Escribe Nati:
Supongo que de chiquita debo haber querido ser maestra o doctora, pero nunca fueron ganas tan fuertes como para mantenerse hasta hoy o que realmente las recuerde. Hubo una época que iba mucho al dentista y me dieron ganas locas de arreglarle los dientes a las personas. Debo haber tenido ocho años. Ese envión me habrá durado ese mismo número pero en meses. Cuando empecé la secundaria y arranqué a dejarme ser en papeles y escribir, sentí que tenía ganas de eso. De hacer algo relacionado con la comunicación, con transmitir ideas y opiniones. Me aseguré toda la secundaria que eso quería, me afirmé sobre qué carrera iba a estudiar y en qué universidad.
Estaba realmente convencida, hasta que llega el momento en el que todas esas ganas, y sueños, y expectativas de a poco van dejando de ser proyectos a futuro y se acercan al presente. De repente me tengo que inscribir. De repente tengo que decidirlo ya. De repente hay que convertir ese "me gustaría" en un "me gusta". ¿De qué te gustaría trabajar cuando seas grande? me dicen algunos. Nadie entiende que me es imposible verme grande. Que no quiero ser adulta, no quiero que pase el tiempo, nada relacionado con ser "grande" me parece lindo, por ende no tengo ganas de verme en la adultez de ninguna forma. De la mejor forma que me imagino de grande es siendo chica.
No me siento preparada con 17 años como para saber lo que quiero hacer el resto de mi vida. Algunos me dicen que no me lo tome tan trágico, sin embargo para mí es así. No tengo miedo a "perder un año", tengo miedo a que pase un año, dos, tres, y yo seguir con esta misma incertidumbre, estas mismas ganas de seguir sin tomar un papel, de quedarme saltando la soga en el punto en el que se dividen mil millones de caminos.
Me pasé el último año diciendome que estaba segura de algo que en realidad no. Evitando investigar para no tener que aceptar que tengo que realmente plantearme qué quiero aprender, de qué quiero trabajar y para qué tengo facilidad.
Acá completo.
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