Como modo de cambiar el eje de la discusión tras la derrota, y como modo de interpelación a un sistema político desde entonces esquivo, las propuestas sin ton ni son de "reforma política" que infantilizan el sistema electoral, o bien amplía la potencia jurídica de cáscaras vacías como los partidos, todo bien.
Pero, quien se entusiasme con que esos cambios -completamente funcionales a una visión ya anticuada de lo social y lo político; o bien a la jerga técnico empresarial que domina los ámbitos de educación privada de la politología- pueden producir siquiera la mitad de los objetivos que se proponen, o peor aún, que esos objetivos se concreten, y que de ahí parta una sociedad más equitativa, se equivoca.
Ciertamente, nadie habla de una "sociedad más equitativa" cuando se mencionan las boletas frazadas que tapan toda la sábana, el voto en cajero electrónico o las internas en prescolar; no sólo por la conciencia (quizás exagerada) de que con esos cambios se potencian las fuerzas políticas de la derecha tecnicolor, sino porque, por deformación ideológica,desvinculan lo social del sistema político. El curioso ejercicio para desvincular lo social de lo político, que evita la incómoda pregunta de ¿a quién benfician estos cambios? es el correlato de la práctica acentuada por el neoliberalismo donde lo social -incluso lo político- corría por un sendero distinto de la economía. y, los fundamentos de la economía, cerrada en un santoral de estupideces, debían subordinar los sufrimientos sociales y los, ejem, "conflictos innecesarios" que genera la política.
Ya en una variante con cierto matiz -más reaccionaria, sin duda- Carrió y la Coalición Cívica, junto con la adiscursividad del PRO, colocan a "lo moral" como puente de significación entre lo social y político. De este modo, si lo social es inequitiativo se debe a la inmoralidad de lo político.
De ahí a sostener que los primates que votan en los estratos bajos se confunden o bien, votan por concejales de su seccional(no por cabezas de listas, asunto que la boleta frazada que tapa la sábana evitaría) o por clientelismo o por lo que sea, esto es: votan por despliegue territorial, por fuerza política o por materialismo histórico; pero, en síntesis: tienen cierta tendencia a votar a las patronales que postulan un país atendido por sus propios dueños. Con lo cual, y por culpa de ese abuso de las estadísticas que es la demcoracia, las patronales tienen, ya descartada la posibilidad en el corto plazo de recolonizar los grandes partidos (el radicalismo porque es un chiste: lo compraron por dos mangos y encima tienen que maquillarlo; y el peronismo porque está Kirchner) les queda la alternativa de discutir variantes del voto calificado o deslegitimar al sistema, con preferencias por esto último: es más barato y maximiza las ganancias.
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