Los argentinos somos derechos y humanos

TNmbaumn y Zloto juzgaron al ex integrante de la fundación de Madres de Plaza de Mayo, Lanata hizo que las balas piquen cerca del gobierno, Majul, que necesita posicionarse como el gorila más rabioso para cuando salga el libro firmado por él contra Víctor Hugo y Néstor Kirchner, tenga alguna relevancia en la campaña electoral; Hebe de Bonafini nuevamente cuestionada, Estela De Carlotto sabe que el Grupo Clarín, como la mafia, nunca perdona: hoy, después de muchísimos años de impunidad consagrada por los tribunales -y su máxima instancia, también- recién se van a hacer los estudios de ADN para verificar si además de los delitos prescritos hay delitos que continúan y ofenden a la humanidad.
Probablemente, quienes tengan menos de 25 años, no sepan que el panorama siempre fue más o menos así. Que los mismos canallas se comportaron más o menos igual. Que fue Néstor primero y Cristina después quienes hicieron de los organismos de derechos humanos un aliado del estado democrático, y las políticas de derechos humanos políticas de estado.
Los partidos políticos -también y sobre todo el justicialismo- siempre le dieron la espalda a los organismos de derechos humanos.
Incluso, durante el año 98, Juan Pablo Cafiero, entonces diputado de la Alianza, presentó un proyecto, junto a Hebe de Bonafini y Madres línea fundadora, para derogar (no anular, esto es, quitarles el efecto) las leyes de punto final y obediencia debida del alfonsinismo -el papito verde oliva de la democracia-. Chacho Alvarez, gerente del Frepaso, lo cagó a puteadas durante una reunión de bloque y los hizo desistir. Lo cagó a puteadas, literalmente.
La agresión siempre estuvo presente contra los organismos de derechos humanos. El ninguneo y la indiferencia, también. Incluso, de muchos faranduleros que ahora devinieron recios montoneros. Cherubito -una excepción en aquellos años y en éstos de despertares revolucionarios-suele contar, en la intimidad, muchas anécdotas de sanciones y contratos firmados donde explícitamente se le prohibía hablar de temas vinculados a la dictadura. No sólo eran los canallas que fueron voceros de la represión, también, muchos progresistas -a la izquierda de nosotros-.
A mis 33 años, queda feo decirlo para los más grandes, pero este clima ya lo conozco. Fue un momento inédito lo hasta acá ocurrido. Ahora, no es que algunos se sacan la careta. No, vuelven a ser lo que eran.
La enorme diferencia es el piso alto conseguido, la enorme diferencia.