jueves, marzo 03, 2011

Me tenés podrido, tarada.


Así que hoy, cuando al mediodía, me levanté, tomé un vaso de agua y dije basta, vamos a hablar. Sentate ahí, quiero explicarte algo.
No lo tomes a mal, pero me tenés podrido. Llevamos mucho tiempo juntos, y creo que, sinceramente te lo digo, me rompés las pelotas. Quizás sea que esto ya se volvió una rutina, que el tiempo todo lo arruina, que algo se marchitó. Quién sabe. Pero ya no aguanto más. Date cuenta, esta relación no va. Yo quiero hacer una cosa, y vos otra. Yo quiero ir a un lado, vos a otro. Quiero comer una cosa, vos querés una distinta. Me vivís retando, y mirá, ya no soy un niño, verás, estoy crecidito, mirá, incluso, la panza que tengo, eh.
No puede ser que no nos pongamos de acuerdo.
No siempre tengo estas valentías, así, todo seguro, definido y contundente, como para terminar sintiéndose uno, sintiéndose propio.
Terminé el vaso de agua. Ella estaba en la otra silla, sentada ahí, sin decir nada.
Contestame algo, le dije, por favor, también le dije por favor, como para matizar. Pero ella, mi cabeza, seguía sentada ahí, si no me hubiese quedado yo con la espalda me daría la espalda. Me enferma, me enferma y me enferma cuando trato de hablar con ella y ella en otra, pensando dios sabe en qué.
Así que la saqué de la silla, me la coloqué y me rendí. No se puede hablar con la cabeza de uno. No te da bola. No quiere escucharte, no quiere tampoco, no sé, nada.
Pero, igual, te lo advierto, un día de estos, dejo mi cabeza ahí, sentada como una boluda, y me voy a la mierda.  No vuelvo más. Jodete. Ya me vas a extrañar, cuando no me tengas. Te creés autosuficiente, te creés todo, sabés qué? te la creés demasiado.
Y te estás quedando sin pelos y arrugada y en los labios se te nota que vivís de mal humor, el cuello te lo dejo, todo duro, y si querés la garganta, mejor, así decís pelotudeces vos y me liberás a mí de la culpa al otro día. Es más, llevate todo, hasta el cepillo de dientes. ¿Para qué quiero un cepillo de dientes sino tengo más cabeza?
No entiendo, hay gente que se lleva bien con su cabeza. Yo, no. Estoy harto.  Hay gente que la lleva de paseo a muestras de artistas plásticos, que la mima en la peluquería, que le hace masajes con el psicoanalista, que la mete en vaya a saber qué entrepiernas, hay gente lo más pancha con su cabeza,  caminando juntos por la costanera. Como fusionados. Como si fueran uno. Es más, aunque digan lo que digan que el amor se acaba, hay gente que pasa toda la vida junto a su cabeza. Conviven, obvio, con sus problemas, sus desacuerdos, pero jamás un desencuentro definitivo, ni siquiera una ruptura temporaria. Yo, no puedo.
 Nunca, en nada, nos ponemos de acuerdo. Encima, hay gente, ponele, en los parques, en las plazas, en el colectivo, no se los ve incómodos, no van discutiendo. La gente de la televisión, por ejemplo, todos llevan la cabeza puesta. No sé si tienen los huevos bien puestos, eso en la tele no se ve, pero la cabeza la portan con orgullo en primer plano.
Las modelos de las revistas, fijate, también.  Los pilotos de aviones, los astronautas, hasta los muñecos de ventrílocuos tienen la cabeza más o menos simétricamente.  No sienten lo que yo: dónde ponerla, cómo acomodarla, hacerla callar. Sobre todo eso: hacerla callar, un rato. Que me deje dormir. Que me deje de hinchar las pelotas. Aunque sea en los velorios, o en las fiestas, o mientras uno está cogiendo. Qué tiene qué meterse, en todo.
Hay días que quiero cagarla a palos. Decirle que hoy no, basta de discutir. O llegar a un arreglo, sentarla en la cocina, y decirle: cabeza, mirá, no nos queda otra que seguir juntos el tiempo que sea, quién sabe cuánto, así que lleguemos a un acuerdo: vos no me contradigas en todo, no te quieras fugar por la mañana, no sueñes mirando a la ventana ni te compliques por todo lo que falta y por todo lo que sobra, no preguntes como un chico de cuatro años porqué  porqué, no me hagas sufrir, ni me muestres el futuro, ni me muestres el pasado, ni me muestres, ya que estamos, por un rato, no me muestres más nada. Te lo pido por favor.
 Yo prometo, en serio, dejarte tranquila.  Que cada cual haga su vida. Sigamos, si querés, juntos, para que no nos miren raros los vecinos (queda mal, ya sé, una cabeza decapitada en el cesto de basura, solterona y solitaria, y yo, con el cuerpo liberado, de joda en joda sin tomar conciencia ni, de paso, sin tomar alcohol, sin fumarme un pucho, sin besar desprevenidas, aunque puedo inyectarme heroína no puedo tener alucinaciones: ok, estoy dispuesto a pagar el costo que sea porque, al verdad, de onda, me tenés podrido. Recontra podrido)
Pensalo, en el fondo, cuando andamos bien, hacemos una buena pareja, podemos convivir, intentar no dañarnos, firmar un pacto. Ya somos grandes. Los dos, de hecho, tenemos la misma edad, así que, no sé. Me parece que no me estás escuchando. Me dejás hablando solo, como si fuera un loco. Mejor, sabés qué: andate a la mierda.
Adonde vamos me dejás mal: todos creen que yo estoy loco, por tu culpa. Porque vos estás enferma, estás, no sé, sos complicada. Un día de estos voy a ir al psiquiatra. Y dejarte ahí, hasta nuevo aviso.  Y agradecé que te voy a dejar en un loquero, no en una guarderia para perros, aunque a vos no te arregla ni un veterinario, tarada.
Al cuerpo, cuando ya no sirve, se lo deposita en un geriátrico y se lo visita los lunes. Con vos, tendría que hacer eso, dejarte ahí, con el doctor, visitarte los lunes, y seguir una vida normal. Conseguirme un personal trainer y regar las plantas del patio.
Me da un poco de culpa, sé que estoy teniendo una actitud egoísta, sobre todo porque en algún momento -me vienen a la memoria los días de la infancia, donde vos inventabas los juegos- nos llevamos bien y fuimos el uno para el otro. Pero las relaciones con el tiempo se desgastan. Es así. No, no me digas que son problemas como los que afronta cualquier pareja, cabeza. Lo nuestro no da para más. No quiero abusar de mis brazos y arrojarte por el balcón, no, o cagarte a trompadas por más ganas que tenga –jamás le pegaría aalguien con anteojos-  ni encerrarte en el placard ni golpearte contra las rejas de una comisaría. Nunca fui un hombre violento. Ni pienso comenzar a serlo ahora. Pero, o te vas vos o me voy yo, en serio te lo digo. Tenés que reconocerlo: ya no nos soportamos más. Te paso una cuota alimentaria: con mi brazo izquierdo te doy cucharadas de sopa, te prendo un pucho, te afeito los viernes. Pero esto no da para más.
Basta de buscar excusas: la espalda, sí, es cierto, me duele, me jode bastante, pero la espalda puede curarse, qué se yo, unos masajes, paracetamol, y listo. Vos no parás ni cuando estoy durmiendo. Insisto. Hasta acá llegamos. Por lo menos durmamos en cuartos separados. Entendeme. Es, te lo juro, por el bien de los dos.
¿Qué?
No.
Te digo que no.
¿En qué sentido?
Ah, sí,  ahora yo tengo la culpa.
¿Qué yo nunca te escucho? Pero si la única que no para de hablar todo el tiempo sos vos!
Pará, pará un poco. No grites. Serenate y leeme. Leeme lo que te digo y después hablás vos, eh?
Fo. Bueno, dale, decime.  Te escucho.  
Bueno, puede ser. Pero si respetás el pacto. Más de una vez yo te propuse llegar a un acuerdo, vos me dijiste que sí, que todo bien, y después, a los días, nada. Hacías la tuya. Si esta vez me prometés que vas a cambiar puede ser... Al final siempre te salís con la tuya. ¿Te das cuenta que siempre terminamos haciendo lo que vos querés?
Bueno, basta. Basta, te dije. No quiero discutir más.
Vení, ponete acá, arriba de los hombros, que tenemos que salir.
Má qué a pasear, tarada, tenemos que ir a trabajar, y te necesito.
Pero cuando volvamos a casa vamos a hablar muy seriamente. En serio te digo.

5 comentarios:

  1. La verdad,uso tu blog para ubicar a los demás. No me identifico con tus temas personales ni tu estilo, aunque muchas veces rastreo datos y análisis políticos interesantes en tus relatos. Pero este post me ha revelado algo espantoso: no seremos almas gemelas pero sí poseemos cabezas gemelas!!

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  2. Slyly schuryus, comparing the facts ... *

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  3. Después de todo, es imposible vivir sin ella al igual que ella sin el cuerpo... me agradó esta lectura, y soy sincera, lo piensa mi cabeza y él no dice ni mu... ajja.

    un saludo.

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  4. Mas de una vez uno quisiera poder callar la cabeza y aunque sea [ara dormir tranquilo sin que te maquine, me pasa lo mismo pero resulta imposible, lamentablemente estamos unidos!!

    Genial lo que escribiste!! me encanto!

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  5. Buenísimo Lucas. Capaz lo que más me gusta de todo lo que leí tuyo, puede ser?

    Me impresionó para bien que sepas que los 4 años es la edad de los "por qué".

    Chau viejito. Cariños a Anabel.

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