El realismo periférico vuelve, Doña Clotilde, con prestigio, porque tiene formato progresista. El realismo periférico, Doña Clotilde, estuvo muy de moda en los años 90. Decía "el relato" del realismo periférico, Doña Clotilde, una cosa así: se ha caído el bloque soviético (se cayó, además, Doña Clotilde, aunque usted no haya alcanzado a verlo, el Muro de Berlín. Sí, es una buena noticia, que demanda nuevos problemas. No, Doña Clotilde, no hay guerra entre las dos Alemanias: se unifican, quizás despacio -en relación a las expectativas- pero rápido, medido en tiempos largos. Por lo demás, las naciones de la ex URSS se subdividen candorosamente y las Coreas, reliquias de combinaciones temporales en el caleidoscopio de la modernidad, siguen divididas y al muy funcional para ambas pie del cañón) y China se hizo capitalista, el nuevo monstruo ya no es el comunismo sino el islam -asociado sin mediaciones al terrorismo, aunque es occidente, Doña Clotilde, quien más fomenta el terrorismo- y entonces, lo que queda, es el fin de las ideologías y el mundo unipolar. ¿Qué deben hacer los países del tercer mundo -llamados ahora emergentes, porque no queda, Doña Clotilde, ya segundo mundo- en el marco globalizador unipolar? Pues deben, como Don Ramón ante Doña Florinda (esa zorra), agachar la cabeza.
Ese realismo periférico pervive, básicamente, como el folclore según Borges: de tanto pasarlo en las radios. Insisten los grandes medios, un poco por esnobismo de clase, otro poco por intereses financieros cruzados, otro poco, bastante más, por reflejos menemistas. Se aproxima la consolidación de un cambio de clima que hará, acá en la argentina, que pueda evaluarse, con mayor rigurosidad, al menemismo. Doña Clotilde: el Grupo Clarín y el Grupo Hadad y Moneta y otros empresarios K, pueden, de pronto, acercarse a cierto revisionismo histórico, propio de la edad y la nostalgia: con Menem, dirán, no estábamos tan mal.
Claro que se trata de la consolidación de este neodesarrollismo, y de quienes queden afuera, en la lucha política, de los favores del estado. Lo que parirá, por antagonismo, una visión más benevolente con Menem. Porque con De La Rúa, ya nadie se le anima. Ni a reivindicarlo. Y mire que hizo favores a las distintas facciones del capital dominante, eh.
El realismo periférico de las radios es reemplazado por el consensuado popularmente criterio del gobierno: otra mirada en y sobre "el mundo", ese gran género literario, del que se ha apropiado el cine. Y cuando decimos El Cine, decimos, claro, Estados Unidos. El resto son versiones del cine de Estados Unidos. El problema es que "el mundo" ofrece un menú acotado a otro realismo periférico, que se queda, apenas, en el prólogo: Bircs, Doña Clotilde. Es de difícil pronunciación, y escrito lleva un Por Sus Siglas En Inglés que le da al escriba un cierto aire de viajado, de sabiondo, de galera.
¿Llevará la crisis internacional a moderar el entusiasmo Bircsmano? Quién sabe. Por lo pronto, la brasilinguería, tan en boga en las estudiantinas universitarias, generará, presumiblemente, sospechas. Es que ahora hasta la presentadora del clima dice que en Brasil hay sol mientras acá llueve a lo loco. La brasilinguería es la exageración de una tilinguería en decadencia: supo ser Francia, hasta no hace mucho, el faro que ilumine nuestro acceso al sabido, al mundo mundial, al cosmos de los buenos, oh, la vieja y perfumada Francia. Traía, el Lemon Diplomachic, un suplemento, sobre Francia y Argentina, desde distintas miradas disciplinarias, todas exageradas y pueriles, pero qué bien se sentía uno!
Ahora, la brasilinguería....bue, nos estamos emberretizando un poco, Doña Clotilde. El realismo periférico sobrevive, como las marchas de grandes proezas militares (inventadas, para inventar nuestro país), en las radios y las fechas patrias, y se le opone una periferia resignada, es lo que hay. Tampoco podemos hacer mucho.
Pero, Doña Clotilde, usted que ha viajado a través de la pantalla del televisor, por tantos mundos, tantos niños, usted que sabe: ¿no es acaso Guillermo Polémico Moreno, un tipo sensato a la hora de calibrar las relaciones de fuerza correctas, más allá del sensiblerío que rebuzna en las radios, sea añorando el realismo periférico, sea alabando el brasilinguerío? Me parece que sí. Y Timerman, Doña Clotilde, tiene una visión más precisa sobre los pesos y contrapesos de las distintas miradas que conviven sobre la política exterior, al interior del kirchnerismo, el único lugar válido para discutir seriamente. El resto mira en la tribuna, chilla o escribe cartitas de amor a las embajadas. Una miserable cohorte de pelotudos que no la ven ni pasar pero hablan de que estamos, Doña Clotilde, "aislados del mundo".
Como si acá no se siguiera viendo El Chavo del 8.
Con la misma nostalgia por el mundo que fue, que fuimos, cuando estuvimos, tan en contra. Con la revolución a la vuelta de la esquina. Diciendo un montón de imbecilidades sobre "el mundo". Y ahora, Doña Clotilde, agarrándonos con los jóvenes, que no entienden nada, como sí entendimos nosotros, la juventud maravillosa. Good Bye, Firmenich.
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