Por Raúl Degrossi
Volvieron todos
Sin
el ruido de cacerolas de fondo, como en el 2001, pero con abundancia de cámaras
y micrófonos, volvieron, todos y por todo.
Volvieron
para explicarnos claramente, sin subterfugios y para que lo entendamos, hasta
donde llegan el diálogo y el consenso, que valor real y concreto tienen sus
apelaciones al respeto por las instituciones republicanas, su apego a las
reglas de juego de la democracia.
La
misma expresión de falsa sorpresa con que juran y perjuran estar desprovistos
de todo ánimo destituyente, es un claro indicio que la hipótesis de acelerar el
final del gobierno (o su colonización, haciéndole abandonar su programa para
ejecutar el trabajo sucio “que debe hacerse”) es algo que analizan a diario, y
desde lo que planifican sus acciones.
Han
asimilado ese cacerolazo inaudible -pero concreto y real- que trasuntan a
diario los editoriales de las principales plumas de Clarín y La Nación , se han entregado
con goce y sin culpa a hacer realidad los sueños de Mariano, de Joaquín y de
Ernestina, disfrutando todos -los acostumbrados todos estos años, el rescatado
del olvido por la fuerza de la necesidad- su estrellato mediático, que intentan
revalidar diariamente con un fervor orgásmico por acuñar la frase más
lapidaria, la iniciativa más corrosiva de la marcha del gobierno, el pronóstico
más apocalíptico sobre su suerte.
Saben
-aunque no lo digan- que a quienes les dispensan el ágora mediática no les
bastará el triunfo moral (si se me perdona el uso de esa expresión en este
contexto), y les exigirán de inmediato pruebas de amor más concretas, más
vinculadas a sus intereses objetivos.
Ha
pasado el tiempo de las medias tintas, que coincidió con el estrellato del
vicepresidente opositor, esa rara avis incorporada por la experiencia argentina
al bagaje conceptual de la ciencia política.
Ya
parece no hacer lugar para hombrecitos mediocres con cara de amables y mansos,
que proclaman decisiones transcendentes con voz temblorosa, lenguaje confuso y
apelación al consejo del núcleo familiar íntimo.
De
allí que aquél cuya permanencia se juzgaba imprescindible para dirimir el
empate, hoy es simplemente el burocrático encargado de recordarle al otro, a
aquél con quien no deben ser sorprendidos en una foto común (a tal punto llega
el culto de la imagen como instancia de construcción política), que no olvide
alzar su brazo para ayudar -de un modo decisivo- a consumar la maniobra.
La
hora es de los decididos, de los que no sólo echan a un lado los escrúpulos -si
alguna vez los tuvieron-, sino gozan de exhibir en público la incoherencia en
aras, claro, de fines superiores; que les exigen abdicar de delicadeces
estomacales a la hora de reclutar apoyos.
Empezamos
a entender por qué razón nos restriegan por las narices la experiencia
uruguaya. ¿Será tal vez por la búsqueda de una consagración democrática del
olvido y la impunidad, o por la sobreactuación obscena de un mensaje
tranquilizador para el capital, al que se promete seguir con la vista gorda a
sus tropelías?
Por
boca de uno de ellos, que persiste en presentarse como un estadista consumado y
un avezado piloto de tormentas, nos anoticiamos del aspecto principal en el que
hemos de intentar parecernos a Chile: el modo de encarar la protesta social, la
respuesta del Estado frente a la emergencia de los excluidos.
Adquiere
ahora cabal sentido su silencio cómplice frente al drama hondureño: no es
astuto criticar en público aquello que se piensa, en privado, en replicar.
Menos cuando se decide pasar rápidamente del pensamiento a la acción concreta.
Ellos,
los que volvieron -en realidad nunca se fueron-, disfrutan las mieles del éxito
que supieron construir como consecuencia de su unidad, demasiado parecida a una
confusa argamasa, pero no por eso menos efectiva; unidad que es también una
lección para nosotros, que desde la otra vereda muchas veces parecemos
incapaces de acumular fuerzas por sectarismo o por poner lo adjetivo, delante
de lo sustancial.
También
empiezan a entender que esa unidad que han logrado en sus propósitos inmediatos
se da de bruces con sus apetencias personales de cara al 2011, y probablemente
vuelva a estallar en pedazos en la medida en que el proceso se acelere.
Hay
allí demasiados egos convencidos de ser los principales (si no los únicos)
artífices de los logros, egos sutilmente aprovechados por el conglomerado
mediático para utilizarlos como instrumentos de sus propios fines, y en tanto
instrumentos, desechables si las circunstancias lo requieren.
Pero
si la unidad les garantizó el triunfo, y la fragmentación, por el contrario,
pone en riesgo los objetivos primordiales, ¿nos sorprenderán con otra
inesperada convergencia, esta vez en el plano electoral?
Constantemente
apelan, en defensa de lo indefendible, al voto del 28 de junio, “no hacemos
-nos dicen- más que lo que votó la gente, que nos pide que nos unamos para
ponerle límites al gobierno”.
¿Será
la criminalización del kirchnerismo, su expulsión del territorio de la
política, su reducción a una especie de asociación ilícita -tópico frecuentado,
por otra parte, por los lectores comentaristas de los diarios digitales- una
pirueta dialéctica para justificar otro rejunte, de aquello que se nos dijo no
se podía juntar?
En
el afán de traducir esos difusos deseos, ¿veremos converger a quienes expresen
de un modo más cabal y definido el tipo de país que “la gente” desea y añora,
con quienes puedan exhibir sus blasones de combatientes de la resistencia
contra un régimen definido como dictatorial y corrupto, desde las primeras
horas y sin ningún tipo de treguas ni concesiones?
¿Se
viene, tal vez, una fórmula Menem-Carrió?
Y, los radicales querian dialogo y consenso, y dialogaron y consesuaron, con menem...!
ResponderBorrarY nosotros somos los nietos de la pavota, esperando que alguna vez el PJ deje de traicionar. Lamentablemente se va todo a la derecha. Cristina tiene buenas ideas y Nestor tambien, pero no han sabido conducir ni construir algo que enfrente con exito al PJ. Lo trataron de seducir, de limpiar, pero al final te la ponen doblada siempre. No falta mucho para volver a ver a Mingo dando consejos de economía en TN.