lunes, septiembre 20, 2010

El paìs real y el paìs virtual





En el paìs real me acabo de bajar del trolebús. Cerca de la casa de Josefina, que ni pasé, está, ella, en Paraná. Recién crucé a un tipo al que le faltaba un ojo y tenía, no sé, como los nervios salidos, un tipo que estaba borracho, que vive en la calle. En el país virtual acaba de nacer mi segundo hijo. Un chiste de Patucho, retuiteado por Juan, que se fue a cualquier lado, el chiste. Bah. A cualquier lado. Se fue a la mierda. Cómo, ahora, digo que no tengo nada que ver: más vale me prendo a la joda, la sumo, en el país virtual, a Agustina como madre de la nena, Olivia, hoy cumpliría dos días de vida. Ya debería afiliarla a la Tupak. Lo que queríamos ser de grandes, lo que volvimos, enloquecidos, tan negociables. Eso es el país real. Y el virtual. Ahora que disminuyen, en el país real, los comentarios, se van para facebook, ese botón, ese cana, ese infiltrado que te cuenta que tus ex novias se ven felices y viejas. Como vos, digamos, pero felices. Con quien fuera, alguna vez, un amigo tuyo. Hoy padre, responsable, organizador de encuentros de ex alumnos.  Migran a twitter, acaparan la coyuntura, ahí. Eso viene bien, eh.  El prestigio de una reflexión, necesariamente larga, queda en los blogs. Una hija de puta escribió -tengo una alerta de google, con mi nombre (cuánto ego, eh), también una tarjeta, que dice bajo mi gracia: "Perito Mercantil" y el teléfono de la casa de mi vieja, y entre paréntesis, "preguntar por Lucas"- que digo dos boludeces cada tres ideas escribió, después, la zorra, lo borró. Lo leí. En caché, de google.  En el país real es lúnes. Bah, eso dice el Indec, andá a saber. Eso de las dos boludeces cada tres ideas me gustó. Está nublado. Hay un gato, de ojos verdes, que trepa por la ventana. En un par de semanas se presenta un libro, de Paidós, sobre 678. Sandra Russo me había contado, pero ella creía que los mataban. Me dijo una chica de Paidós que no es así. Que, al contrario. No sé.  Anoche dije un par de boludeces de más, uh, ahora que me acuerdo: nada que ver, otro tema, pero bue, mandé a la mierda al gobernador. Un mensaje de texto. Capaz que ni lo leyó. Pasa. Todo. Ni me acuerdo porqué, qué razonamiento me llevó a eso. Como un tren. Las cosas pasan. Y como el tren, mañana volverán a pasar. Y a nadie le importa. Nada. En el país virtual las gordas son felices, los petisos son robustos, los boludos son geniales. Eliézer dice que Jimenita escribe muy bien.  Yo creo lo mismo. Aunque, sabelo, no te voy a leer más. Nunca. No ser el protagonista me genera celos, de mí mismo y de mi propio pasado. Inmediato. Hay palomas en el balcón y va a llover. Sobre la azalea, que está floreciendo. Che, las azaleas no van al balcón. Son de interior. Creo. Tan temprano para tomarse un vino. Cuando pienso en las cosas raras, las que pasaron, los misterios que se han ido, quién sabe dónde, esa magia, esa chispa, que teníamos, Eliézer, cuando creíamos. En nosotros. Que íbamos a comernos el mundo. El universo. Los libros que nunca escribíamos soñando en los bares. Con Julián hicimos varias revoluciones -socialistas- en centroamérica, reescribimos Rayuela y el Ulises, en noches desesperadas, asaltamos desde un velero un barco lleno de trigo y lo repartimos por Africa. Tantas cosas hicimos sin movernos de la mesa del bar Cervantes. ¿Sigue existiendo? Más, no importa. Ese mundo murió. Que esté o no el club Cervantes, al caso no viene. En el país real. En el país virtual tuve una novia en Córdoba que me llevó a pasear por las bibliotecas cerradas.  Era de noche. La quise toda la noche. Un montón. Temprano, pero de noche. En esa hora llena de tristeza. Porqué, no sé. Capaz que porque en el país real cuando el día se termina es otro día más cerca de un final, de algo definitivo, y un día más lejos de lo que soñamos. La paloma vuela al cable del teléfono y vuelve. Se para ahí. Hay, al lado, un gorrión. Para mí que los pájaros se paran en los cables cuando tienen que hacer una llamada. La economía va a crecer casi un 10% este año. En relación al año anterior, claro. Año de crisis internacional. Fabián Casas tiene 40 y pico. Yo lo hacía de 30 y pico. En el país virtual cumplo años todos los meses. Cuando estoy aburrido. Sentado, solo, en Santa Fe. Una botella. A veces escribo boludeces. A veces me enojo con el pasado. A veces, pequeña, pienso en vos. En twitter me quejo de que no me saluden, por mi cumpleaños. Y me siento, así y por un rato, querido. Como un boludo. Como en el país real. Hay un hotel, triste, acá enfrente. Gente que duerme en la calle, por Alem, cuando vuelvo a casa, ahí en Retiro. Pero qué mierda me pasa. 11 de la mañana. Podría irme al monumento a la bandera. Ahí metí un gol mejor que el de Maradona contra los ingleses. Lo pasé al rusito -que jugaba re bien, eso te lo reconozco- de la despensa y le amagué al arquero, un gordo banana, pero igual, le amagué re bien y entonces, de zurda, sobre el palo, no había palo, sino una remera, sobre el palo derecho, golazo. Se pararon todas las viejas del parque. Aplaudían los turistas. Frenó un colectivo. Se abrió el cielo. Y llovió. Todos vivaban mi gol. Los contrarios renunciaron al fútbol. Las colegialas me tiraban flores y besos, me regalaban la merienda. Mis hermanos tiraban la toalla y lo aceptaban: sos el mejor, Lucas, renunciamos a la libre competencia entre hermanos. El monumento a la bandera se sonrojaba. Qué golazo. En el país real. En el virtual me duele la espalda, tengo que ir a trabajar, estirar la plata, hasta fin de mes, llegar, sin haberme ido, a ningún lado. Cuando me acuerdo de ese gol. Qué hijo de puta. Un golazo.  Tanta gente viaja para solamente llegar a fin de mes. Quiero ver las estrellas y son las 11 de la mañana. Quiero escribir algo genial y me sale esta pavada. Escribir una canción que te haga llorar, piba. Que te mueras o te conmuevas. De pena. Por haberme dicho que era, y algo de razón tenías, que era, yo, un gil. Capaz que tenés razón, ojo. No importa. Voy a escribir esa canción. La voy a cantar. La van a cantar todos. Hasta tu papá y tu mamá. Y te vas a arrepentir. Como los trenes y los cables y los hoteles. Necesito estrellas, que sea de noche. Algún día voy a escribir esa canción. No te fíes. Pero puede que sí. En el país real, esperame en tu balcón. Necesito un vino. Y estrellas.

2 comentarios:

  1. 30 tenes Lucas? te llevo 6 pero leerte me pone como de 50. No rompas las pelotas, nos mandas a todos al muere

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  2. Pedazo de post se mando!
    Le doy un consejo, puede sacar un libro con todas las cosas que escribe aca. Creo que bastantes personas lo comprariamos. Ya me imagino el titulo "Republica Unida de la Soja, El Libro". Con posibilidad de hacer un film sobre las historias, con Pino como director (?).
    Eso mismo comentaba con una amiga que lo conoce, que ud escribe muy bien.
    La verdad nos tocan las cosas que escribis.
    Negrito (antik).

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