Las nubes se estudian en cuarto grado. Yo tenía unos libritos, didácticos, para entenderlas, más o menos, a esa edad. Pero tengo la certeza –incorroborable- de haber sabido desde antes de la escuela y, más aún, desde antes de ese librito. Eran dos libritos y la novedad venía en que, al abrirle las tapas duras, con dibujos a colores, se desplegaban maquetas de cartón. Tenía dos de esos libritos, seguramente muy caros. Uno era sobre el tiempo. Con un reloj desplegable. Y maquetas ocurrentes, con agujas que uno podía rotar para ponerlas en hora. Minutero y segundero. El otro libro era sobre los climas. Y de dónde venían las cosas. No todas las cosas: el origen de todas las cosas, cuando yo tenía la edad de mi sobrina, era dios. Para mi entrada en la adolescencia dios se había hecho un viejito problemático. Años después, sin que lo llore mucho, dios, pobre, murió.
Pero cuando sabía cómo se hacía la lluvia, cómo se formaban
las nubes, dios, aún, explicaba todo. Casi todo. El resto me lo explicaba mi
mamá. Y otra parte, los libros. Que leía en la cama. Las preguntas sin
respuesta, me las guardaba. Para cuando caminaba por calle Perón, camino a la
escuela. Donde un gran santo, petrificado y sin vida, me recibía con los brazos
abiertos. En la puerta de la iglesia. A mí, por lo menos, me daba miedo.
Una nube es un hidrometeoro. Alfiletazos de agua.
Microscópica. Suspendida en la atmósfera. Por donde sobrevuelan los aviones.
Los que van a caerse y los que nunca se cayeron. Todavía. Las nubes denominadas
Nimbus son las que tienen la capacidad de precipitar lluvia. Creo que decir “precipitar
lluvia” está mal dicho. Los meteorólogos -¿quién y por qué razón de la infancia
decide estudiar para eso?- dicen, siempre, “precipitaciones”, de manera seca.
Pero, en mi lógica, fuera de esa jerga, cualquier cosa es capaz de
precipitarse. Incluso, nubes Cirrus. En las novelas policiales, por ejemplo,
cuando algo se “precipita” es el desenlace. Se precipita el final. El enigma.
El núcleo. No hay novelas –creo- de cualquier género donde la lluvia se
precipite. La lluvia, casi siempre, irrumpe. Como en las películas: la lluvia,
es decir, las nubes que son lluvia en acto, irrumpen de manera de pintar un
estado emocional, un estado del alma.
Yo asociaba las nubes con algo relativo al alma. Ambos
intangibles. Ambos se iban al cielo. Ambos moraban, eternos y vagos, cerca de
dios. Pero las nubes tenían una explicación, yo no sabía que esa explicación
era científica, pero me bastaba con que fuera una explicación razonable.
Sencilla. Comprensible.
Las almas, menos las almas muertas, tenían y tienen
solamente el misterio de su existencia. El misterio principal: el misterio de no
poder corroborar su existencia.
En fin, corazón. Puras boludeces. Y quería abusar de tu
tiempo. Y contártelo.
Cuando era chica yo pensaba que Dios saltaba por las nubes, lo envidiaba, posta eh!
ResponderBorrarCuando crecí empecé a pensar, pobre, toooooda la eternidad jugando en las nubes debe ser aburrido... Ni hablar de toda la gente que lo nombra para pedirle. Pobre Dios.
Abuse de tu tiempo?
Viva Perón!
ResponderBorrarhttp://www.inboxdollars.com/?r=ref9854416
Es todo lo que tenía que leer antes de irme a dormir. Gracias Carrasco. Me gusta cuando deliras así.
ResponderBorrarah...el famoso ciclo del agua!.
ResponderBorrarevaporacion, condensaciòn y ... y....
dios, y ya sabes lucas:dios es empleado en un mostrador, da para recibir.
Y la suma del saber infantil para mi generación: el Lo se todo
¿losetodo? yo iba marcando ademas en la coleccion robin hood que venia en la contratapa de los libros, los que habia leìdo. Alguna vez hacia trampa. Me decìa "este es como si lo hubiera leìdo"
asi vivimos.
Majakovski dijo: "Soy más una nube en pantalones que una persona".
ResponderBorrarLucas me cago de gusto "Nubes", te felicito hermano, leerlo me disparó a lugares que creía solo transitados por mi mirada de niño, me "precipitó", gracias
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