“El peronismo, a
diferencia del marxismo y del neoliberalismo, ha sabido cabalgar la historia.
No es un movimiento ideológico. Acepta el proceso evolutivo; no rechaza lo
nuevo.”
Antonio Cafiero
Una de las discusiones que empieza a tomar actualidad de cara a la carrera electoral es la posibilidad potencial de encontrarse con un gobierno no-peronista en 2015. Un contexto de desgaste del oficialismo y un peronismo dividido en la pugna por la sucesión han llevado a parte del análisis político a considerar esta posibilidad.
La economía en situación recesiva, el crecimiento de Mauricio Macri en las encuestas y el conflicto al interior de la alianza UNEN por un eventual acuerdo con el PRO han puesto nuevamente el debate sobre la mesa: ¿puede un gobierno no-peronista ser electo en 2015?
Tal
como lo señala Carlos Pagni, el colapso del radicalismo en el año 2001
condujo a la desaparición de la principal herramienta de representación de los
sectores medios en el arco político y resulta sustancial para leer la hegemonía
política del kirchnerismo durante la posconvertibilidad, en tanto conductor del
subsistema peronista. Es en ese sentido que el surgimiento de UNEN y su
potencial acuerdo con el PRO señalan un desafío inédito para el justicialismo
en el último decenio, enfrentando por primera vez la voluntad política de
unificar el universo panradical y marcando un punto de quiebre con la
atomización que lo signó durante los últimos años. Sin embargo, más allá de su
condición innovadora, resulta difícil imaginar una proyección presidencial de
un armado conjunto entre la alianza UNEN y el PRO.
En primer lugar, la conformación de una alternativa
competitiva al justicialismo es también un incentivo a la organicidad del arco
peronista. Con la casi descontada seguridad de que la elección presidencial se
definirá en un ballotage, la ronda electoral contará de 3 instancias (primarias
abiertas, primera y segunda vuelta) que proveen distintos tiempos y
oportunidades para el reordenamiento de la dirigencia justicialista. La
conformación del bloque UNEN, urgido por el apuro de mostrar una alternativa
competitiva, se produce un año antes de la elección y sin duda servirá como
incentivo para la unión del cuerpo del PJ aunque esta se resuelva más tarde que
temprano.
A diferencia de la constelación panradical, el panperonismo
cuenta con una mayor disciplina orgánica y un caudal votante que le permite
definir el marco de alianzas sobre el transcurso mismo de los distintos tiempos
de la elección. Tras asignar las candidaturas y la definición de las
conducciones en las PASO y en la primera vuelta electoral, apremiados por los
requisitos de la gobernabilidad, quienes tengan la responsabilidad de gestionar
en los 4 años venideros tendrán que conciliar intereses con la administración
central y por lo tanto con el candidato con más y mejor proyección
presidencial. La necesidad de definir con un año de antelación la sociedad de
UNEN, como quien se ve obligado a mostrar sus cartas antes de jugar, revela
cuanto menos un hándicap en la distribución de fuerza.
Por otro lado, las incipientes tensiones al interior de sectores
del radicalismo y de la centroizquierda indican que un posible vínculo con el
PRO no será sencillo. Inmerso en una fuerte regionalización, Mauricio Macri
sabe que se le impone como condición necesaria el contar con una estructura
nacional como la UCR que le brinde el aporte de fiscales y el soporte
territorial del que carece para afrontar una elección presidencial. No
obstante, las discrepancias al interior de la fuerza reflejan que no sólo será
difícil consolidar el acuerdo sino que éste no aportaría la suma lineal
pretendida e incluso
aceleraría algunas fugas de dirigentes hacia el Frente Renovador. Aún
habiendo demostrado una mayor voluntad política en vistas de desarrollar
competitividad, 2015 no parecería ser la excepción a la característica pulsión
al boicot que el arco no-peronista manifestó en las últimas décadas para
obstaculizarse a sí mismo.
Consciente de las dificultades del justicialismo, Sergio Massa
ha decidido apostar a construir una transversalidad tanto desde el discurso
como desde su armado dirigencial. Con el PJ dividido, busca tejer alianzas con
parte de la UCR provincial y sectores provenientes de otras experiencias
políticas que le otorguen, por fuera del Gran Buenos Aires, la tan requerida
estructura nacional que siempre es condición necesaria en el proceso electoral.
Asimismo, y en comparativa respecto a las últimas experiencias del populismo
local, busca dotar su ideario de mayor institucionalidad, en línea con las
demandas sociales del último período.
Tal como lo hicieron Carlos Menem y Néstor Kirchner en sus
respectivas hegemonías políticas, intenta complementar la tradicional base
electoral del justicialismo con determinados sectores que otrora eran público
cautivo del radicalismo. Una de las lecciones más importantes que dejaron los
comicios bonaerenses del año pasado fue la capacidad que tuvo el
Frente Renovador de llegar a un
electorado muy heterogéno y de distinta procedencia. El massismo encuentra
su ventaja comparativa en su catch-all
potencial, en ser el único actor con capacidad de penetrar simultáneamente en voto peronista y
no-peronista, lo que termina por plantear un particular desafío: ¿Puede el
no-peronismo competir con un peronismo que en su horizonte tiene,
singularmente, a la clase media?
Y es ahí quizás donde se presente la diferencia sustancial
entre la historia reciente de ambas identidades políticas. Ante la elección que
se le presenta como probablemente la más apremiante de los últimos años, el
peronismo insinúa una capacidad adaptativa que se distingue marcadamente de la
rigidez anacrónica de la tradición más doctrinaria de algunos sectores del
panradicalismo que obran en perjuicio de alcanzar un consenso más amplio. Es
por eso que a la hora de los pronósticos es difícil figurarse una victoria de
la alianza UNEN, aún resolviendo con la candidatura de Mauricio Macri su
carencia de liderazgos.
Cuesta sostener el sueño electoral de un armado que
gobernaría sin mayoría parlamentaria, disciplina partidaria y cohesión
doctrinaria. Sin embargo, no por eso la conformación de un mayor consenso y una
alternativa política al exterior del peronismo deja de ser uno de los hechos a
destacar de la carrera presidencial y no debería, por el momento, ser
descartada. Porque, a fin de cuentas, si existe una única certeza de cara al
2015 es que todavía falta mucho.
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