El dilema del crispado

El más sacadito y enfurecido contra el gobierno de los candidatos presidenciales es, a la vez, el que menos posibilidades tiene de suceder a Cristina.
Demos por hecho que Cristina va a la reelección.
La dirigencia política que responde a la Asociación Empresaria Argentina, AEA, puede presentar un candidato que unifique (muuuuuy difícil) o bien la actual oferta que va de Pino Solanas a Duhalde, pasando por El Hijo De alfonsín o el mamarracho constitucional de Cobos, Carrió, etc. En cualquiera de los escenarios, el empleado de AEA tiene como máxima estrategia salir segundo y que Cristina no llegue al 45%, o que no le saque, si supera el 40%, un 10$ de diferencia. Es decir que toda la estrategia de las corporaciones opositoras es llegar a un balotage. Bien.
¿Cuál es la estrategia ante un balotage?
Suponer que todo el antikirchnerismo es un, digamos, 60%, es una pelotudez que ningún analista serio sostendría. Por el contrario, la rabia antikirchnerista quizás sea nomás que un 7,8% del electorado. Así como el kirchnerismo como tal es "apenas" el 30%.
Necesariamente, el candidato de las corporaciones, en el escenario de hoy (con crecimiento, basado en el consumo interno, a tasas chinas y mejoras en la distribución del ingreso más ampliación de derechos económicos), tiene que mostrar que puede conducir la robusta economía K y eventualmente mejorarla. Necesariamente tiene que tranquilizar a los jubilados, sin decir idioteces. Tiene que esperanzar a quienes cobran la AUH. Tiene que asegurar que mantendrá los subsidios a los servicios, el transporte y el combustible. Que bajará la inflación sin hundirnos. Que mantendrá las computadoras por alumno, la política exterior latinoamericanista, que no reprivatizará las empresas estatizadas. Que respetará los cambios en la Corte Suprema y en materia de derechos humanos. Etc. Un largo etc. Es decir, tendrá que aceptar la calidad institucional y las políticas de estado construídas durante el kirchnerismo. Es la única manera de morder un pedazo del electorado que vote a Cristina, y del que potencialmente podría votarla.
¿Cuál sentido tiene, entonces, representar ahora ese 7,8%  antiK que es, sin más, la derecha dura?
Posicionarse al interior del Grupo A, conseguir financiamiento y espacios por parte de las corporaciones, cohesionar partidariamente, todo eso junto puede ser.
Pero, de cara a pocos meses, la estrategia jugará en contra.
Es bastante raro.
Solamente asimilable si se lee (y se toma en serio) las fabulaciones de Morales Solá o Majul sobre un país incendiado, desbastado, dividido, cual Irak.
Pero tan nabo, como para tomar en serio esas operaciones de bajo vuelo, no se puede ser. De hecho, ningún dirigente de primer nivel es tan papanatas. Así que no sé.
El dilema de fondo es que las corporaciones no apuestan a otra estrategia que no sea generar ingobernabilidad, mientras que la dirigencia política que le responde, necesita votos y, por lo tanto, presentarse no como los creadores de la ingobernabilidad.
Por eso Carrió -que tiene más prensa que Tinelli- mide en las encuestas lo mismo que Altamira. Por eso Duhalde no arranca.
El año que viene va a ser durísimo, lleno de operaciones -mediáticas y en la calle- pero muy probablemente, la dirigencia política que necesita votos cambie su discurso. Un gran dilema es si esta estrategia será comprendida por Magnetto, por Paolo Rocca, por Bergoglio, por el FMI, por los CEOs de las AFJP, por Biolcatti.
Yo, tendría mis dudas.