Sobre un mueble que tenía una pata media rota -en ese entonces tenía 19 o 20 años- guardaba un montón de diarios viejos, suplementos de economía. En aquellos años yo no sabía usar una computadora. Guardaba, así, datos, cifras, análisis. Revistas -las pocas que conseguía- especializadas. Y en el piso, tirado ahí nomás, los libros de historia. La historia de la revolución rusa, de la francesa, la norteamericana, la descolonización del África, Sandino, San Martín, Sucre, la batalla de Caseros, discusiones sobre Artigas, La Delfina. Apuntes sobre geografía. Un tratado de geografía radical. Las teorías, ya viejas, para las ciencias sociales. Después compraba en la librería de calle Buenos Aires, esquina Urquiza, la liturgia posmoderna. Postestructuralista. Leía esas cosas, porque todos las leían. Me aburrían un poco. Menos Deleuze. Mil Mesestas. Con Guattari. Ese libro me gustaba. Lacan, anterior a esas cosas, pero Lacan, ja. Y un montón de novelas editadas en los años cuarenta y cincuenta, tapas blandas, páginas amarillas, que sacaba de la Biblioteca o robaba de algunas casas. O compraba de saldos, avenida Santa Fe, frente a la Rural, cuando iba a Buenos Aires. O parque Rivadavia. James Hadley Chase, me acuerdo que en la primera página, donde Borges y Bioy Casares ponían una pequeña reseña del autor, ahí habían puesto algo así como "el autor que siempre sabe responder la pregunta sobre qué sucederá luego". Colección Séptimo Círculo. Ahora, las reeditan. Después, iba a la facultad. Me acuerdo que sacaba algunos apuntes y los leía, pero a veces no tenían nada que ver con la materia. Una vez, con Julián Stoppello y el Pájaro Ramos, nos propusimos beber cerveza durante medio día entero. Doce horas. Arrancamos a las 6 de la tarde. Cuando terminamos, rengueando, volviendo por Pascual Palma, entre los paraísos, los gorriones y el amanecer, juramos que íbamos a ir a clase. A las ocho de la mañana. Nunca fuimos. La facultad me aburría. Me gustaban las chicas. Me enamoraba de todas. Y las discusiones, los debates. Pero eran años duros, de recesión, de menemismo, de una chatura cultural tan transparente y orgullosa. Yo era un muchacho de izquierda. Pretencioso. Muy pagado de sí mismo. Medio boludo. Bastante audaz. Más normal de lo que entonces me parecía. Me gustaban las clases de Yulita. Aunque me echó. La primera clase. O me fui solo. No me acuerdo bien. Él era menemista. Y daba clases de un modo divertido. Pero peleador. Y me peleó. Y lo mandé a la mierda. Un tiempo después, me amigué. Volví a sus clases de psicología. Y le pudría las cosas citando -sin citar- a Lacan. Y después le preguntaba por los años sesenta, por Pichón Riviere. Cuando llegó el exámen final, de verdad, sabía una bocha, pero una rubia, preciosa, con la que alguna vez, un año atrás, había salido, se había peleado con el novio y lloraba en el pasillo. Salí a consolarla. Nos fuimos por ahí. Entregué la hoja en blanco. A la semana fui a preguntar por el recuperatorio. Pero en Alumnado me dijeron que no tenía: yo tenía, según decía ahí, un ocho. Me había puesto un ocho a pesar de haber entregado la hoja en blanco. Me había visto irme con Sol, la más linda, de lejos, de la facultad. Después de vos, eh. No te pongas así, si por desventura leés esto. Hablo de vos, sí.
Ahora que las exnovias son una foto en facebook. Y los mejores besos una arruga alrededor del labio.
Discutíamos el peronismo. Tenía una visión bastante inteligente sobre el menemismo, Pablo. Pero era más revoltoso, disruptivo y entretenido hablando de psicología. Refutándome lo que yo creía saber. La soberbia de un pendejo. Yo le evitaba la política, él también, tomábamos cafe en algunos bares, contadas veces.Yo tomaba cerveza. Nunca tomé café. Varios años después llegó el kirchnerismo. Una vez fue a mi programa, en canal 11, grabábamos a la mañana. Yo siempre tenía resaca. Ya me aburría el periodismo. La esposa había muerto el día anterior. Con la producción, que habíamos arreglado la entrevista varios días antes, buscamos un reemplazante. Pero, sorpresivamente, Pablo apareció. Con entereza. Me contó que 20 años atrás le habían diagnosticado un año de vida a su mujer. Vivió dos décadas más. Tuvo varios hijos. El misterio, cercano, de la vida. Que te aprieta un poco cuando alguien muere. Como acaba de morir Pablo Yulita.
“La muerte es una mentira”
Entrevista a Pablo Yulita
Por Julián Stoppello
Es psicólogo, docente en tres carreras universitarias, jurado de la UBA y aficionado al canto. Pablo Yulita sostiene que el miedo “es un error epistemológico” y la muerte “una mentira”. Dice que la democracia no tiene nada para festejar en su 25 aniversario, habla de la educación como una necesidad más que un derecho e insiste en que los chicos repiten ejemplos de una sociedad que exhibe y habla de “sexo violento”.
Pablo Yulita calcula que todos los años invierte el valor de un cero kilómetro en libros, estudio y capacitación para él, su familia y también algunos alumnos y ayudantes. En su consultorio de calle Corrientes hay una aproximación a esa apuesta: dos bibliotecas atiborradas de libros cercan la habitación adonde recibe a sus pacientes; hay además dos computadoras y una mesa en el centro, cubierta de papeles y más libros.
“Acá hay sólo una cuarta parte, me ufano de tener la biblioteca más completa en lingüística, en semiología y en comunicación”, dice mientras repasa los estantes e insiste “mirá, fijate, sacalos, hay muchos libros espirituales también: Buda, Gandi, la Madre Teresa”.
“A veces digo qué estúpido soy, podría cambiar mi Falcon 72 por un cero kilómetro. Pero no me arrepiento, porque es una herramienta tu capacitación, por algo los judíos le dan tanto valor a la inteligencia, la profesión, el estudio, porque junto con el oro o el dinero, son las dos cosas que te podés llevar a todos lados”, analiza.
Yulita es docente en las carreras de Trabajo Social y Comunicación Social de la Universidad Nacional de Entre Ríos y también en Psicología de la Universidad Autónoma de Entre Ríos. Además atiende a sus pacientes, hace algunas consultorías y canta en el coro de Agmer.
“Estoy de tenor en un coro muy interesante, es algo que me debía”, dice y revela que no se trata de una cuenta pendiente con origen en una pasión nunca antes desarrollada, más bien lo contrario: “Yo había actuado en radio de chico, había grabado discos, con dúos de acordeón. Si bien tuve un período que vivía de eso, porque teníamos una pequeña orquestita que iba a casamientos, cumpleaños de 15 o actuaba en el carnaval de Rosario, nunca pensé en vivir de la música”.
EN PARANÁ. En el año 70 comenzó a viajar a Paraná por razones de trabajo. “Estuve en la subsecretaría de Educación de la provincia en la reforma educativa de Entre Ríos. Es una de las reformas más grandes que hubo, con muy buen nivel, estaba Pedrazoli como subsecretario de Educación, Fabre en el gobierno y Marciano Martínez como Ministro de Gobierno”. Yulita califica la acción de Fabre como “muy progresista” y se queja de la Argentina ”estúpida y ambigua”, que no reconoce los logros de esa gestión.
“El gobierno de (Alejandro) Lanusse fue progresista, daba aumento con retroactividad de tres meses a los obreros y empleados. Lanusse te digo, no por supuesto (Jorge) Videla o (Emilio) Massera que fue gente cruel y enferma. Pero Lanusse fue un gran presidente y Fabre un gran gobernador. Fue una época de mucho progreso de todo tipo”, subraya y enseguida critica a “la gente que divide entre blanco y negro y hace estupideces, que habla de Cuba como liberación y en Cuba tenemos niñas de 12 años que se prostituyen por una bombacha o una birome. Cuba tiene enfermedades productos de la miseria que hay, tienen analfabetismo informático, la educación es la educación de los 60”.
En el aula.
—¿Qué le importa que le llegue a sus alumnos?
—Una vez vino un chico y me dijo que a raíz de algunas cosas que yo decía en clases, palabrotas y demás, fue y le comentó a su madre. Ella había sido alumna mía y le dijo: “Sabés que pasa, Yulita te vacuna contra la realidad”.
A mí cuando me hablan de 25 años de democracia, yo qué voy a festejar, la democracia de Alfonsín, cuando tuve que vender el auto y otras cosas porque me dijo que el costo de un crédito iba a ser de 12 % mensual y de golpe se fue a 57 %. Qué voy a festejar, los pollos de Mazorín, la ética de De La Rúa, la distribución de dinero en negro en la época de Menem, los Federales de Montiel. Por supuesto que no festejo el proceso militar, pero yo, con mi edad, a los alumnos les largo todo.
Yulita defiende una “moral biológica y estética, una moral biológica te tiene que respetar a vos como ser humano, tenés que vivir, comer, sos un trabajador, un laburante. No te pueden vender un medicamento trucho, que no tenga la monodroga”.
SEXUALIDAD VIOLENTA. El psicólogo encadena temas, uno atrás de otro, con sentido de la prioridad. “La educación no es un derecho, es una necesidad”, subraya y sentencia: “El ser humano si no se educa se muere. Muchas enfermedades provienen de ahí. El problema de las madres menores multiembarazadas viene por la educación, todavía estamos discutiendo si va a haber educación sexual, educación sexual hay, lo que no hay es enseñanza y por ahí los padres no pueden hablar porque no saben qué hablar”, reflexiona.
Yulita dice que todo aquello que se exhibe, se habla, se muestra pertenece al campo de la “sexualidad violenta”. “Es la que te muestra Playboy, Private, la del abuso, ahora, la sexualidad amorosa no se puede enseñar, pero hay que mostrar que está, la sexualidad amorosa es creativa, es algo que vas a desarrollar con tu pareja, tu novia, tu esposa”.
—¿Cuál es el origen entonces de las prácticas que se han registrado en adolescentes, sobre filmaciones al momento de tener un contacto sexual por ejemplo?
—Es lo que hacen los adultos, sexualidad violenta. Lacan dice: sobre sexualidad no hay nada escrito, ahora con respecto a qué se refiere, a la sexualidad amorosa. Todo lo que tenés es sexualidad violenta. El sexo amoroso te cura, te hace bien, te revive. Los chicos ni saben, están diciendo que ese sexo oral no es sexo. Es copia de los adultos y hay muchos quebrados, que perdieron todo ideal.
CONTACTO. Yulita cita al biólogo chileno Humberto Maturana y dice que “toda imposición de manos que sea amorosa entre gente que tiene pasión por convivir es curativa”. El amor sana, sostiene.
“Es constitutivo a nosotros el ser felices, alegres, sanos y productivos. Esta es una sociedad que ¿adónde te muestra lo amoroso? Si te prohíben acariciar a la otra persona. Llegamos a estar como los Estados Unidos, donde hay una ley que prohíbe tocar a los chicos, pero ¿qué pasa en las escuelas?, se pegan tiros, se matan. Hoy los docentes no pueden tocar a nadie, el tema del abuso y todo eso, es la sexualidad violenta”, insiste.
—¿Cuál es su idea sobre la muerte?
—La muerte es una mentira, hay un componente de la muerte que es la ausencia, la no presencia, pero nosotros estamos en la unidad, lo que se llama relación. Estamos en un plano cuántico, la muerte es un pliegue de la realidad, cuando funciona el ventilador a determinada velocidad desaparecen las aspas. Con la muerte es parecido, al transformarnos cuánticamente en energía, desaparecemos, pero no desaparecemos en la unidad. Si vos tenés un ser querido que haya fallecido y tenés un problema y necesitas resolverlo, orá, pedile que te resuelva tal problema. Es matemático, que va a aparecer una solución, no lo pensés de otro mundo, está acá, en un plano cuántico energético no particularizado.
Yulita cuenta ahora que su esposa murió en el paso de un día 19 a un día 20. Dice entonces que todos los 19 y 20 de cada mes en su casa ocurren cosas muy especiales. “Lo entendemos como mensajes”, confiesa.
El miedo
“Yo he hecho un descubrimiento y he dado clases planteando que el miedo es un error epistemológico”, dispara Yulita y explica: “La psicología te dice que porque tenés miedo luego disocias. Yo digo que porque disocias, tenés miedo. Todo lo que veas separado de vos, vas a terminar por tenerle miedo”.
El psicólogo ejemplifica: “En un barrio me paran tres gurises, che tío dame la campera que tenés puesta. Y yo: no, vos sabés que es la única campera que tengo, yo vengo a atender a una persona. Cuál es el criterio general: mas van a atacar, me van a robar, les tengo miedo, eso es una proyección del odio. Los tipos me pueden robar, pero yo tengo que reconocer que podría matarlos también. No están separados de mí, ellos tienen más miedo que yo. Creo que a lo único que le tenemos miedo es al amor”.
Yulita piensa ahora en sus miedos, dice primero que teme “que la sociedad no se dé cuenta que hay sociedad porque hay amor, y digo amor con minúsculas, no amor trascendental, ni digo relaciones genitales, digo las formas del amor: la amabilidad, la amistad, el asociarse, ayudarse, el saludarse, el colaborar”.
El psicólogo va un poco más adentro ahora, confiesa que lo angustia lo que piensa, le interrumpe la voz, hasta que por fin lo escribe en un cuaderno con letra clara: “Miedo a morir antes de haber prestado la ayuda suficiente”, dice la hoja que antes estaba en blanco.
Un psicólogo ahí...
ResponderBorrarte pasaste... genial
ResponderBorrarmuy bueno!!!!! lo conoci a yulita, me saco adelante, un iluminado, fue mia terapeuta y en las epocas mas dificiles que fue cuando no tenia trabajo y no tenia que comer, el me ayudo sin nada a cambio , se fue una gran persona con mucha sabiduria y por sobre todas las cosas con un gran amor, gracias pablo!!!!!!!!!!
ResponderBorraryo siempre pregono cuando se da la posibilidad: si es posible enseñar el amor con pablo se fue un gran maestro.
ResponderBorrarJoaquin
Lucas gracias !
ResponderBorrarLeeré sobre Pablo Yulita ahora. muy bueno el post
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