Es raro saber que uno va teniendo la edad que tuvieron
nuestros padres cuando nacimos. Seguramente, nos imaginaban de otro modo. Y de
ese modo, inevitable, en que nos imaginaron, fuimos moldeando nuestra infancia.
La mayoría de nosotros tiene la infancia poblada de
travesuras, gestos de cariño, sueños delirantes, pequeños desengaños, heridas
que van cerrando. La lucha, algo tonto, por que el tiempo no nos pase suele
pasar por alto eso: las heridas, cierran. La muerte de un conejo, la plastilina
roba en el jardín, la vecinita con la queríamos dar la vuelta al mundo y crecer
de la mano, el amigo que nos pegó, el partido de fútbol que perdimos. También
la primer novia, la primer resaca, una quebradura, un duelo, un fracaso
vergonzante. Nos vamos curtiendo, como el cuero, y haciéndonos más duros.
Me resulta tan difícil imaginarme una infancia tan cruel
como la de Juan. Y ser moldeado desde los peores deseos: que no seas como tus
padres. Pero vos no sabés, no sabés que te desean lo peor, no sabés que no son
tus padres. No sabés que es natural que los odies, no sabés que esa culpa y ese
miedo no son el camino recto, correcto, necesario.
A los 18 años todos creemos tener la vida más o menos echa. Y
decidida. A los treinta, las responsabilidades te llenan los huecos, por si tenés
ganas de dudar.
¿Cómo es darte cuenta un día que no sos el qué creías? ¿Cuánto
te duele, puede explicarse? De, solamente, tratar de imaginarlo, ya me siento
algo pequeño. Con esta vanidad, esta tristeza, las ganas de cambiarse de ropa y
de alma, de volver atrás, de ir adelante. Es tan poco. Las pequeñas manías, los
vicios, las capacidades, el chamuyo, todo eso que somos y nos gusta, todo eso
que somos y no nos gusta, no nos da tiempo a pensar que después de todo, con más
o menos guita, mejor o peor con tu pareja, dolido o contento con la soledad,
somos esto. Una identidad. Condicionada, inserta en la historia, siendo el que
despierta con cartas del consorcio o siendo el que no puede dormir culpa del
vecino, pero hemos hecho lo que pudimos y logramos ser. Si te fijás bien, uno
no tiene mucho más. Que la identidad. Arrojada a un espectáculo con las reglas
de juego ya escritas. Decidimos, a cada rato. Algunos más, otros menos, pero
decidimos y asumimos. Es difícil, a veces, hacerse cargo de esto.
Por eso Juan Cabandié me conmueve.
Podría haber sido lo que hicieron de él. Podría haber
seguido queriendo las cosas que quería, haciendo las cosas que hacía, pensando
las cosas que pensaba. La vida que tantos cruces duros de la historia le dio,
podría haberla asumido. Pero decidió inventarse, hacerse, tornarse lo contrario
a cómo lo moldearon, lo educador, rebelarse ante las telarañas de una historia
densa, compleja, cruel, que lo tuvo entremedio sin que elija y sin que sepa.
Se hizo una identidad.
Ya estaban echadas las cartas, pero él no sabía.
Infinitamente más fácil hubiese sido agachar la cabeza,
dejar las cosas como están.
Decidió lo contrario.
Y además mostrarlo, que se sepa, abrir los sentimientos más vergonzosos
y hacerlos épicos, hacerlo epopeya, hacerlos relato. Decidió hacer política.
¿Sabrá que muchos cuando vuelven de una reunión donde
discutieron a los gritos, y tienen ganas de mandar todo a la mierda, le
encuentran sentido a la política al mirarlo? ¿Sabrá que muchos creen que no
deben, no pueden aflojar, porque ahí está el sentido, ahí la razón, ahí la esperanza?
Ojalá lo sepa.
Excelente Lucas, comparto plenamente.
ResponderBorrarAbrazo
Tremendamente cierto. Uno, lleno de dudas y de huecos, encuentra un sentido ahí. Te regalo esa mochila Juan. O mejor: dejame pensar que muchos pensamos eso y te ayudadamos a llevarla.
ResponderBorrarPosta te lo digo, lo admiro a Juan Cabandié por estas cosas que citás.
ResponderBorrarUn abrazo a juan.
ResponderBorrarCuál Cabandié? el niño k que con sus amigotes hacen tours futbolíticos por Aerolíneas???? (comandada por su compadre Recalde)
ResponderBorrarVuelvan a los setentas, muchachos...estos pibes son la Juventud Menemista.
Vaya también mi reconocimiento para Juan, por su lucha y su compromiso militante
ResponderBorrarComo el que nunca pudo dejar su infancia , y dejo. Como el que nunca pudo deshacerse del niño de su infancia, y dejo. Como el que nunca pudo matar al niño, y dejo. Hace ya muchos años, en una noche fria..Te queremos Juan. Victoria Theedhy.
ResponderBorrarJuan es ese niño que recuperamos, emblema de la identidad que no pudieron aniquilar pese a tormentos y torturas. Juan está ahí, luchando desde siempre.
ResponderBorrarSalut por Juan y nuestra identidad
Es tan cierto Lucas, eso de que si te fijás bien uno no tiene mucho más que la identidad. Un gran tipo Juan, que supo hacerse cargo de la suya. Que se cuenten estas historias nos hace bien, gracias por eso
ResponderBorrarAbrazos.
Desde aquel dia que hablo en la ESMA con esa enteresa , daba mucha emocion verlo ahi parado frente a la vida , sin rencores pero si con justicia .
ResponderBorrarSalud Juan .
Che, este pibe no podria ser un poco mas agradecido con los que lo criaron?
ResponderBorrarA ver si la tortilla se vuelve y se queda solito atras de una reja.
Juan es un ejemplo de lucha y compromiso. No te olvides Lucas, que ademas es querellante en la causa contra su apropiador.
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ResponderBorrarpara los pibes, nuestro referente mas sincero, mas verdadero
ResponderBorrarHablando con los amigos de mi hija, que rondan los 17 o 18, sin duda puedo llegar a explicarme que le pasaba a Juan a esa edad.
ResponderBorrarNo me gusta decir "los pendejos de ahora están en otra cosa". Pero parece imposible encontrar, no ya en los pendejos, sino en la sociedad entera, los valores que representa Cabandié.
Muy emocionante el post.
estoy de acuerdo en todo salvo en que nosotros les pedimos a ellos que no claudiquen, que sean quiza mas heroicos que nosotros, delegamos por ahi en tipos como juan la necesidad de que nunca metan la pata, y si se agachan nos sentimos defraudados. bah, les pedimos demasiado, a veces...
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ResponderBorrarEso era lo que yo quería decir.
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