martes, diciembre 24, 2013

Feliz Navidad y año nuevo





 Las navidades son la infancia. Los regalos, jugar con los del barrio, las vacaciones -inmensamente largas en esos días que los vivíamosn enteros- de la escuela, la familia en la pelopincho, todos perfumados a misa, esas cosas. Había, hay, todavía, paraísos, esos árboles que traen piñas, que arden en la parrilla. No son piñas, tienen un nombre. Otro nombre. En la casa de Paraná un árbol, un paraíso, ya murió, lo podaron, la municipalidad, cuando ya estaba podrido: una muerte asistida (asistió el que lo mató).
A esta altura (¿1, 60? con zapatos) la infancia es algo lejos, la navidad cosa de viejos.
Paraná se oscureció, a medida que ponían más luces. Y policías. Y rejas. Y terrores exclusivos, íntimos, calculados. Si los contás, si decís que le tenés miedo a los negritos, a los jóvenes, a las sombras sin centinela. Si lo contás te sentís vacío, equivocado y real.
Nosotros, qué se yo, acá estamos. La mayoría prefiere estar equivocada. Consciente y violentamente. Es más fácil. ¿Que es ser, de esa manera, más egoísta? Sí, claro. El mundo está hecho para los egoístas.
Y que todas las ciencias calculen matemáticamente las injusticias. Pero es la literatura la única disciplina que resiste el ninguneo temeroso de los que no se adaptaron. De los que combaten, día y rato, la tentación del egoísmo. Es la literatura la que reordena, para minorías que todavía se atreven a leer cosas que te cuestionen, la que reordena los valores, las emociones, las liturgias, el sentido imposible de la vida.
Alguien tiene que recordar que ser puto no es un privilegio jurídico ni una estatua identitaria, en algún lado tiene que estar escrito que no importa repetir de grado, ser expulsado de la iglesia, amar a la que no te juna. Alguien tiene que seguir imaginando un mundo  más justo. Y los límites de ese imaginario heroico. La histérica imposibilidad. La manera de hacer equilibrio cuando la cabeza nos inventa una nueva escalera.

Las religiones, incluso las ateas, como la religión literaria, la religión policial, la religión de durar, la religión de asesinar, la religión del yo, todas las religiones que nos vamos inventando suelen decirnos que este puede ser nuestro último día, que hay algo detrás, que no hay nada, que la infancia y lo que fuimos -que todas las navidades- morirán más pronto que tarde, que hay una futilidad, una innecesariedad de vivir, que todo es al pedo, que perdimos el tiempo, que lo agarramos, que nos queda esto: el vencimiento de la tarjeta de crédito, el anochecer lluvioso, la verguencita y los miedos, la culpa, los sueños imposibles, las frustraciones, no mucho más.
Seguimos viviendo menos por amar la vida concreta que por no saber si esta es nuestra única y última vida: si no hay nada después, no me jodan con la guerra, traigan putas. A correr que se acaba el mundo. ¿Acaba el mundo? ¿Cuando acaba tira maremotos de flujos vaginales desde la vía láctea, o gotea con nieve? Sería nieve con olor a café y cigarrillos. Asesinando vidas, según el Código Civil.
Por eso, flaca, cuando te acabe en la boca escupí acá.
-¿acá? ¿qué tenés, un regimiento de peteras?
No, corazón, es una cuna. Para los bebés.

-¿Bebés, eh, vos cómo te llamás?
-Lucas
-y me hablas de bebés, flaco.
- No, te hablo del  Código Civil.
-¿del Código Civil?
-Pasa que vos no leíste el nuevo
-Si lo leí. No te discutí porque no podía hablar.


 Las religiones, a veces tan ateas, tan militantes, que nos vamos organizando para soportar el paso del tiempo. Si quemáramos, por un día, las agendas, los conflictos, las proyecciones, las derrotas, un día de duelo por todo el año que acaba de pasar.
Es un secreto a voces: los optimistas son perdedores tímidos.
Feliz navidad. El año que viene ojalá sea mejor, nadie puede saberlo (de hecho, nadie puede saber, siquiera, si habrá -para sí- un año que venga) pero ni la dialéctica hegeliana te suple el vacío estremecedor de esa mentira tan tierna de Gramsci: es imposible conjugar el optimismo de la voluntad con el pesimismo de la inteligencia; las rayuelas geométricas sobre la inteligencia emocional sólo retrasan el momento de pensarlo, y así, retrasan la intensidad de vivirlo, mientras estemos. Mientras estemos.


Un corcho le da a un foco. Buena puntería para la desgracia. Se queda quieta una esquina, por la oscuridad. Bombas de estruendo. Celebración de la industria militar.
En Paraná las familias ya no arman el tablón en la vereda.
Ni cortan las calles. Ni entran a cualquier casa con una bandeja y llevándose otra. En Paraná los viejos con bastón hacen colas enormes en el cajero automático donde está la policía. Se encierran. Abandonaron el jardín del cordón. Miran televisión. Denuncian vecinos por tener la cumbia a todo volumen. Se acuestan a dormir cuando se empiezan a acordar que las navidades fueron la infancia.
Ponen la alarma. Calculan cuánto falta para llegar a fin de mes.
Llaman a algún hijo que no los atiende.
Y le dan de comer al perro todas las sobras de una cena invariable que no contempla a los familiares  muertos.
Un mamado se cuelga del balcón.
Bajan de un taxi mil chicas vestidas de televisión gritándole feliz navidad al chofer.
Los enfermeros no duermen.
En un baldío se escucha la radio policial y un cana sale subiéndose los pantalones.
El travesti lo corre 6 cuadras para que le pague.
La navidad fue la infancia mientras fuimos chicos.
Una anciana escucha radio en la vereda. Hay dos reposeras. Hace poco murió el marido. Saca, igual, dos reposeras. Para no quebrar algo. Patotear un aritmético destino, en el que la anciana, a medida que le ganan los dolores y los remordimientos, empieza a desconfiar. La religión de la agenda. La de la rutina. La religión de la desconfianza. La regla de tres triste: nacer sin pedirlo, vivir como podemos y morir sin avisarnos.
Las luces, ridículas detrás de las ligustrinas, parpadean, con la previsible torpeza de los soplillos. Esos soplillos que llevan los patrulleros sobre el capó.
La navidad no es la infancia. Es cada navidad donde extrañamos la infancia.

20 comentarios:

  1. Me hiciste llorar.


    Patricia.

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. A Claudeville y a todas las que son así, las hace llorar con el verso este.

      Después las hace llorar por sus problemas de impotencia.

      Borrar
  2. Abrazos y besos Lucas, muchos.

    ResponderBorrar
  3. bolillas de paraíso, también en mi infancia...feliz noche buena

    ResponderBorrar
  4. Das miedo, uno duda en entrar tu blog. Das miedo. Sos un gran poeta.

    ResponderBorrar
  5. El oro es un mineral caustico para los parasitos. La unica inversion logica en un mundo populista.

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. Así es el mundo, mientras unos recuerdan la infancia otros siguen haciendo cuentas para el intercambio de mercancías. Los sumadores terminan vendiendo infancias.

      Borrar
  6. Me parecia que ya lo habia leido esto, veo la fecha de los primeros comentarios y....
    Bue, igualmente Carrasco, que la pases lo mejor que puedas. Yo extraño mas a la ingenuidad que a la infancia. El confiar y creer. Saludos.

    ResponderBorrar
  7. Muy bueno Carrasco respondiendo comentarios viejos.

    ResponderBorrar
  8. Escuchame, petiso...

    Me mandas lo que te pedí?

    No la rebajes eh

    ResponderBorrar
  9. Bla bla bla depresotriston, derrotista, pseudoprofundo y maniqueo.

    Vos deberias ser de izquierda.

    ResponderBorrar
  10. que se yo lucas. estas así, onda despertar el niño en los otros y esas cosas.todo bien. pasala bomba. y cortala con la melancolía.

    decime, leíste algunos trabajos de ezra pound?


    saludos.

    y que te diviertas

    ResponderBorrar
  11. Edenor y edesur tienen 5000 empleados.

    El banco central tiene 2500.

    http://mepriv.mecon.gov.ar/segba/memybces/personal-edesur.htm

    http://ios.clarin.com/#Banco-Central-pagara-empleado-bono_0_1053494895

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. Gasta en sueldos 650 millones por año.

      25.000 familias (100.000 personas) podrían recibir un subsidio de 2000 pesos mensuales.

      Hace lo mismo con todos los organismos del estado y se acaban los 4 millones de pobres.

      EL ESTADO TE ROBA

      Borrar