Organizado por la Municipalidad de Paraná; los ganadores del certamen local pasan al provincial, luego al nacional. Para posteriormente competir a escala internacional, buenísimo. Es un campeonato de bolitas, ajá.
Nadie duda, sobretodo nosotros, los progresistas, que todo pasado fue mejor, y que por consiguientes (Torrente) los juegos de los niños de antes eran mejores, más buenos, más humildes y más cristianos, que todos esos aparatitos de ahora en 3 d. Si los juegos de antes eran mejores –porque el mundo era mejor- es evidente que los que antes, en ése antes, eran niños, eran mejores que los niños de ahora. ¿Quiere una solución para los males que nos aquejan? Pues bien, estos funcionarios, la tienen. Se trata de que los niños actuales sean niños como lo fueron, antes, lo funcionarios. Así crecerán sanos, educados, higiénicos y el día de mañana, podrán perpetuar estos juegos de antes, actualizados, a los niños por venir. Divino.
Pasa que, lamentablemente, yo también, aunque nadie lo crea, fui alguna vez un niño, y sé que no es así la cosa.
Los niños como yo anhelaban los videos juegos. En mi caso, no me llamaban mucho la atención, pero sí que los veía infinitamente mejores que las bolitas y las figuritas. Puede que, ya los niños como yo, estábamos contaminados de la tecnología, que como nadie duda, es el ámbito donde anida satanás; y no el único ámbito que puede, y ojalá que pueda, encontrar la cura del cáncer.
Los niños que yo fui, al inicio de la democracia, jugaban los primeros grados en la escuela salesiana a la bolita y a las figuritas. Éramos, como todos los niños, tiernos e inocentes: sin ir mas lejos, no sabíamos perder, y éramos capaces de cagar a piñas al que nos gane la figurita difícil, o al que no acepte la flamante regla nueva escrita en las tablas de moisés jugando a la bolita. Yo era un pendejo arrogante, pero muy chamuyero, y sabía inventar las reglas más convincentes para no perder el partido. Lo admito; la presencia de mi hermano mayor que ya era grande (10 años) colaboraba en que esas reglas fueran aceptadas, por la voluntad o por la fuerza. Ya lo ves, jugando a la bolita comprendí que las reglas deben ser aceptadas por las buenas, para que no te tiren encima las malas. ¿Cómo no iba, años después, a entusiasmarme con el Partido Comunista?
Por cierto, preferíamos las play station, pero recién llegaban al país y eran carísimas. Pero si algún amigo tenía una, la preferíamos a la bolita. Con mis hermanos nos peleábamos por utilizar la play, y siempre se jodían los más chicos. Con el tiempo, nos aburrimos; puede que, en mi caso, me haya dado cuenta que en la play del televisor de la cocina anidaba el germen de la destrucción dialéctica que terminaría con mi candidez e inocencia, o puede que, ya un boludón de trece años, haya estado más preocupado por conquistar todas las chicas de mi curso. Me tiendo a inclinar por la segunda opción, pero el axioma de que todo pasado fue mejor es, se sabe, inflexible. Más con los caprichos sexuales. Y con esa pesadilla que deja marcas en el cuerpo: el paso del tiempo.
Se dirá, en las tan en boga modalidades del conservadurismo de izquierda (se dirá, también, que el conservadurismo de izquierda es una tautología: pues no, miren el progresismo de derecha; bueno, estos son primos y creo que debutaron juntos) que no todos los niños tienen una play, un televisor, un celular. Hay chicos pobres, no esos que le llenan el corazón de bronca a Alberto Morlachetti; sino esos que impiden dormir a la dictadura vaticana o a los popes de la Sociedad Rural. Y los chicos pobres tienen el sagrado derecho a divertirse (los adultos pobres también, pero en esto, ya no creo que coincidan los conservadores de izquierda) y estamos de acuerdo.
No es, si uno lo piensa, tan mala la segmentación; aunque no sean –todavía- chicos exportables) es quizás importante que sepan, que aprendan, que aunque sean pobres, pueden divertirse: mientras unos se juntan en el hogar a jugar con la play, otros juegan a las bolitas. ¿No es, en el fondo; una gran pero gran idea?
Por supuesto q ue sí. Es tan buena la idea; que es evidentemente una idea de antes. Cuando todo fue mejor. Cuando se respetaban los valores, la familia, la bolita. Me entusiasmé, Susana, y te digo: además de la bolita, podríamos reeditar otras modalidades educativas de la época para los jóvenes menos favorecidos, como el corte de pelo, la colimba, el matrimonio perpetuo, los cursillos de la cristiandad, escribir con la mano derecha, tratar al padre de usted, y esa seguridad que nos brindaba el agente de la esquina. Que era bueno, amable, atento, educado, libertador, nacionalista y, ciertamente, nos cuidaba de la inseguridad tan bien que nunca pudo instalarse el peligro rojo que iba contra el occidente cristiano. De eso nos cuidaban, y nos cuidaron bien. ¿Acaso no nos han dejado un país maravilloso?
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