Por Raúl Degrossi
Macri, Binner y el gobierno de Cobos
Pasada la euforia por la victoria del grupo A en la Cámara de Diputados, los
actores del sistema político argentino enfilan sus cañones hacia las
presidenciales del 2011, que seguramente serán elecciones distintas a las
legislativas de éste año, porque lo que se juega entonces es nada menos que la
responsabilidad de gobernar el país.
Los propios electores en buena medida son
concientes de la diferencia, y por esa razón muchas veces no reproducen el
sentido de su voto, de una a otra elección.
Más allá del descontento social que pueda
extenderse por determinados sectores con los Kirchner y su estilo político, y
de los números que hoy arrojen las encuestas de opinión, lo cierto es que
llegado el momento de elegir presidente, no pocos se preguntan si los
potenciales candidatos tendrán antecedentes y capacidades efectivas para
gestionar.
Salvo, claro está, que muchos
anti-kirchneristas furiosos reconozcan en su fuero íntimo que las cosas en el
país no están tan desastrosas como dicen, y de ese modo concluyan en que
cualquiera (hasta un nabo fehacientemente comprobado como tal por ellos mismos)
puede gobernar la Argentina ,
sin importar de donde venga, con tal que no sean los K.
En ese sentido una mirada al mapa político
nacional revela que, si bien la oposición gobierna en diferentes distritos del
país, solo lo hace en dos de los verdaderamente grandes por su cantidad de
habitantes e importancia relativa, desde un punto de vista que permita medir
capacidades de gestionar: Santa Fe y la Ciudad Autónoma de
Buenos Aires.
Sería complejo incluir a Córdoba (con su
gobernador) sin más en el rótulo de “gobernada por la oposición”, menos aun en
la medida que, al crezcer la dependencia financiera de su administración de los
acuerdos con el gobierno nacional, se verá forzado a correrse de ese lugar.
Ambos distritos (Santa Fe y la CABA ) están gobernados por
dos presidenciables (Binner y Macri), que provienen de diferentes culturas y
tradiciones políticas, y que podría decirse que representan a las dos
vertientes mayoritarias de la oposición al kirchnerismo: los republicanos
institucionalistas encarnados por el pan-radicalismo y sus aliados más cercanos
como el socialismo, y la derecha (aun en su versión new age) más ramplonamente
heredera del menemismo, y con vínculos aceitados con buena parte del denominado
“peronismo disidente”.
Cabe preguntarse entonces, a los fines
indicados, como les está yendo en sus gestiones, y más allá de la suerte que
ambos (Macri y Binner) tengan en el 2011, porque se puede presumir que, con
todas sus diferencias, tienen al menos algo en común: son parte de la
construcción (más mediática que política) “oposición”, y seguramente y más allá
de sus intenciones, aportarán electores al candidato que hoy miman las encuestas,
es decir el versátil vicepresidente opositor, sea en una primera vuelta
integrando formalmente una alianza (en el caso de Binner), o en un eventual
ballotage sumando fuerzas para frenar a la bestia kirchnerista, en el de Macri
y su electorado (esto último suponiendo que él mismo compita finalmente en la
primera vuelta).
Ambos (Hermes y Mauricio) llegaron al
gobierno en el 2007, después de haber fracasado en la elección anterior (2003),
vencido uno por el ballotage y el otro por la ley de lemas; pero las
circunstancias en que lo hicieron, fueron bien diferentes.
Binner, un político tradicional apoyado en
los dilatados antecedentes de gestión del socialismo en la intendencia de
Rosario, y sobre la plataforma del Frente Progresista Cívico y Social, una
construcción electoral más similar a las clásicas alianzas de partidos, con el
concurso decisivo del radicalismo y su estructura desarrollada
territorialmente, y el aporte menor de otros partidos como el ARI (antes de
partirse en el SI y la
Coalición Cívica ) y la Democracia Progresista.
Macri, un empresario exitoso debutante en la
política, sustentado en los éxitos deportivos de Boca y en la permanencia de un
cliché cultural del menemismo (en realidad un clásico del discurso de la
derecha argentina): la eficiencia de la empresa privada incorporada a la
gestión pública, como superación de la burocracia estatal; con una estructura
de soporte de gestión donde tenían un lugar protagónico los gerentes
trasladados de las oficinas del grupo SOCMA al gobierno, y residuos de lo peor
del peronismo y radicalismo metropolitanos como mano de obra dúctil para la
rosca legislativa.
Binner logró destronar del gobierno de la
provincia al peronismo tras 24 años (desde la vuelta a la democracia) y Macri
hizo lo propio con el progresismo que gobernaba Buenos Aires desde que
alcanzara su estatuto de Ciudad Autónoma; y ambos vieron fortalecidas sus
chances electorales por la capitalización políticas de catástrofes resonantes,
que horadaron a los gobiernos de turno: Cromagnon en el caso de Macri, las
inundaciones de 2003 y 2007 en el de Binner que, justo es decirlo, no hizo una
utilización tan obscena de la desgracia como el hombre del PRO.
Hasta aquí las diferencias entre ambos, pero
veremos que también tienen semejanzas, más de las que muchos de los que los
votaron -y ellos mismos-, desearían admitir.
Como no podía ser de este modo en estos
tiempos que corren (el kirchnerismo parece ser en esto la excepción a la
regla), en ambos casos la escenificación mediática y comunicacional tienen un
rol protagónico en la construcción política, y como diré luego, en el estilo de
gestión.
Hay en los dos un generoso despliegue de
aparato publicitario, con eslógans (incluso similares: “Va a estar bueno Buenos
Aires”, “Vienen buenos tiempos”) que prometían/auguraban (que ponga el elector
lo que le sugirieran en cada caso) un futuro venturoso, donde los problemas se
resolverían sin conflictos, por la mera apelación al diálogo y a deponer (esto
más acentuado en el caso de Macri) las parcializaciones ideológicas, “que no
ayudan a resolver los problemas de la gente”.
Apelan en forma permanente y sistemática a
las campañas mediáticas para difundir su gestión y sus iniciativas de gobierno,
haciendo de eso un eje fundamental de su política, llegando al extremo de crear
una estética propia, con nuevos símbolos que se reproducen hasta el cansancio
en la publicidad oficial en los medios, y en el espacio público.
Ambos cumplen puntillosamente y al pie de la
letra con todos los rituales que las buenas maneras exigen en política: asistir
a la exposición de la
Sociedad Rural en Palermo, visitar Expoagro, participar del
Tedéum el 25 de Mayo o el 9 de Julio, disertar en los coloquios de IDEA o de la Fundación Libertad ,
brindar con frecuencia conferencias de prensa o concurrir con asiduidad a los
programas de Joaquín, Nelson o Mariano.
En todas esas ocasiones su discurso (con los
matices propios de su distinta formación ideológica) es cuidadosamente
estudiado para no trascender nunca los límites que esa misma corrección
preestablece, repitiendo con disciplina los lugares comunes que el verdadero
poder exige, como profesión de fe.
Los dos aseguraron, a lo largo de su camino
hacia el poder, contar con un plan de gobierno perfectamente elaborado para las
diferentes áreas, y con equipos técnicos altamente capacitados para llevarlo a
cabo desde el primer día de gestión.
Transcurrida la mitad de sus mandatos, no se
visualizan progresos de gestión o cambios trascendentes a partir de ella, han
tenido que admitir que no podrá cumplir algunas de sus promesas electorales y
hay desencanto -incluso entre sus propios votantes- en ambos casos.
Mas aun, en el desarrollo de la gestión tanto
Binner como Macri han tropezado con inconvenientes que pueden resultar
sorprendentes si se repasa el contexto en que deben gobernar, comparado con
otros que tienen la misma responsabilidad.
En el caso de Macri, protagoniza torpezas,
improvisaciones e inconvenientes por doquier para resolver problemas que pueden
ser complejos (como el tránsito), pero que no dejan por eso de ser de escala
municipal; porque aunque quede herido el orgullo porteño, hay que decir que es,
en sustancia, un intendente.
De una ciudad grande y compleja sí, pero con
recursos infinitamente superiores a los de La Matanza o cualquier otro
municipio poblado del conurbano bonaerense, o incluso de ciudades importantes
del interior como Córdoba o Rosario.
En el de Binner, a los problemas comunes a
cualquier administración provincial contemporánea (seguridad, salud, educación)
se sumaron graves y crecientes dificultades financieras que ensombrecen más el
panorama de gestión de una provincia que, como todas, puede tener estrecheces
en ese plano, pero no es Formosa o La
Rioja ni mucho menos; y a su vez esas dificultades -que pueden
en un punto tener origen en causas exógenas a su gobierno- parecen en buena
medida generadas desde la propia gestión socialista.
Tanto uno como otro, frente a las
dificultades que la gestión plantea, han apelado a un recurso clásico de la
política: desplazar responsabilidades buscando culpables, y que mejor que
hacerlo con el gobierno nacional que ofrece a esos fines (generosidad de
cobertura mediática mediante), un blanco fácil; haciendo hincapié Macri en el
tema de la inseguridad y el traspaso de la policía, y Binner en las relaciones
fiscales entre la Nación
y la provincia, y la coparticipación federal y los temas conexos.
Pero esa lógica, como es sabido, resulta más
útil en el proceso de acumulación política para llegar al poder (los casos de
Cobos y Pino Solanas son un claro ejemplo), que en la gestión misma, donde los
tiempos son otros, y la volatilidad del humor social los acelera (en especial
en las clases medias donde tanto Binner como Macri han reclutado amplios
apoyos), consumiendo el capital político acumulado con igual o mayor velocidad
que aquélla con la que se lo consiguió.
Mas aun cuando los temas señalados -elegidos
como leit motiv por ambos para desplazar el ojo de los problemas hacia el
kirchnerismo- son de complejísima resolución política porque involucran
intereses contrapuestos y no sólo de sus distritos con el Estado nacional, sino
con el conjunto de las provincias.
Cuando se gestiona, señalar que existen dificultades no basta, porque
precisamente para eso se llega al punto de gobernar: para enfrentarlas y
resolverlas, demostrando que se tiene capacidad para hacerlo.
Todo eso sin olvidar que ambos expresaron en su momento y lugar, una
voluntad de cambio del electorado que no se habría manifestado si esas
dificultades u otras de similar envergadura no hubiesen existido, o si los
responsables del gobierno de Santa Fe o de la ciudad de Buenos Aires, hubieran
demostrado poder lidiar con ellas.
Muy interesante tu analisis,pero y no es una joda,a Scioli ,dadas sus politicas concretas en materia financiera , de seguridad ,salud y educacion lo cuento como opositor
ResponderBorrarMuy buena nota
ResponderBorrarY el blog en su totalidad esta muy bueno
Mis felicitaciones
más que para hacerles un poco el juego, no entiendo que se tome a Macri, Cobos y De Narvaez como presidenciables.
ResponderBorrarP.
Esto confirma lo que venía sospechando desde un principio que este Raúl Degrossi al igual que Ud., es un pelotudo
ResponderBorrarNo es una ironía que los que ahora estén defendiendo a la millonaria Cristina sean los "peronistas" del millonario Lole?
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