viernes, octubre 28, 2011

Los camisas verdes




 Una muy buena nota en Clarín, llega a la conclusión políticamente incorrecta (ojo, si hubiera salido en Tiempo Soleado, sería aún más incorrecta). Ser políticamente incorrecto tiene hoy, buena chapa. Cualquier idiota se autodefine como políticamente incorrecto. Lástima que no existan los médicos incorrectos, que se ufanen de eso.
-Señor, no se preocupe, lo voy a operar...¿de qué era? ¿apéndice o necesitaba un transplante de corazón? Bue, no importa, total, soy un médico incorrecto, un médico medicinalmente incorrecto. Qué jodón.

Ser políticamente incorrecto es estar equivocado, así de simple.
Cualquier boludo, sin mayor esfuerzo, puede estar equivocado. Vaya éste, mi caso, como ejemplo. Pero de ahí a ufanarse de la propia ignorancia, no, señor.
Bue, resulta que el 92% de los argentinos vive en las ciudades, de acuerdo a la nota citada del diario Clarín. Una proporción mayor -bastante mayor- a los porcentajes de Francia, Suecia, Alemania. Donde nadie habla de "el campo", y ultraderechistas como De Angeli no impostan acentos camperos, sino que impostan acentos para hablar de la biblia y delirios de ese tipo. Son más creativos, en el primer mundo. El campo no existe. 
Dice, además, la nota, que hay que hacer ciudades amuralladas contra la inclusión social. Fenómeno que, a la par que la desigualdad, incentiva el capitalismo. Oh, perdón por esta herejía, pero es así. Preguntale, sino, a los campesinos chinos, desesperados por llegar a la ciudad, donde florece, un capitalismo de olor apestoso. Y re feíto "ecológicamente"; pero le da de comer a mil quinientos millones de almas. Con las lagrimitas de Pino Solanas por las focas y los ositos de peluche, morfa él y nadie más.
El cruce de lagrimitas por las focas y osos de peluche, "una agricultura con agricultores", la biblia leía en portuñol, "el campo es la patria" y el osopandismo es el cóctel de una nueva ultraderecha posible. Los camisas verdes.  Mesiánica, milenarista, conservadora, popular, con sensualidad, modernidad, todos los condimentos para disputar un "relato" con la izquierda progresista. Con la izquierda iluminista, marxista, nada maricona, nada concesiva con cualquier pavada de moda. Como las camisas verdes.
Los concejales porteños votaron días atrás -transversalmente- que no se podían construir edificios en algunas zonas del territorio federal. El concejo deliberante votó en defensa de los hacendados. Para que no llegue la chusma. Claro que se hace en nombre del oso panda, la historia, la arquitectura, el prode, la unidad  africana y otras cosas bellas. Pero garpa, obviamente, el estado federal. Los formoseños. Garpan la buena conciencia de arquitectos chantas -esas carreras serias las dan docentes formados en universidades públicas, que no pagan los portuarios-. Garpan, los formoseños, la buena conciencia de concejales vagos que con ternura los excluyen.
¿El "patrimonio histórico" (por hablar en ese lenguaje berreta que tanto les gusta a los que tienen vocación de derecho administrativo) vale más que la equidad social? Sí, señora, bienvenido al capitalismo de amigos. Al dirigismo. A estatismo. Sí que excluyente, de derecha y profundamente neoconservador.
¿Quieren, negritos, vivir como en la República de Palermo o, peor aún, en la República de Palermo? Lo siento. Para que ustedes, negritos, vivan acá, tendríamos que construir edificios. Y hay que cuidar este simpático arbolito, pobre. Tiene 60 años. ¿No es lindo, las ramitas, las florcitas, la mugre en otoño, los poemitas que escriben las adolescentes sentadas a la sombra de este arbolito?
Los camisas verdes.
Siempre quieren salvarme el mundo.
Pero nunca me preguntan cómo.

2 comentarios:

  1. Excelente nota. Como contribución al bien hacer ambientalista de Bs As sería loable mover ministerios y dependencias burocráticas a localidades lejanas de la METROPOLIS porque la tecnología en comunicaciones hoy lo permite. Así se podría desocupar ese hermoso palacio frente a Plaza San Martín que debe ser carísimo mantener y donde funciona la Dirección de Parques NACIONALES tan ridículamente distante a cualquier parque nacional pero que debe comerse una buena porción del presupuesto para su funcionamiento con cafés y medialunas incluidos.

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