Así que hoy, cuando al mediodía, me levanté, tomé un
vaso de agua y dije basta, vamos a hablar. Sentate ahí, quiero explicarte algo.
No lo tomes a mal, pero me tenés podrido. Llevamos
mucho tiempo juntos, y creo que, sinceramente te lo digo, me rompés las
pelotas. Quizás sea que esto ya se volvió una rutina, que el tiempo todo lo
arruina, que algo se marchitó. Quién sabe. Pero ya no aguanto más. Date cuenta,
esta relación no va. Yo quiero hacer una cosa, y vos otra. Yo quiero ir a un
lado, vos a otro. Quiero comer una cosa, vos querés una distinta. Me vivís
retando, y mirá, ya no soy un niño, verás, estoy crecidito, mirá, incluso, la
panza que tengo, eh.
No puede ser que no nos pongamos de acuerdo.
No siempre tengo estas valentías, así, todo seguro,
definido y contundente, como para terminar sintiéndose uno, sintiéndose propio.
Terminé el vaso de agua. Ella estaba en la otra silla,
sentada ahí, sin decir nada.
Contestame algo, le dije, por favor, también le dije
por favor, como para matizar. Pero ella, mi cabeza, seguía sentada ahí, si no
me hubiese quedado yo con la espalda me daría la espalda. Me enferma, me
enferma y me enferma cuando trato de hablar con ella y ella en otra, pensando
dios sabe en qué.
Así que la saqué de la silla, me la coloqué y me
rendí. No se puede hablar con la cabeza de uno. No te da bola. No quiere
escucharte, no quiere tampoco, no sé, nada.
Pero, igual, te lo advierto, un día de estos, dejo mi
cabeza ahí, sentada como una boluda, y me voy a la mierda. No vuelvo más. Jodete. Ya me vas a extrañar,
cuando no me tengas. Te creés autosuficiente, te creés todo, sabés qué? te la
creés demasiado.
Y te estás quedando sin pelos y arrugada y en los
labios se te nota que vivís de mal humor, el cuello te lo dejo, todo duro, y si
querés la garganta, mejor, así decís pelotudeces vos y me liberás a mí de la
culpa al otro día. Es más, llevate todo, hasta el cepillo de dientes. ¿Para qué
quiero un cepillo de dientes sino tengo más cabeza?
No entiendo, hay gente que se lleva bien con su
cabeza. Yo, no. Estoy harto. Hay gente
que la lleva de paseo a muestras de artistas plásticos, que la mima en la
peluquería, que le hace masajes con el psicoanalista, que la mete en vaya a
saber qué entrepiernas, hay gente lo más pancha con su cabeza, caminando juntos por la costanera. Como
fusionados. Como si fueran uno. Es más, aunque digan lo que digan que el amor
se acaba, hay gente que pasa toda la vida junto a su cabeza. Conviven, obvio, con
sus problemas, sus desacuerdos, pero jamás un desencuentro definitivo, ni
siquiera una ruptura temporaria. Yo, no puedo.
Nunca, en nada,
nos ponemos de acuerdo. Encima, hay gente, ponele, en los parques, en las
plazas, en el colectivo, no se los ve incómodos, no van discutiendo. La gente
de la televisión, por ejemplo, todos llevan la cabeza puesta. No sé si tienen
los huevos bien puestos, eso en la tele no se ve, pero la cabeza la portan con
orgullo en primer plano.
Las modelos de las revistas, fijate, también. Los pilotos de aviones, los astronautas, hasta
los muñecos de ventrílocuos tienen la cabeza más o menos simétricamente. No sienten lo que yo: dónde ponerla, cómo
acomodarla, hacerla callar. Sobre todo eso: hacerla callar, un rato. Que me
deje dormir. Que me deje de hinchar las pelotas. Aunque sea en los velorios, o
en las fiestas, o mientras uno está cogiendo. Qué tiene qué meterse, en todo.
Hay días que quiero cagarla a palos. Decirle que hoy
no, basta de discutir. O llegar a un arreglo, sentarla en la cocina, y decirle:
cabeza, mirá, no nos queda otra que seguir juntos el tiempo que sea, quién sabe
cuánto, así que lleguemos a un acuerdo: vos no me contradigas en todo, no te
quieras fugar por la mañana, no sueñes mirando a la ventana ni te compliques
por todo lo que falta y por todo lo que sobra, no preguntes como un chico de
cuatro años porqué porqué, no me hagas
sufrir, ni me muestres el futuro, ni me muestres el pasado, ni me muestres, ya
que estamos, por un rato, no me muestres más nada. Te lo pido por favor.
Yo prometo, en
serio, dejarte tranquila. Que cada cual
haga su vida. Sigamos, si querés, juntos, para que no nos miren raros los
vecinos (queda mal, ya sé, una cabeza decapitada en el cesto de basura,
solterona y solitaria, y yo, con el cuerpo liberado, de joda en joda sin tomar
conciencia ni, de paso, sin tomar alcohol, sin fumarme un pucho, sin besar
desprevenidas, aunque puedo inyectarme heroína no puedo tener alucinaciones:
ok, estoy dispuesto a pagar el costo que sea porque, al verdad, de onda, me tenés
podrido. Recontra podrido)
Pensalo, en el fondo, cuando andamos bien, hacemos una
buena pareja, podemos convivir, intentar no dañarnos, firmar un pacto. Ya somos
grandes. Los dos, de hecho, tenemos la misma edad, así que, no sé. Me parece
que no me estás escuchando. Me dejás hablando solo, como si fuera un loco.
Mejor, sabés qué: andate a la mierda.
Adonde vamos me dejás mal: todos creen que yo estoy
loco, por tu culpa. Porque vos estás enferma, estás, no sé, sos complicada. Un
día de estos voy a ir al psiquiatra. Y dejarte ahí, hasta nuevo aviso. Y agradecé que te voy a dejar en un loquero,
no en una guarderia para perros, aunque a vos no te arregla ni un veterinario,
tarada.
Al cuerpo, cuando ya no sirve, se lo deposita en un
geriátrico y se lo visita los lunes. Con vos, tendría que hacer eso, dejarte
ahí, con el doctor, visitarte los lunes, y seguir una vida normal. Conseguirme
un personal trainer y regar las plantas del patio.
Me da un poco de culpa, sé que estoy teniendo una
actitud egoísta, sobre todo porque en algún momento -me vienen a la memoria los
días de la infancia, donde vos inventabas los juegos- nos llevamos bien y
fuimos el uno para el otro. Pero las relaciones con el tiempo se desgastan. Es
así. No, no me digas que son problemas como los que afronta cualquier pareja,
cabeza. Lo nuestro no da para más. No quiero abusar de mis brazos y arrojarte
por el balcón, no, o cagarte a trompadas por más ganas que tenga –jamás le
pegaría aalguien con anteojos- ni
encerrarte en el placard ni golpearte contra las rejas de una comisaría. Nunca
fui un hombre violento. Ni pienso comenzar a serlo ahora. Pero, o te vas vos o
me voy yo, en serio te lo digo. Tenés que reconocerlo: ya no nos soportamos
más. Te paso una cuota alimentaria: con mi brazo izquierdo te doy cucharadas de
sopa, te prendo un pucho, te afeito los viernes. Pero esto no da para más.
Basta de buscar excusas: la espalda, sí, es cierto, me
duele, me jode bastante, pero la espalda puede curarse, qué se yo, unos
masajes, paracetamol, y listo. Vos no parás ni cuando estoy durmiendo. Insisto.
Hasta acá llegamos. Por lo menos durmamos en cuartos separados. Entendeme. Es,
te lo juro, por el bien de los dos.
¿Qué?
No.
Te digo que no.
¿En qué sentido?
Ah, sí, ahora
yo tengo la culpa.
¿Qué yo nunca te escucho? Pero si la única que no para
de hablar todo el tiempo sos vos!
Pará, pará un poco. No grites. Serenate y leeme. Leeme
lo que te digo y después hablás vos, eh?
Fo. Bueno, dale, decime. Te escucho.
Bueno, puede ser. Pero si respetás el pacto. Más de
una vez yo te propuse llegar a un acuerdo, vos me dijiste que sí, que todo
bien, y después, a los días, nada. Hacías la tuya. Si esta vez me prometés que
vas a cambiar puede ser... Al final siempre te salís con la tuya. ¿Te das
cuenta que siempre terminamos haciendo lo que vos querés?
Bueno, basta. Basta, te dije. No quiero discutir más.
Vení, ponete acá, arriba de los hombros, que tenemos
que salir.
Má qué a pasear, tarada, tenemos que ir a trabajar, y
te necesito.
Pero cuando
volvamos a casa vamos a hablar muy seriamente. En serio te digo.
La verdad,uso tu blog para ubicar a los demás. No me identifico con tus temas personales ni tu estilo, aunque muchas veces rastreo datos y análisis políticos interesantes en tus relatos. Pero este post me ha revelado algo espantoso: no seremos almas gemelas pero sí poseemos cabezas gemelas!!
ResponderBorrarSlyly schuryus, comparing the facts ... *
ResponderBorrarDespués de todo, es imposible vivir sin ella al igual que ella sin el cuerpo... me agradó esta lectura, y soy sincera, lo piensa mi cabeza y él no dice ni mu... ajja.
ResponderBorrarun saludo.
Mas de una vez uno quisiera poder callar la cabeza y aunque sea [ara dormir tranquilo sin que te maquine, me pasa lo mismo pero resulta imposible, lamentablemente estamos unidos!!
ResponderBorrarGenial lo que escribiste!! me encanto!
Buenísimo Lucas. Capaz lo que más me gusta de todo lo que leí tuyo, puede ser?
ResponderBorrarMe impresionó para bien que sepas que los 4 años es la edad de los "por qué".
Chau viejito. Cariños a Anabel.