lunes, agosto 23, 2010
Lo tipos como yo.
Los tipos como yo piensan en la buena gente. Añoran la infancia, cuando tampoco fueron buenos. Cuando lo intentaron. Los tipos como yo sienten culpa, sienten pena, pero sin embargo. Los tipos así saben que es una ilusión creer que los otros son distintos, cuando guardan el coche, cuando prenden la tele, cuando toman vino, apenas en sorbos. También se desesperan, también quieren huir, también celebran como si fuera un alivio. Los tipos como yo no hacen terapia ni se mantienen mucho tiempo en ninguna parte. Los tipos como yo son capaces de querer. Y ser leales e intensos pero apenas un tiempo que antes de empezar ya se está muriendo. Como todos los tiempos, antes de empezar, se están muriendo.
Los tipos como yo sueñan con aventuras a cada rato, todos los días. Se sienten poco, pero no importa. Mientras los otros ascienden, mientras los otros se proponen, mientras los otros se festejan, los tipos como yo van por la vereda de enfrente.
Recién conocí a un tipo como yo. Lo noté en la mirada, en la forma de sentarse, en algo imperceptible. Con ese tipo podría tomarme un helado. Podría conversar. Podría, incluso, hasta una noche entera ser su amigo.
Estaba en la parada del colectivo. Se subió, pero se arrepintió y a la próxima parada -dos cuadras después- se bajó.
En la garita prendió un cigarrillo para que el colectivo llegue más rápido. Me miró, indiferente, y se metió una mano en el bolsillo. Desaliñado. Ese es, pensé, un tipo como yo. Los tipos como yo patean piedritas, miran y no miran, usan el pullover suelto, las zapatilas viejas.
Llegó el colectivo. Me dejó pasar primero. Los tipos como yo son amables, en especial con los viejos y los niños. A los tipos como yo les encanta la gente común, no la gente concreta.
Yo me senté en la ventanilla y él en la fila de enfrente.
Cuando el colectivo hizo una sola cuadra, se levantó. Lo seguí, discreto, con la mirada. Tocó el timbre -los tipos como yo bajan del bondi por atrás, como se debe- y a la otra cuadra, se bajó.
Lo miré por la ventanilla. Lo pensé, un segundo. Pensé un segundo en bajarme yo también. Pero el colectivo arrancó y no sé, no me decidí. Me quedé ahí. Capaz que ese tipo como yo era más como yo que yo.
Paró en un semáforo, el chofer. Subió una mujer con unas bolsas. Y un chico con uniforme de la escuela.
Después cambió a verde y el colectivo siguió. Le dejé el asiento a la mujer. Me apoyé sobre una baranda. El calor fue bajando, con la tarde. Parece que va a haber tormenta.
Cuando llegué a mi casa, abrí las ventanas. Que entre el viento. Hay un olor raro, en mi casa. No es sólo el cigarrilo. Es algo más. Como si estuviera, no sé, deshabitada.
En unas horas me voy de nuevo.
Guardé la ropa en una bolsa, para el lavadero. Metí los libros que me regalaron en el cajón del armario. Puse a Cacho Castaña. Me senté en el balcón.
Hijos de puta, me podaron el árbol. Una razón más para odiar al intendente. Tengo que vengarme del intendente. Me podó el árbol.
Ya no están los pájaros ni mañana la sombra ni el telón que me cubre de los vecinos indiscretos. Los que dicen ahí va, es ése. Viejas de mierda. Algún día voy a asesinar al directorio del consorcio, menos a la nieta de la prosecretaria, que es un encanto. Aunque simpatizante de Proyecto Sur, nadie es perfecto. No se puede pedir que sea cristinista con esas tetas, no señor. Todo no se puede. Tengo que vengarme del intendente, mandarme alguna, un sabotaje, un atentado terrorista, un virus informático, me podaron el árbol.
Las viejas del consorcio, los pibes de Franja Morada que viven al lado, la panadera que junta guita para el cumpleaños de su hija, mi primo que se doctoró en muchacho exitoso, tienen esas vidas así como preparadas, de antemano saben lo que quieren y lo que pueden.
Los tipos como yo tienen siempre coartada, viven de ser una promesa, un futuro enorme, un talento oculto.
Compartimos las veredas, los bares, la obra social, el barrio, las tormentas, los árboles podados. Y sin embargo. No sé.
Entiendo perfectamente que cuando me senté a escribir sobre Fibertel me fui al carajo, pero bue, así son las cosas. Y nadie hace nada.
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Maestro
ResponderBorrarY si te copio la idea y me traigo una vecina con buenas tetas?
ResponderBorrarUn muchacho como yo
ResponderBorrarque vive simplemente
dice siempre la verdad
y esta siempre entre la gente
Un muchacho como yo
precisa exactamente
una chica como tu (o sea, la nieta de la prosecretaria)
definitivamente
¿sos Palito?