Hace más de seis años que mantenemos nuestro programa de asistencia a refugiados e indigentes sudafricanos y no sólo nunca hemos tenido ningún problema, sino que hemos recibido numerosas muestras de apoyo por parte del Gobierno", continúa el Obispo Paul Verryn, pero a medida que se acercaba el Mundial las cosas empezaron a cambiar. "Su argumento es que quieren reducir la inseguridad, ¿pero con esto están diciendo que los pobres son todos criminales? -se pregunta- En realidad lo que pretenden es esconder la pobreza como si fuera polvo que se barre bajo la alfombra. No quieren que el mundo conozca la verdadera Sudáfrica".
"El Mundial se ha convertido en una excusa formidable para imponer planes de desarrollo de consecuencias desastrosas para los más vulnerables -cuenta Pat Horn, coordinadora de StreetNet, una red internacional de vendedores callejeros- y privatizar los centros de las grandes ciudades en beneficio de una economía globalizada que excluye a una mayoría de las personas humildes".
"Los desalojos se han multiplicado en los últimos años -cuenta Tshawe, dirigente comunitario de Joe Slovo, uno de estos "asentamientos" nombrado así en honor al histórico dirigente comunista sudafricano- en parte por el aumento del precio de la tierra y en parte porque el Ayuntamiento no nos quiere tan cerca del centro, donde los turistas pueden vernos. La Campaña Anti Desalojos, una red local que coordina a las diferentes comunidades afectadas, cifra en "decenas de miles" las personas desahuciadas desde el año 2000, cuando se fundó la organización. En el caso de Joe Slovo el "problema" se encuentra en su proximidad a la autopista, que revaloriza los terrenos donde se erigen sus barracas. "Pero es que nosotros tampoco nos instalamos aquí por casualidad. Si nos vamos a un sitio dejado de la mano de Dios, ¿como vamos a poder acceder a un puesto de trabajo?" se pregunta Tshawe.
Cantando viejas canciones de lucha los comerciantes del Early Morning se encerraron en su mercado y quemaron neumáticos hasta que la empresa inversora, viendo que ya era imposible inaugurar el centro comercial para el Mundial tiró la toalla, al menos de momento.
El Obispo Paul Verryn también es optimista: "en enero de 2009 ya trataron de asaltar policialmente la iglesia y detener 1.500 personas. Sólo la presión mediática internacional logró pararles los pies. A día de hoy, con más tensión informativa que nunca, ya no se atreverán a dar otro paso similar".
"Éste es un país donde sorprenden los niveles de riqueza y pobreza puestos de forma contigua. La Copa del Mundo, lejos de ayudar a cambiar esta situación es sólo una lupa que amplifica todos los defectos de este sistema post-apartheid". Esta frase, contra lo que podría parecer, no proviene de ningún activista social o un académico marxista, sino de Dave Zirin, uno de los periodistas deportivos más famosos de los Estados Unidos. Pero es que Sudáfrica es, desde el año pasado, el país más desigual del mundo y es imposible que a ningún visitante mínimamente curiosos se le escape el contraste entre los hoteles de cinco estrellas y los inmensos barrios de chabolas de cartón y lata. Y a medida que se acercaba el evento deportivo -el más grande celebrado nunca en todo el continente- han ido en aumento las voces que denunciaban que el Mundial ha acentuado aún más estas desigualdades en vez de, como prometía el Gobierno, desarrollar el país y ayudar a la gente a salir de la pobreza.
Según datos ofrecidos por Pravin Gordhan, Ministro sudafricano de Economía, del 2,5% de crecimiento del PIB calculado para 2010 un 0,5 estará relacionado directamente con la organización del Mundial. Pero es que este tirón solo se explica por una colosal inversión pública. En los últimos años el país entero ha hecho una "puesta a punto" y hoy puede presumir de carreteras, aeropuertos, estadios y centros urbanos totalmente remodelados, cuando no directamente nuevos. "El problema es que se ha hipotecado gran parte del presupuesto público en unas infraestructuras que refuerzan el modelo de desarrollo neoliberal en vez de centrarse en una apuesta social y sostenible -cuenta el profesor de economía de la Universidad de Kwa Zulu Natal, Patrick Bond- cuando no se han dedicado directamente a instalaciones totalmente inútiles como son los estadios, que en conjunto han costado 3.000 millones de rands [300 millones de euros]. Y éste es un dinero que ha salido de las partidas para agua potable, vivienda social, sanidad o educación". O tal y como expresaba el recientemente fallecido Dennis Brutus, considerado una de las estrellas deportivas nacionales, "si quieren ayudar al deporte que hagan canchas en los colegios".
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