La clase media

Los trabajadores que no se asumen como tales - el 90% de los empleados públicos, los desclasados en oficios "para jóvenes", etc- se consideran de clase media. No saben muy bien que en general la categoría sociológica de "clase media" les queda grande, bastante en grande en algunos casos. Es que miran para abajo con placer. Los jueces -empleados públicos aristócratas- incluso los muy poquitos que son honestos, se creen de clase media: me acuerdo de haber conversado una vez con un Juez  que estaba seguro de ser un hombre de clase media. Los tipos de guita, por caso capitalistas en categoría pymes, profesionales que la juntan con pala, contratistas de obra semilegales a desgano, un dueño de tres panaderías, o de seis taxis, se consideran de clase media. No saben que la categoría les queda muy chica. Miran para arriba, por eso. Con placer.

Fuimos, gracias al populismo, un país igualitario. Pero un sector de la sociedad -los clasesmedias por vocación y convicción, o sea, la derecha (sí, la derecha no es marginal, es cuanto menos el 30% de la población) cree firmemente que no fue el populismo peronista el que los integró, y en parte (la étnica) tienen razón: fue en su época dorada, el roquismo, el moncloísmo según Duhalde y Terragno. El Pacto de San Nicolas, la etapa aluvional, los argentinos descendemos de los barcos, marcoaguinismo puro y duro, el granero del mundo, la peor faceta de Sarmiento, todo Mitre y todo Rivadavia,  esas cosas.

Hay una ciudad chiquita en Entre Ríos que es hija de las dudosísimas empresas (privadas) de colonización del siglo 19, cuando éste se soñaba, allá en la época dorada del "granero del mundo", como un país blanco de integración racial. Que buscaba integrar razas europeas, supuestamente más saludables que las razas que acá, lamentablemente, vivían.  Ahí, en esa ciudad chiquita, la cosa es clara: no importa si como docente, durante el radicalismo, cobrabas 200 federales, o si,  tenías 600 millones de capital en el "campo" (jamás en el banco, no sea cosa que el estado no quiera pagarte las deudas) ahí si sos blanco, gringo, sos de clase media. ¿Descendientes de polacos cagados de hambre, de anarquistas italianos con apenas lo puesto, de alemanes del volga, de judíos perseguidos por los progroms del zarismo ruso? No importa. Esas diferencias europeas se subsumían en la superioridad étnica -frente al migrante latinoamericano, al indígena, al gaucho. Porque, efectivamente, eran privilegiados por el modernismo de las élites oligarcas de entonces. Incluídos muchos caudillos federales, con Urquiza a la cabeza (pero no solamente).

El viejo mito de la integración de razas, que tanto se enseña en las escuelas de la zona. Que tanto se pavea con disfraces ridículos en la fiesta de las colectividades en Rosario (si uno observa los atuendos payasescos, que se supone representan el "folklore" de cada inmigrante, eran todos pulcros, limpios, sofisticados y caros al vestir: tipos de clase media del siglo 19, siglo en que, la clase media, ciertamente, no existía).

En esos pueblos, todos los descendientes blancos son la clase media, los morochos son la no clase media.
Cortita y al pie, sin tantos mambos sociológicos. Los rubios son descendientes de tal o cual, por parte de madre o de padre o de tía o de tataratía, y todos tienen un pasado glorioso y un escudo familiar para buscar desde google.

Son los peones, jornaleros, golondrinas, que viven en las afueras, la otredad. Quién sabe a qué clase pertenencen, pero son no clase media. Y este es un país, ya lo sabemos, de clase media. Ergo, no son el país, ellos, los no clase media.
Deben ser bolivianos o tucumanos, jujeños o paraguayos, o capaz que entrerrianos nomás, pero sin descendencia, sin árbol (plantadas sus raíces en la propiedad de la tierra) sin árbol genealógico. Que se vayan, entonces, al conurbano.

¿Es solamente una cuestión de costos y posibilidades de venta que los migrantes de países vecinos, en especial los que trabajan la tierra, vivan en las periferias de las grandes ciudades, donde se concentran, además (en torno a la pampa húmeda y los puertos) los migrantes internos, los cabecitas negras?
¿Es real, como se ufana la derecha de "este país" que en nuestro país son integrados los migrantes europeos, o ahora el flujo es al revés (¿acaso recibirse en la UBA y hacer un estudio de campo en España no es la posta?) y no es acaso, la pervivencia del discurso racista de la integración de razas (europeas) un modo de tapar que nuestro país integra a los migrantes de países vecinos?


Ciertamente, son pocos en la Recoleta en Buenos Aires, en Rioja y Primero de Mayo en Rosario, en Mitre y San Martín en Paraná, o en el barrio La Consolata de San Francisco en Córdoba, en la avenida Independencia de Mar del Plata, en calle Pablo Pescara de Maipú  en Mendoza; son pocos ahí, los migrantes de las colectividades mayoritarias que van llegando a la argentina Más bien, se radican, y con mayor o menor suerte y violencia son integrados en otras zonas del país. Zonas de poco estado, zonas estigmatizadas, zonas asociadas al relato policial.

Pero decirlo hiere suceptibilidades, zonceras arraigadas, zonas oscuras -de nuestra historia y de ahora- que empañan un poco el bolazo del crisol de razas.


Argentina es un país donde está prohibido hablar de racismo. Está prohibido moralmente, porque en la argentina se sostiene que no hay racismo. Si hasta hay un organismo porteño de financiamiento nacional -el INADI- encargado de hacer comunicados de prensa contra "discriminaciones", siempre y cuando no abarquen problemas más de tipo "policial" o "cultural" o "productivo" que es como se tratan las torturas a bolivianos, el trabajo de niños morochos recolectando frutas en Entre Ríos, la subasta de trabajadores golondrinas en el sur y en el norte, el desplazamiento de campesinos y comunidades originarias por parte de los prestigiosos sojeros y así.





(En fin, a veces conviene escribir de apuros y exagerar las cosas, para que te entiendan. A veces no queda otra que exagerar para que el interlocutor entienda matices. En eso pensaba hoy, cuando me consultaban en una radio por el parecido, no tanto del gobierno con el peronismo original, sino de las mitologías opositoras a este gobierno, su parecido con las que se opusieron al peronismo de mediados de siglo)