Epa, epa, paremos la mano que todos están pateando el féretro. Y eso queda mal. Tranquilos, calma, que no todos los muertos están verdaderamente muertos. Esta es una película clase B, muy mala y berreta, de acuerdo. De ahí que los muertos que vos matáis gozan de buena salud, perejil.
Así que tranquilos, eh?
Según Reutemaaaan, de quién ni dudas caben que es un celebérrimo estadista de estado (vegetativo), “el peronismo es un terremoto”. Mmm, fea la metáfora. Demasiado maximalista y todos sabemos que Reutemaaaaaan es moderado, y bronceado. La moderación requiere temple, calma de espíritu, pero también una fina inteligencia para detectar los extremos inventados. Porque los extremos se inventan, chiqui. No queda otra. Son puestas en escena para disfrute de la platea, tan ávida de cotilleos y patadas en jurados de farándula pero en la política, chiqui, un ceremonial de mafia italiana. El poder es áspero. La política es tomar decisiones, defender intereses, favorecer a unos en desmedro de otros. Hasta el café que se toma en la Casa Rosada genera un adversario: la cafetería que quedó fuera de la licitación te vota en contra. La moderación es una pose, sofisticada en ciertos momentos del teleteatro político. Nada más, ni nada menos. El poder, ejercerlo, disfrutarlo, no llorarlo ni amargarse, es siempre más amargo que en la tele.
Acá no hay terremotos, porque la tierra jamás estuvo quieta. Acá hay una brutal inversión de los términos: el único presidente de los últimos 30 que arrancó su presidencia sin conversar con los gobernadores, sin invitarlos a los grandes actos, armándoles contras en cada provincia, hablando directo con los intendentes, negándose a recibir a la cúpula eclesiástica para estatal, a asistir a la rural y al tedéum católico militar, a ese se la están cobrando. Y era, de algún modo, inevitable. Acá no hay terremoto. Pasa que queda feo decir que los hijos se están peleando por la herencia de papá, porque papá está escuchando, postrado en la cama, convaleciente, pero no muerto. El peronismo siempre fue, en cierto sentido, una disputa por la herencia. Se sabe que algunos lo hicieron muerto a Perón antes de tiempo y se proclamaron herederos del curso inexorable de la historia, y otros, como López Rega, hacían gualichos para prolongarle la vida: no sólo masajearle la próstata, sino exorcismos sobre el cadáver.
La Patria Socialista y la Patria Peronista no fue la primera disputa por la herencia, el origen de todo este gran malentendido formidable es una disputa por el sentido: ya Cipriano Reyes escribió un libro sugestivo: Yo Hice el 17 de Octubre, se llamaba. El mariscal que cada peronista debe en sus genes contener conlleva una polémica sobre el sentido del peronismo. Antes se resolvió a los tiros. Dentro del sistema político todo, también. En buena medida gracias a Cafiero y Menem, tras la muerte de Perón, el movimiento por él creado se reencausó; se aceptó a sí mismo como partido, como parte. Tuvo que Alfonsín quitarle la virginidad, y la dictadura hacer mierda el estado de bienestar que simbólica y concretamente fundó el peronismo. Y procesar a Isabel, esa ingratitud de la historia que le quedaba grande hasta a la palabra Ingratitud, ni que hablar a la palabra Historia. No hay terremotos, de hecho, no pasa nada. Es lo normal en los partidos políticos, en las diversas coyunturas. La única novedad es que ahora la derecha, los acérrimos adversarios reales del imaginario peronista, juegan en su seno. Hay que escucharlo a Mariano Grondona, tan griego y con cara de boludo, estrujar las más perversas e inteligentes maniobras de operación simbólica: no son los zurdos infiltrados, compañero, los que joden la cosa; son los Macri y De Narvaez, el espectro de Álvaro Alzogaray que dejó, de puro terco nomás, la más inteligente lección para la derecha de este país.
Cuando Angeloz fue el candidato (forzado)de Alfonsín, cuando Duhalde lo fue (forzadamente) de Menem, cuando Alfonsín y Chacho Alvarez soplaron a De La Rúa, cuando Duhalde ayudó (forzadamente) a Kirchner, se estaba procediendo según los manuales de la práctica política real.
La sobreactuación de Busti, Schiaretti, Puerta, Romero, el columnista periodístico en las sombras Eduardo Duhalde; son las puestas en escena del próximo drama: con ustedes, el moderado. Si es que no se pudre todo. Si la cosa sigue así de tremendamente dramática y apocalíptica, pero mejor que normal para el estándar nacional; entonces, se viene el moderazo. Los balbuceos. La vocalidad restringida. Las editoriales melosas y profundamente tontas que suelen esgrimir Reutemaaaan y su espejo, Julio Cobos, otro celebérrimo actor que actúa como Mariano Martínez en las tiras de Suar: de sí mismo, y muchas gracias. No pidas más. Seguramente, en vivo y en directo, son así de aburridos, incultos y desapasionados como se muestran. Conservadores de puro haragán nomás, medidos de puro cagazo apenas, lúcidos para entender la flotación y necesidad de perdurar en la cima que requiere de una incalculable astucia diaria, digna de mención, sí, pues si una virtud sobresale de los dirigentes políticos de la A es su astucia.
De la Rúa fue el campeón de la astucia política: representó, mirá que joda, la Tercera Vía en la argentina, disciplinó a todas las corporaciones que integraron su gabinete original; lástima que no haya querido gobernar. Quiso representar a todos, y una cosa es querer gobernar a todos, otra es representarlos a todos: una quimera imposible. Esa es la diferencia con el otro gran astuto, Carlos Menem: Menem era astuto, pero audaz, Menem quedará en el tiempo, se lo discutirá, apasionadamente, no le faltarán, jamás, defensores ni detractores. Aún con este final gagá y lastimoso que hace acordar a Frondizi. El gran estadista de la demagogia, en su mejor acepción, el hombre que siempre supo aparecer como diciendo estos son los últimos días de la víctima, yo. Estaba gagá y decía boludeces ya de anciano, y dio lamentables espectáculos televisivos, pero eso ya nadie lo recuerda: lo mismo pasará con este Menem de Gran Cuñado. De La Rúa, nada. Peor que Isabel Perón: a ésta última se le niega hasta la astucia para llegar a la historia, De La Rúa la tuvo y por eso cargará siempre con esa indefinible culpa que a todos nos genera mencionar su nombre, ese malestar en la cultura, ese trauma de que nosotros, los argentinos, lo hicimos. Ese comodín tan insulso que agrandará la figura de Menem, cuando tenga su entierro masivo. De La Rúa será olvidado. Es clínicamente saludable considerarlo un boludo, archivarlo en un cajón y pasar a otra cosa. Siempre es triste la verdad cuando no tiene remedio. Mejor olvidarla.
No hay terremoto. Están disputando la herencia, es natural: son ambiciosos, desagradecidos, astutos, son como Kichner, en ese sentido, no jodamos. Si hubiera terremoto en los próximos días, no será ya en el peronismo: será en el país, y no por la eventual interna peronista, sino por los reflejos corporativos de otros compañeros, como los de la AEA y la Mesa de Enlace. Que quieren crear la noción de que el quilombo será hijo del daño que haga Kirchner para no dar un paso al costado. Más allá de que el kirchnerismo sea una fuerza política legítima y con muchísimos apoyos. Incluido mi humilde apoyo, y el de toda mi soberbia, que vale por dos. En este escriba ya van tres apoyos; fijate, alikate. Pero no es voto en cadena, sino esquizofrenia. Esa impostura, ese estiramiento imposible, esa fachada, forzada, que somos el kirchnerismo.
Los momentos históricos se empeñan en cambiar, no tanto por los grandes actores, los grandes astutos, los grandes personajes que se adaptan a cualquier cosa. Los momentos históricos suelen cambiar, vaya paradoja, por la terquedad de los que quedan solos. Por la perseverancia de los que creen, por la fe de los que aguantan. Es contradictorio, pero así sucede. O eso creemos los que creemos en las Madres que se reunieron en 1.977. Los que esperaron 18 años un avión negro. Los que nunca creyeron que en Latinoamérica habían muerto, suicidados, los Salvadores Allende.
Así que a no patear los féretros, que queda feo.
Y a no taparse la nariz con asco, porque el olor a muerto claro que es feo, pero todos morimos. Y siempre es triste la verdad cuando no tiene remedio. Pero no deja de ser una modesta y dura verdad.
Lucas, tu post y la realidad, que sigue siendo la única verdad, me sugieren una sola cosa: para el 2011, la fórmula de la felicidad del pueblo es una sola Kirchner-Kirchner.
ResponderBorrarAsí de paso se dejan de joder con el "doble comando" ¿no?
Apoyo la mocion de Jorge
ResponderBorrarApoyo la formula Kirchner-Kirchner
Si antes pensaba en un solo Kirchner,desde hoy mi pensamiento es el que arriba sugieren .Apoyo la formula Kirchner-Kirchner..Jorge estoy contigo.-
ResponderBorrarTerremoto, teoria y mirada: Pienso en todos los que ven el momento como una catastrofe.
ResponderBorrarPienso, tambien, en lo que es- seria- una catastrofe: el paso de un estado de equilibrio mas o menos estable ( o sea, mas o menos inestable) a otro, en un lapso muy breve de tiempo. mas exactamente; en un lapso tal en que la mirada no pued percibir los procesos.
De manera que , comparto con vos, Lucas:es una cuestion de mirada. Si se mira un lapso mas largo , se ve el proceso y los cambios. Igualmente si se mira con mas detalle la inflexion en torno al 28J.
Ahora bien: en la mirada catastrofica (desesperada o desesperante, segun el caso, y combinadas en muchas ocasiones) , veo coincidir a los medios, pero tambien , a muchos militantes. Ahi encuentro algo que nos atraviesa a muchos: un problema de mirada - luego de palabra, luego de accion, aunque la mirada es una accion o una capacidas puesta en accion - que marca cosas en comun en el modo de ver de los medios y de los (de muchos) militantes kirchneristas (algunos neo y algunos nyc, si los hay ...)
Nestor