miércoles, julio 27, 2011

Una foto con Lula


En ocasión de la campaña electoral para la intendencia porteña, un sector del kirchnerismo porteño fue hasta Brasil a sacarse una foto dirigentes del oficialismo del Brasil.
La ciudad de Buenos Aires concentro el puerto por donde obligadamente tienen que pasar las riquezas primarias del país. Limita, sólo con un país extranjero: el conurbano bonaerense. El Conurbano, al igual que la ciudad de Buenos Aires y Brasil, integran el Mercosur. Por las características portuarias, en la ciudad de Buenos Aires se forma la élite intelectual, alejada completamente de las variables económicas reales del país. A eso, se le llama "progresismo". No en el sentido positivista -bah, un poco sí- y menos todavía en el sentido de izquierda política. Sino como expresión alienada del proceso económico y productivo del país. En ese sector -en buena medida porque no comparte fronteras reales con Brasil- Brasil es casi una ideología, además de una playa veraniega.  Trasciende el kirchnerismo: abarca toda la dirigencia política portuaria -toda es progresista- y las universidades y sectores del pensamiento disociados del proceso productivo. Que, como antaño las damas de la oligarquía, o los galeritas del socialismo, se desentienden de las cosas mundanas y de apestoso criollismo. Se piensa, con amor, como contracara de "el voto del campo".  Contracara de El Campo- ese género literario- el brasilismo es más bien una modalidad festiva de la crónica periodística, una tía denigratoria de nuestra parentela pobre, una estudiantina que se desplaza con la irresponsabilidad propia de la juventud. Lula, ciertamente, no tiene nada que ver con el brasilismo. Que, nace, en la indignación sesentista de "habernos latinoamericanizado". Frase patentada por quien hoy sería, qué duda cabe un brasilista: Arturo Frondizi, dictador argentino.
El brasilismo podría, incluso, meterse en algún aula de las universidades que pagan Misiones y Corrientes y enseñan Antropología en Parque Centenario para explotar, turísticamente, el brasilismo. Pronto, muchos europeos vendrán a ver ese museo. Incluso, no faltarán quienes quieran llevarse -vía doctorados y viajes de iniciación en las vanguardias literarias futuristas- su propio brasilista a sus pagos. Claro que no va a ser tan fácil, por cómo viene la cosa, en el viejo continente. Donde los bruselistas están sorprendidos de que la criminalidad, el terrorismo de estado y el saqueo colonial de la Unión Europea no haya funcionado. Si hasta tenían monedad común! Los bruselistas son como los brasilistas: independientemente de los resultados, lo importante, siempre, es la vacuna de las buenas intenciones.
Por eso, el brasilismo, se permite la adoración, de un Chacho Álvarez, por ejemplo. Ídolo brasilista y autor del libro La Memoria Emocional, bet sellers en las usinas intelectuales del brasilismo. Plantea que, más que la memoria real, de lo sucedido de veras, lo importante es la memoria emocional. Conservar, en la memoria, las buenas intenciones. La vacuna de las buenas intenciones.

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