viernes, junio 17, 2011

La cultura es la sonrisa

Eva Row ha dejado un nuevo comentario en su entrada "Zamba de mi Esperanza": 

Claro que lo de Borges fue uno de sus dardos venenosos (pero ingenioso ¿eh?). Algo de razón tenía, o mucho. Nuestro "folklore" tiene autor, y el folklore de verdad es anónimo. Cuando me enteré de que Atahualpa Yupanki no había sido carrero de una carreta con bueyes, sino un burgués educado y refinado, me vino cierta decepción. "Zamba de mi esperanza" fue a mis 15 años, el descubrimiento de que el folklore no era algo que te enseñaban en la escuela, sino algo que podíamos cantar los jóvenes de entonces en guitarreadas, en las que el que tocaba la guitarra se llevaba todos los suspiros de las chicas. Y también era el nacimiento del "patriotismo" nacionalista generalizado, que presagiaba a los Montoneros, que señaló al "campo" como su ícono inspirador de ideología latente. El momento histórico "inventó" al folklore ese, para hacernos a los jóvenes creer que así mirábamos para adentro del país profundo, y prepararnos para lo que se venía después. Mucha Zamba de mi esperanza, y luego, mucha muerte atroz. De lo que el viento se llevó, quedó un tipo con agallas, que se llamó Néstor Kirchner, y generaciones después pudo dar una revancha concreta llegando al poder. Y curiosamente fue el mentado "campo" lo que puso una zancadilla. Ahí termina la vuelta del folklore aquel, desmitificando el valor de lo campestre como ícono nacional, y mostrando al "campo" con su cara antinacional y antipopular. 




Cuando yo era chico, por canal 9 Litoral, entonces estatal, después privatizado por Busti cuando era menemista, Los Hermanos Cuestas tenían un programa donde, vestidos como dicen que se vestían los gauchos, silbaban cantos de pájaros, y había, como escenografía, un montón de jaulas con pájaros, y flores de la zona y cosas así. A pura chamarrita. Un programa horrible. Pero no había cable. Se veían dos canales: el 13 de Santa Fe y el depresor del sistema nervioso central que era el Canal 9.
Ya entonces, yo no era muy lúcido, pero comprendía que había entrerrianos que confundían el asunto de vestirse de "gaucho" para engañar el turismo cordobés con creerse gaucho de verdad. Y todavía no habían llegado los 90 y se habían ido los toscos años 70, o sea, no quedaba bien ir al psicoanalista. Para curarse esa confusión gauchesca.
En fin, corazón. Creo que más o menos todos sobrevivimos a esa torpeza cultural.
En el año 98 lo encontré a Luis, de Rosario del Tala, en la puerta de la facultad de Filosofía y Letras, UBA, patria de Caballito, barrio con nombre ridículo si los hay -8 años de crecimiento al 9% anual llevaron a creer, a los "vecinos" de Caballito, que pertenecían a esta zona blanca de calle Corrientes, e este lado, digamos, donde está la República de Palermo, en fin, daños colaterales del proyecto nacional y popular- y le pregunto qué andaba haciendo, vestido así, medio ridículo.
-Shhhhhh-me dice, y me aparta de una lona con chucherías compradas a los judíos de Once- estoy trabajando de indio.
-Ah, está bueno....¿Y anda bien el negocio?

Hoy, frente a la vieja estación de trenes de Paraná-que estuvo cerrada una década, ahora, volvieron los trenes (y los lentos)-  sigue el hotel, venido muy a menos, me da cosa, de Los Hermanos Cuestas. Muchos bombos colgados en las paredes, con pájaros, pajaritos, pajarracos, pero hechos, artesanalmente, que simulan volar por los techos. Dan pena. Hasta cierto punto.
En otro lugar del universo son parte del paisaje de los entrerrianos. Casi como yo. Que soy rosarino.


2 comentarios:

  1. Macedonio decía lo mismo (que lo gauchesco es un entretenimiento citadino), de otro modo. Y creo que de ahí lo heredó Borges:

    El gaucho nunca existió. Fue un invento de los estancieros para entretener a los caballos.

    ResponderBorrar
  2. Una contibución a la confusión general:
    En el año 1925, la orquesta de tango de Canaro fue por primera vez a París, se presentó vestida de traje elegante, como se usaba acá que las orquestas visitieran en el Armenonville y el Palais de Glace. Pero tuvieron un problema. Tenían que pagar unos impuestos terribles, porque el sindicato de músicos protegía a los músicos franceses. Solamente se eximían de impuestos los músicos folklóricos de otros países, que no venían a competir con los franceses en el mismo rubro. Así que Canaro mandó vestirse de gauchos a los tangueros. Y por eso quedó la confusión del gaucho que baila el tango en las películas de Rodolfo Valentino en Hollywood de los años treinta.

    ResponderBorrar