Da un poco de cosa la facilidad con la que palabra "gestión" adquiere relevancia, espesura; cuando, bien mirado, no quiere decir nada. ¿Qué quiere decir "gestión"? Poco. Remite a una eficacia entre medios y fines, entre objetivos e instrumentos.
Remite al paso del militante a funcionario, con la extrema unción de las teorías y el fango del aburrimiento, de lo gris, necesitado de infinitos expedientes y excusas teóricas. No en el sentido peyorativo, ¿porqué? sino en la estricta noción de encuadrar la Pasión Gestionaria en su modalidad operativa.
La intangibilidad de los resultados es, quizás, el mejor truco de la Pasión Gestionaria. La evidencia de que "ahí están las cosas". No cruzadas por relaciones de fuerza. Por dramáticos expedientes. Por conflictos. Por burocracia. Por teóricos del derecho. Por necesidades pequeñas. Por asimetrías administrativas. Por esfuerzos y empeños, por demasías, por desmesuras, por trabajo humano, por miserias de ese tipo. La Pasión Gestionaria -símbolo político de los tiempos líquidos- anula la posibilidad de encontrar, en "las cosas", las palabras que desnuden su precariedad, su drama, su historicidad. La suciedad de lo cotidiano. La Pasión Gestionaria, atributo tomado por progresista que total ya la palabra progresista no significa nada, es un valor de cambio que hábilmente se trasviste en valor de uso. La Pasión Gestionaria viene de prestado del mercado. Irrita, no por el berretín de los privilegios (la verdad es más compleja) sino por la nadería de atribulado folletín. Donde nunca pasa nada realmente grave. Puro suspenso.
Es un concepto que, en mejores ocasiones para la derecha -es decir, cuando pase esta bancarrota ideológica de la socialdemocracia europea, de tierno temperamento criminal; y cuando se recomponga el prestigio literario del neoconservadurismo posmoderno- bien le vendría su uso y abuso, por esa capacidad de mostrarse como valor de cambio. Cuando es un valor de uso.
La Pasión Gestionaria me molesta -porque soy hinchapelotas, pero de todos modos, a quién mierda la importa- en boca de veinteañeros llenos de sueños. No porque la Pasión Gestionaria reduzca esos sueños, no por que los desdramatice, no porque los encarne en lo real, sino al contrario: porque llena de expectativas un plato playito. Y la inversión debería hacerse -pero quién soy yo para dar consejos- tanto en los resultados como en la suciedad cotidiana de realizarlos.