jueves, agosto 20, 2009

Instrucciones para tener un juicio final expeditivo.




Supongamos que el hombre llega al purgatorio. Todos sabemos que en el infierno se violan sistemáticamente los derechos humanos; desde un poder superior y que, además, es un plan deliberado y una asociación ilícita donde las más flagrantes violaciones a los derechos humanos son perpetradas con premeditación y alevosía. Todos sabemos eso, y la Corte de La Haya no hace. Nadie hace nada y así estamos. Debemos tomar conciencia. Revolucionaria y organizarnos en una gran Sindicato de Pecadores, que defienda nuestros derechos. Y que, en lo posible, entremos por una puerta y salgamos por la otra. Fuera de joda. Pensalo bien.Morirse es soberanamente injusto. Dios solamente tendría razón de ser si no nos muriésemos, pero bue (andá discutile a dios: cree que se las sabe todas; que es perfecto, que contiene todas las virtudes, jamás un defecto. ¿Se puede, seriamente, dialogar con un tipo así? Por dios!) . Dios es el dueño de la pelota, es un cacho perverso y lo prefiguró así. Y en el fondo está bien. Cada cual hace de su mundo lo que quiere. En siete días y con o sin costilla de Eva, achuras y demás. Voy al punto. Antes de definir si uno va al cielo o al infierno (como si uno no lo supiese. Además, convengamos, imaginate ir al paraíso…por toda la eternidad!! De coger, ni hablar, jugar a las cartas, menos, agarrarte una supina borrachera, ni a palos. Encima, en el paraíso, no conocés a nadie y te quedás ahí de lo más pavote mientras sabés que tus amigos la pasan bárbaro en el infierno, que tu esposa te está metiendo los cuernos con un buen negrazo pecador y vos, vos qué? Rezás como un banana, naaaa: perdón, pero espero ganarme en vida los suficientes méritos para esquivar el paraíso) antes de que San Pedro, el hombre más soberbio del mundo (después de Néstor Kirchner) decida para que lado agarrás, te hacen un juicio sumarísimo donde, por supuesto, no tenés ningún abogado defensor. El caso es que Juan Pablo segundo, antes de morir –no era ningún boludo, digamos- decretó que el paraíso, ok, pero que el infierno “es sólo una metáfora”. Ajá. No me digas. Le faltó decir que hay una campaña anticelestial por parte de la subversión marxista. En fin, si quieren mejorar la imagen contra la campaña anticelestial lo tienen a Fangio en el infierno, pero de acá le podemos mandar a Palito Ortega y a Reutemaaaaan, especialistas en eso de hacer campañas por gobiernos de ese tipo. Decía. Antes de esa fantochada de juicio, llamada purgatorio, uno tiene que esperar para que lo enjuicien. El juicio es rápido. Por más que sólo analizan tu vida segundo a segundo, el juicio es rápido porque no tenés abogados, ni alegatos ni pruebas ni fiscal: San Pedro decide y no hay apelación. Lo hubieras pensado antes, te dicen, o bien, te dicen: algo habrás hecho. Es curioso, pero si viviste noventa años en minutos tenes tu sentencia, en cambio, si moriste al nacer; vas a un limbo donde podés quedarte sin juicio toda una eternidad. El juicio es rápido, pero la espera puede ser larga. Hay un pasillo donde están sentados y esposados los encausados. Como si uno pudiera escapar, de la muerte. Ahí, van pasando los encauzados. Pero no es por orden de muerto; o sea, el que murió primero pasa primero. No, es fatal. Prestá atención. Por cada segundo que has esperado en vida, ese es el tiempo de espera al purgatorio. ¿Se entiende? Mirá, vos esperás el colectivo 60 para ir a Belgrano, no? Bueno, lo esperás 5 minutos. Esos cinco minutos se suman a tu espera del juicio final. Más las esperas en el dentista, en el horario de salida del trabajo, en el amor que no llega, en el primer día del mes donde cobrás. Todo se suma. Inapelable. Por cierto, son pocos los que saben esto. Y se colan en las filas para renovar el DNI, cruzan cuando el semáforo está en rojo, y cuando tienen una cita, antes que nada te dicen: “Te casarías conmigo así nos divorciamos cuanto antes?”.
La gente que sabe este secreto acude a velorios de gente que no murió, gastan a cuenta de sacarse la lotería y lo palmean a Máximo Kirchner diciéndole “felicitaciones, señor presidente”. Son los que no esperan, ni desesperan. No quieren morirse, y si en todo caso se mueren-dios no lo permita-, tienen un juicio rápido y expeditivo. Después se reúnen en el infierno; y cuando todos, durante los primeros 300 años, se lamentan y les cuesta adaptarse, ellos ya están organizando un petitorio por la liberación de los presos del paraíso. De esa cárcel terrible donde no se bebe ni se coge ni se fuma ni se blasfema. Donde, mirá que estúpidos, nadie puede probar la heroína, ni desayunar hamburguesas y papa fritas. Como si eso te acortase la vida. Por favor.


2 comentarios:

  1. Es genial tengo una serie de pesados que creen que soy pesada... y me piden que no les mande nada de política ni de medios de comunicación ni de futbol (porque la tienen clara y saben que hay que debatir la pobreza...)
    Esto les va a encantar te lo robo y hago reenvíos...

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  2. Este post, stimado, le asegura un lugar en el infierno. Espero que no se haya sentado a esperar comentarios...

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