No es joda, pero no se debate. ¿Sirvió la autonomía de la capital federal? ¿Para qué? ¿Sirvió la eliminación del Colegio Electoral? ¿Para qué?
Generalmente, cuando se analizan los cambios económicos tras el huracán de los 90, estas dos claves del diseño institucional se pasan por alto, como sino hubieran (y tuvieran) incidencia en el desarrollo desigual. En todo caso, tras estas reformas, el país es estructuralmente más injusto. Y está claro que desmontar las economías regionales -algo, con tibieza y poca muñeca fina, se recuperó con el kirchnerismo- no fue solamente un objetivo económico realizado, meramente, con instrumentos económicos. Sino también políticos plasmados institucionalmente.
Por eso, sorprende la ausencia de ese debate, de ese repaso, de esa evaluación.
Las cosas no son blancas o negras, hay matices, por supuesto. Pero en este caso, directamente, en los ámbitos, digamos, especializados, se pasa por alto los beneficios y problemas de estas reformas institucionales que, sin embargo, son en clave democrática estratégicas para discernir el devenir del país.
Dicho todo así, pomposamente. Que recién me levanto de la siesta.
Culpa de los albañiles de al lado. Me tienen podrido, en todos lados se construye. O se reparan calles. Y hay ruido. Contaminación sonora, corazón, producto del crecimiento económico. Que vuelvan los radicales. Así los colectivos no están tan llenos. Y se puede dormir, sin tanto quilombo de albañiles, tranquilo, la siesta. Un alma sofisticada necesita dormir la siesta. Y que vuelvan los radicales, así no están tan llenos los restaurantes. En serio
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