Aunque somos distintos, también somos iguales.
Hay un piso de argentinidad, un piso de lo social, que permite, por ejemplo, no cometer la mayoría de los delitos que quisiéramos o que el estado recaude impuestos o que nos sumemos a cruzadas solidarias o que hablemos de los mismos superclásicos.
Un piso, posible, tangente, de espacialidad simbólica dónde compartimos.
Una mirada histórica de largo plazo sostiene, además, esta tesis. El grado de civilidad de cualquier sociedad, incluso una donde impera el terrorismo de estado sistemático como la sociedad yanqui, es muchas veces menos violenta y criminal que la media de las sociedades feudales de, por caso, el siglo 15.
Aún cuando, el siglo 20 fue el siglo de la esperanza y el fracaso de las grandes narrativas utópicas, fue también el siglo, el mejor siglo de la historia de la humanidad para los derechos de la mujer. Ciertamente que existieron sociedades matriarcales y existen sociedades donde se lapida -y no "mediáticamente"- a las mujeres por adúlteras (así sean violadas, "aunque no hagan nada"); pero, en la media histórica, es casi irrefutable que las mujeres, fundamentalmente durante el siglo 20, avanzaron en sus derechos. Ojalá el siglo 21 complete esa trayectoria, las carencias, de manera que el siglo 20 quede avergonzado.
Las elecciones de ayer mostraron, de manera rara, la atomización de lo que fue el Grupo A. Y esa atomización, se potencia, cuando se disecciona a cada agrupación que participó. Pero también en su conjunto.
No hay una vocación mayoritaria de cambiar los pilares de lo que, en argentina, está sucediendo. Por eso no hay polarización.
Pero.
¿Acaso el discurso y las acciones de la Asociación Empresaria Argentina, AEA, o sea, Techint, Clarín y la oligarquía sojera y diversificada, no es incongruente con ese clima social mayoritario que, bien mirado, excede incluso la carrada de votos que sacó el kirchnerismo?
Sólo puede pensarse esta distancia desde la impunidad de AEA, su costumbre a mandar, su concepción, aristocrática, de lo estatal, desde la ausencia de un partido de derecha de masas, desde la falta de costumbre a la democracia.
Son ellos los grandes derrotados.
Sus expresiones políticas, fundamentalmente el duhaldismo disidente de El Hijo De alfonsín y el duhaldismo atendido por sus propios dueños, son un poco el chirolita de Magnetto.
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