Don

 Un tipo vago, eh. Lo que nunca le gustaba era trabajar. Y en todo caso, explotaba a los otros.

Pero siempre podía hacerse la víctima, y en muchos casos, te convencía. Era bruto, ignorante, de vez en cuando alguna iniciativa, medio estúpida la iniciativa, es cierto; y al rato, esa iniciativa moría, ahí, nomás, para no tener que esforzarse y porque había metido la pata hasta el fondo, se había mandado una gran cagada. Ese era el chist, y terminaba el programa, al otro día, uno nuevo.

Siempre volviendo a empezar.

Era capaz de pegarle a los pibitos que no podían defenderse, pero después, cuando recibía su merecido, se hacía el indignado y posaba de víctima.

Hablaba histriónico sin decir nada.

Hacía chistes prefabricados.

Se notaba, del elenco, era el que más se notaba que lo que decía era guionado. Que lo había aprendido de memoria un rato antes.

A las apuradas.

Porque todos los días se necesitaba una historia nueva, convincente, de buen humor, que divierta. No es fácil ensayar todos los días. Pero nosotros lo mirábamos sin saber eso, creyendo que era la realidad, no una tira diaria de ficción, un programa cómico, un ciclo que requería de guionistas, actores, maquilladores, cámaras, sonidistas, iluminadores.

Siempre lo subestimamos, eso es cierto.

Pero llegó a Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, eh.