domingo, noviembre 20, 2011

Todos los títulos obvios.




El radicalismo acaba de definir que no tiene retorno del agujero negro de ser el duhaldismo disidente. El planteo de Moreau -hecho luego de la bancarrota electoral de El Hijo De alfonsín- de no jugar tan a la derecha, haciendo lo que llamó "antikirchnerismo bobo" (nosotros, que no somos tan duros, le llamamos Majulización; pero nosotros, o sea yo, me refiero nada más que al periodismo; no al anti K solamente. Ampliaremos) tiene un problema; bastante parecido al dilema que vive la iglesia católica. Moreau, que tiene proporcionalmente inverso el talento para oler la caja tanto como para perder elecciones, no hace ningún planteo ideológico (chicos, es Moureau!) sino que dice lo que quieren escuchar los radicales que gobiernan intendencias o han gobernado provincias; y tira una soga para que la UCR se baje de la tarima donde se suicida: que vuelvan los radicales K. Bien pensado, el planteo Moreau, es extensible a esa fuga de votantes radicales que se fueron al kirchnerismo. En vez de pelear por las fugas hacia la derecha, por ejemplo en votos radicales que huyeron a Macri o al narcoprogresismo, propone, Moreau, que el radicalismo tenga el olfato de Binner. Un detalle; pragmáticos y conservadores populares en el fondo, lo que se llama la "Liga de los intendentes", exceptuando al de Mendoza (que tampoco está muy interesado en ésto) son una caterva de reaccionarios: Mestre y Barletta, corazón, pueden llegar a encontrar, si se toman unos tragos, influencias comunistas en el Obispo Baseotto. La secta católica también tiene un sector modernizante y de avanzada -situado ya en los arrepentimientos de los pecados cometidos en el siglo quince- que propone aggionarse a las nuevas tendencias del siglo como que la tierra no es cuadrada, que además de Europa hay otros continentes, que los siervos de la gleba también son humanos, que torturar ponele pero no da asesinar a judíos, etc; todo con el fin de "sintonizar con la sociedad". Llegaron a tener un Papa y lo asesinaron. Antes estuvo Juan 23.Todo eso es parte del pasado, ahora el multimedios católico está copado por quienes acusan a los otros de locos "por vivir en el siglo catorce". Mazinger, Bergoglio entre nosotros, tienen documentos probatorios de que el siglo trece aún no ha terminado. Los más serios de esos dirigentes políticos (Bergoglio, por ejemplo, que mucho debe al Gallego Álvarez en lo que viene) tienen una  tesis muy inteligente que se puede resumir así: si nosotros aceptamos la revolución francesa de 1789 y otros cambios modernos, como el telégrafo, ¿porqué los pacientes psiquiátricos acudirían a nosotros y no a un pastor evangelista? En cierto sentido, los pacientes sin tratamiento que van a contarle a los curas sus "pecados", obligan a los bebés a comprometerse con un torturado y cogen con sus esposas sólo para procrear; van porque la iglesia se mantiene firme y cerrada contra la conjura de los necios.
Si la iglesia se volviera indie, ¿con qué elemento, por ejemplo, extorsionar a los estados democráticos desde la última teocracia de Europa para que financien la oligarquía católica? Habrá cada vez menos curas, pero el catolicismo tiene cada vez más banqueros.
La UCR vive el mismo dilema.
¿Ser un partido-movimiento, con el decoroso moño de las convenciones, vianditas y juegos de democracia (yo creo que los de La Coordinadora siguen con esos juegos de reglamentaciones sólo por añoranza de sus tiempos, ochentosos he idos, en Franja Morada) o asumirse, como postula El Hijo De alfonsín, Moreau hasta antesdeayer, Sanz, Cobos, Morales, Gil de Lavedra, y toda pero toda la plana de la UCR como un partido de derecha y fuerte cohesión?
El problema es que, en el imaginario de los radicales que gobiernan (igual, Barletta va y cuenta que tuvo 17 reuniones partidarias en Santa Fe ese día, lo dice para que no lo discriminen; pero no es cierto, se pasó casi 11 horas gobernando. Traidor!) flota la imagen de Carrió y su compulsión por la autodestrucción. Un partido de derecha, cohesionado, mesiánico, como el de Carrió, naufraga. En el imaginario de Moreau, está Binner: un gobernador conservador popular (como casi todos los gobernadores; quizás con la excepción de Gioja y algún otro, que son desarrollistas) que disputa sentido con las mayorías. O sea, con el kirchnerismo.
El dilema es complejo, porque se entronca con otros que exceden el marco posible nativo. La crisis de representación situada en el 2001...sí, PERO. Las modificaciones al interior de la clase media sostén social de la UCR, sí....PERO.
Todos los partidos políticos del mundo occidental tienen crisis. En Argentina, las instituciones moldeadas por sus dirigencias políticas (el Partido Integrista de las dictaduras, compuesto por la Iglesia y el Ejército, pero también radicales y peronistas) no obligan a los partidos a tener poder, a diferencia de otros países, como España, EEUU, etc. También a diferencia de Venezuela, Ecuador, Perú. Por eso, entre otras cosas, el kirchnerismo puede asumirse como peronista, sin dar mayores explicaciones sobre los años 90. Ahora, ¿existe el peronismo? Un largo debate. Propio del teatro "independiente". Muchas pretensiones y muchas sobreactuaciones van de la mano. Yo suelo provocar diciendo (bah, a nadie le importa) que el kirchnerismo es el único partido político nacional, básicamente, porque funciona como sistemas de alianzas. Muchos de mis amigos porteños que votaron a la derecha, a Binner, creen que votan otra cosa y sienten un gran disgusto por Insfran o Balestrini. En mis concepciones sobre el mundo, siento mucho disgusto -ideológico, se entiende- con Binner y me agrada Balestrini, mucho más su sobrina y me cae bien Insfran. Eso es para mí la izquierda. Perdón, soy marxista. Y federal.
El punto, volviendo al radicalismo, que genera malestar, es la dirigencia y sus hijos, del radicalismo bonaerense. O sea, del duhaldismo radical.
Quizás estemos entrando en tiempos donde no exista más el sistema de partidos, con sus acuerdos y banelcos; el sistema de partidos moldeado por Alfonsín y la Renovación Peronista (hay que estudiar los años ochenta; los setenta son fáciles: estaba Bonasso y Feinman conduciendo la revolución latinoamericana, y había unos militares malos que trajeron el neoliberalismo con un tal Rodrigo. Los políticos que dominan la escena, se formaron todos, por cuestiones políticas y biológicas, en los años ochenta; en el alfonsinismo o en la Renovación; excepto el elenco, digamos, noventista) y entonces el radicalismo que tiene sentido es el que hace perdurar esa lógica: el que gobierna. Santiago del Estero, Corrientes, Catamarca, Río Negro; por ahí la cosa.
Claro que eso disgusta a los bonaerenses, que viven otra realidad. La de no tener más poder político territorial.
Y de ahí la cuesta abajo. Gran tango. Con un problema. Menciona la palabra humildad. No sé porqué, te juro, me hace tanto ruido esa palabra. ¿Porqué será, che?

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