”. Así enunciaba el Papa su programa en torno al tema ambiental en
aquel discurso a los periodistas que venimos mencionando. Se sabe además que
lleva meses trabajando un documento sobre ecología y medio ambiente que
presumiblemente saldrá a principios de 2015 y habrá que esperar ese escrito
para encontrar allí en forma sistemática y ordenada su pensamiento sobre el
tema. Sin embargo podemos animarnos a decir que el núcleo será la centralidad de
la dignidad humana en la cuestión ambiental: “ecología humana y ecología medioambiental caminan juntas” dirá el
Papa. Su misión en este campo será llamar a “cultivar y cuidar la tierra” y
promover una “cultura de la inclusión” frente a la “cultura del descarte”
evitando cualquier posible antinomia entre humanismo y ecología. La cuestión
ambiental es para Francisco un tema religioso porque obedece a la lógica de
cuidar y hacer crecer la naturaleza reconocida ésta como obra creada por Dios. La
cuestión de la dignidad humana y la promoción de la cultura del encuentro y de
la inclusión forman parte de la cuestión ecológica humana y ambiental.
En
estos cuatro grandes núcleos se desenvuelve su papado. Y a la vez son los
cuatro grandes temas del tiempo que vivimos. No se trata éste de un pontificado
que mira puertas adentro de la Iglesia para quedarse en sus asuntos internos
sino que hace frente a las grandes cuestiones del mundo desde una perspectiva integral
del mensaje y los valores de Jesús de Nazareth.
Las
prioridades del Papa en su gobierno de la Iglesia son a la vez una agenda que
muestra los grandes desafíos del mundo en este tiempo de la historia. Quizás
por eso su figura se ha convertido en tan poco tiempo en referencia obligada en
el escenario político mundial, por entender y afrontar los problemas que
importan.
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