Hoy, como todos los días, me desperté cuando el bebé consideró que yo ya había dormido lo suficiente. Cuando me levanto suelo atravesar el cuarto de mis hijos, casi en penumbras, para llegar a la cocina a prepararle una mamadera a Brunito y, así, ganar un tiempito más de fiaca en la cama. Cuando toma la “mema” se hace buenito por un rato. Te mira así, para arriba. Si casi parece que le va a durar todo el día…
Quisiera remarcarles lo de “casi en penumbras”. Casi en penumbras me rompo el alma en ese habitáculo maléfico, donde las criaturas juntan energía de noche para extenuarte de día. ¿Alguna vez vieron el piso de la habitación de un cuarto de niños? Esa mezcla de autitos, con sábanas caídas, restos de pan chupado por el bebé y algún pañal olvidado debajo de la caja de legos. Toooooodo fuera de lugar. No importa que lo ordenes. En 2 minutos vuelve al estado inicial pero con las camas hechas.
Hace 3 meses que estoy con muletas, o sea que intentaba atravesar el cuarto cuando:
Fiuuuuuu! Empalmé la muleta derecha con el autito del
Rayo Mc Queen (de la película
Cars) que salió arando y diciendo:
“Soy veloz”, como cada vez que se lo toca. ¿Soy veloz? ¡Yo casi soy cuadripléjica! ¡Malditos juguetes parlantes! Benja, se mata de risa mientras me ve en el piso descuajeringada, reptando hasta las muletas, a las puteadas.
“Mamáááá, eso no se dice!”.
En eso pasa Rober, mi marido y, muerto de risa me dice: ”Jajaja, qué te pasó?!”. Y yo pienso: “¡¿Qué me pasó?!. ¡¿ Qué te reís?!. ¿Por qué no me pasás las muletas o VOS vas a preparar la mamadera u ordenás el fucking cuarto?!”. Igual, se que esas preguntas no tienen respuesta. Y, pobre Rober, me re ayuda, salvo que se esté riendo de mí.
Pero quisiera quedarme con el “¿Qué me pasó?”. Un camión por encima. Eso me pasó. Pero no sólo por el golpe, o porque duermo entrecortado. Me pasó que me transformé en mamá y ahí cambió la bocha.
Yo muchas veces me quejo y digo que las mujeres nos ocultamos información clave sobre la maternidad. Pero esta vez me habían advertido y yo no quise escuchar. Lo había bloqueado hacía rato en mi banco de datos. Lo tenía negado. Pero cuando escarbo entre mis recuerdos, las cosas afloran.
Ni bien conté la noticia de mi primer embarazo en el trabajo, al rato nomás escuché la peor frase posible. Me la dispararon como un flechazo. Una maldición que me atravesó el ojo: “ahora tu vida va a cambiar para siempre”. Y no le creí. Lo negué tanto que borré durante años quien había sido el cuervo avizor. Ahora lo recuerdo con claridad, fue Carmencita, la peluquera que me peinaba todos los días cuando hacia el programa “Y … a vos quién te ama?”.
Es cruel tirarle esa frase por la cabeza a una primeriza que te cuenta ilusionada y con emoción su tierna noticia. “Te va a cambiar la vida”. Es casi una mala onda que te lo digan en ese momento. Aunque sea verdad. Por eso nadie te lo dice. Por eso las embarazadas mienten. Para no pincharle el globo a las otras. Pero es necesario. Todavía tengo pesadillas. Una voz de ultratumba que me susurra: ”te va a cambiaaaaaar la viiiiiidaaaa”.
Como en las enfermedades, primero vino la negación. Pensé que todos eran unos neuróticos. Que no se sabían organizar, que a mí no me iba a pasar y que yo siempre iba a ser la misma… bla, bla, bla. Todo cambió. Aunque yo tenía razón y eran todos unos neuróticos. Porque la maternidad te neurotiza.
MI departamento de soltera era chiquito, lindo, luminoso, ordenado limpííííííííto. Lo pienso mientras emprendo la cruel tarea de poner en orden otra vez el dormitorio de los chicos. Yo sabía a qué hora empezaban y terminaban las cosas. La película que iba a ver esa noche o si iba a esperar a mi marido (entonces novio) con el delantal de la cocina y en pelotas abajo para romper todo. Todo cambió. Por suerte mi marido no.
Todo cambió en el momento mismo en que hice el ingreso al sanatorio. Ahí fue la última vez que me llamaron por mi nombre. Una vez que me puse ese camisolín horrible y me acostaron en la camilla… me acostaron. La vez siguiente que la enfermera abrió la puerta me dijo “mami”. La partera me dijo “mami”. El tachero me dijo “mami” y en el jardín de infantes todos somos “mamis y papis”. Prefiero que me digan yegua.
Pero la vida te va cambia. Una cambia.
¿En qué momento sucedió? Y todo se me vino todo a la mente. Es como la evolución del mono de Darwin pero con otros animales. Esto pasó en el mismísimo momento en que dejé de ser una perra para ser vaca. Después, con tiempo y si suerte, adelgazás. Y ahí, de vaca pasás a yegua. Chicas: la maternidad es un camino de ida.
Y como domingo es el Día de las Mamis, les deseo de corazón, un Feliz día de la Yegua.