Apuntes electorales.

Las elecciones tienen, hasta ahora, dos planos (creo que esto es extensivo también a los conflictos sociales con mayor centimetraje, a excepción de esa nube de tags que se autodenomina histéricamente inseguridad). Uno corre por la rosca -en la que se destaca la oposición: dos años ininterrumpidos de rosca; porque de las plataformas se encargan las corporaciones más aberrantes y sus escribas del periodismo medio pelo- y las tensiones propias de los armados. El otro, subterráneamente, por el creciente prestigio social de la antipólitica. Sin embargo, si la crisis se profundiza, la antipolítica debería, confusamente, retroceder. Habrá que ver. De cualquier modo, estamos entrando en vísperas de elecciones. Las corporaciones que pretenden la vuelta atrás de sus privilegios, sea en nombre de la Constitución entendida por el lobysta multiuso Gregorio Badeni, o sea en nombre de la chocolatada, tienen, por delante, dos estrategias: una, pasa por poder demostrar el apoyo social con que cuentan, y por tanto visibilizar sus intereses y tramas jurídicas (como podrían hacer los estadísticos y las consultoras, o los grandes ausentes: desocupados y trabajadores en negro) y otros, por cuestionar que se visibilicen sus privilegios(sembrando la consabida sospecha de "justo ahora, en un clima electoral me salen con ésa!") y que la población decida por mantenerlos (como plantea el grueso de la oposición) o transformarlos en un sentido progresista (como sería el caso de las agrofinancias y de los oligopolios comunicacionales nacidos bajo la dictadura, como Clarín, o bajo el menemismo, como De Narvaez y Hadad, aunque en todos los casos, bajo cobertura también del kirchnerismo hasta esta última etapa).