En el año 2002, una vez, en un bar con unos amigos cerca del Parque Urquiza -qué lugar decadente ese bar, creo que no sigue existiendo: ninguna ventana al Río Paraná, todo oscuro, lleno de artistas que si el destino fuera justo deberían no haber nacido. Probablemente, yo tampoco, en fin- pregunté si lo del tercer senador, plasmado por la reforma constitucional hija del Pacto de Olivos, no era una garcha. Que, digamos, forzaba la existencia del bipartidismo en el plano institucional cuando, evidentemente, en la calle, la gente de a pie, los quería cagar a patadas.
Lo inoportuno de la pregunta, los tragos, la madrugada de frío, cosas así, quedó en la nada. Además que a nadie le gustan los debates sobre el diseño institucional. Menos en esos días locos donde todos soñábamos con tomar el palacio de invierno (juro que, aún cuando decía, por esos días, muchas boludeces, era más bien escéptico con lo que transcurría. Pero eso es fácil: basta ser escéptico para que, pasados los años, uno tenga algo de razón). Y José Natanson, al año siguiente o años después, no sé, había escrito, en Página 12 algo así como que el Congreso argentino, con el entongue de Duhalde-el Frepaso y Alfonsín para el interinato autoritario y salvaje de Duhalde, había salvado la democracia. No sé. Pero, en todo caso, las elecciones de octubre del 2001 -donde De La Rúa ganó en su ciudad, la ciudad de Buenos Aires, la que gobernó, corazón- donde se había votado por primera vez la composición del senado nacional, con el tercer senador para la minoría, habían incidido de manera contundente. Esas fueron las elecciones en las que el Grupo Clarín y Techint, presionando por una devaluación, instaban al "que se vayan todos". Lo conocí hace poco a Natanson -antes habíamos sido invitados a 678, pero ahí no daba para hablar de eso- en una fiesta en Palermo.De escritores. Algo medio raro. Natanson le preguntó a Esteban Schmidt si "¿esto es la cultura?"; y estábamos en un balcón de una casa antigua y pasaba gente así toda cool, gente con vuelo, peinados locos, poemas chistosos y rupturistas y ganas de happening, en fin, la República de Palermo. No daba para cortar el ambiente y debatir sobre la compisición del congreso durante el interinato represivo de Duhalde.
Ahora, la tapa de la última edición de Le Monde -que dirige con mucha calidad Natanson, justamente- trata en profundidad lo que llama el regreso del bipartidismo. Recomendable lectura, por cierto. Me desvío del punto.
Hay una vieja discusión que atraviesa a todas las ciencias sociales -poco en el derecho, pero debería-sobre la incidencia de los formatos institucionales y legales en los comportamientos electorales o, más ampliamente, sociales. Yo tengo esa cosa precaria y dura de formación marxista, así que la resaca de los conceptos de superestructura burguesa y todo eso, están clavados. Estás clavada en mí, abrasador de mis sienes.
Te adoro cuando estás... y te amo mucho más cuando estás lejos de mí. Ay, el amor. Bueno, en los cuerpos legislativos, los progresistas, suelen tener la ideología profesional de los congresos (nacida de la impotencia) y creer que un papelito proponiendo la felicidad mundial -vetada por el malo del intendente, que usa bigotes- es algo con correlato mañana, tras ser promulgada, en los comportamientos cotidianos de la gente de a pie. Bue, sin irse a ese extremo y volviendo del extremo clavado en mí, abrasador de mis sienes del materialismo dialéctico explicado para principiantes: algo, en el medio, hay, corazón. Me parece. El drama no es cuando no hay crisis económica, quilombo político, puja fuerte de los distintos sectores y demás. Pero las cosas son cíclicas. Y, no sé.
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