lunes, diciembre 19, 2011

Drama rural en tres actos


No es un rayo sobre un cielo sereno. Fijate, en España, perdón, fíjese, Doña Clotilde, España. Los indignados, ese movimiento cultural de centroderecha que ayudó al triunfo de la ultraderecha nacional y popular, desplazando a la derecha socialista y obrera. Los indignados sufrían, digamos, psicológicamente: son licenciados de cosas reasí y pero no tienen trabajo de reasí y pero. Hay, gracias al racismo de la crisis un montón de trabajos disponibles. Pero un indignado no puede tomar un trabajo de verdad, quiere un no trabajo, remunerado, basado en su título de cosas reasí y pero no hay, Doña Clotilde. La sociedad del conocimiento es y será una promesa a futuro, corazón.
No es cosa del Primer Mundo, escrito con mayúsculas del original, en Medio Oriente (mayúsculas del occidental), la ultraderecha iba contra los regímenes de derecha por estas mismas razones. Orientados y liderados por la CIA, las dictaduras petroleras salieron a masacrar sus propios éxitos: el petrosaber.
El petrosaber es, Doña Clotilde, lo que constituye, aunque con otros colores (verde de la soja y rojo del boludismo portuario) la fuente del saber en la UBA. Principalmente. La universidad -pública, o sea, pagada por los más pobres al sector social más rico- a la que fue, parasitariamente, Lucas Carrasco, también es depositaria de esto. No se recibió. Ni lo recibirían, en la Universidad Nacional de Entre Ríos. Las nuevas tecnologías (que no son las redes sociales escuetamente, sino, por ejemplo, los avances, sí que dialécticos, en la ingeniería civil, que nos acercan taaaanto que nos hacen más nerviosos y solitarios: los puentes, corazón, tiene un cacho de nuestro deseo) incidieron en ese proceso complejo que recrean un escenario de hipótesis provocadoras, que quizás por el exceso de provocación, el efecto pastiche que le dicen, termina inviabilizando el pensamiento. O quizás, no. Pero la tesis es que la revolución comunicacional (incluye, insistamos, Doña Clotilde, los avances impresionantes en infraestructura: sé lo que le digo, aunque esta postura, dicha sobre lo que rodea al Túnel Sufluvial -una obra de hace 40 años- merezca un tratamiento más sofisticado) los cambios en los términos de intercambio, los avances, impresionantes también, en la producción rural y financiera (ambos muy sofisticados, al día de hoy: contrariamente a lo que se piense al ver un primitivo Biolcatti o un muy básico Eskenazi) la globalización y el posmodernismo, hacen de la Pampa Húmeda un lugar distinto a antaño. De profundización del patrón de acumulación.
Mi humilde opinión, de la no existencia, ya, de una oligarquía litoraleña, para explicar la porteñización extrema del decreto sobre Dorrego, goza de una muy sensata irrelevancia. La discusión intelectual, Doña Clotilde, sigue aferrada a quintas sobre quintos institucionales, pero necesariamente, deberá volver la mirada hacia el temible afuera. El kirchnerismo es el que más entiende esto. Y entonces entramos en un nuevo capítulo de la zaga: Vocación por la Arrogancia, que es discutir, upa, el rol de los intelectuales, dicho así con engolamiento galerita, hoy. De próxima aparición.
Es, esa discusión apasionadamente banal, de suma importancia. Si uno da por sobreentendido que hay una crisis del saber institucional. Y si uno tiene, la psicológica y autocentrada tesis, de que el saber institucional está en crisis. En "el mundo". Qué bien queda decirlo así, por favor!
Doña Clotilde, la crisis financiera, como la llaman en los diarios (esas cosas paraestatales que antes venían con clasificados de putas, es decir, que antes tenían alguna utilidad) es también una crisis del saber institucional. Y esta crisis, la del saber institucional, es una crisis, también, financiera y militar. ¿O no manifiesta una crisis institucional que, mientras avanzan las partituras de la segmentación, especialización y fragmentación del saber institucionalizado, queden menos espacios del mercado, lo real objetivo, para donde operar con esos saberes, para dónde desempeñarse desde un aceptable abanico de valores predominantes de lo social, como justamente, es el salario en lo real objetivo, o sea, en el mercado? Dicho en criollo, Doña Clotilde: si su hijo se recibe de médico quizás no tenga trabajo.
Florencio Sánchez, recuperado por el teatro, comenzó su radicalización política en La República, órgano de prensa dirigido por quien hoy sería un periodista independiente galardonado, Lisandro De La Torre, senador nacional. Norma Morandini, senadora del partido corporativo y candidata fracasada a vicepresidente con la oligarquía, multipremiada (desde que es senadora por las corporaciones, antes nadie le daba demasiada pelota: su momento triunfal fue cuando vino a hacer, con Majul, un 678 ineficaz y burdo como funcionaria de De La Rúa) multipremiada como periodista independiente, puede dar cuenta de eso. Por lo tosco del asunto, por lo menos Lisandro De La Torre tenía talento y leía de corrido, un Luis Majul, perdón pero sencillamente, no.
Florencio Sanchez plasmó la frase Mi Hijo el Dotor  en un "drama rural en tres actos". Era, Florencio Sánchez y su producción, de los tiempos en que existía, todavía, lo rural. Y el drama. Florencio Sánchez era un militante anarquista, periodista, hoy sería considerado un periodista militante. Y hoy tendría las posibilidades tecnológicas para cagarse en la crisis del saber institucional. Tendría, también, seguramente, problemas económicos.
Doña Clotilde, en Vocación la la Arrogancia, conectamos las obsesiones del autor de este blog, que ahora, a lo Maradona, habla en tercera persona. El drama rural en tres actos de haber dicho, hace un tiempo largo ya, que "el campo, no existe". Es que los hombres se someten al poder de la pasión. De haber, audaz e irreverente, pero completamente intrascendente, dicho que la crisis financiera internacional, como la llaman los diarios, era una crisis de origen militar, en la saga, Doña Clotilde, de estremecedoras notitas pegadas en la heladera, dirigida a usted. La insoportabilidad del discurso de la nueva derecha, el osopandismo, y sus conexiones con, por ejemplo, el folclore. Esa música de la República de Palermo. Y los cambios, más institucionales, que hacen a la crisis del saber, en "la cultura y el kirchnerismo". Llegamos, entonces, a la totalización nunca cerrada, la discusión, sencilla, sobre "el rol de los intelectuales" en la síntesis, sumaria en el sentido de juicio injusto, a partir, entonces, de Vocación por la Arrogancia. De próxima, le dije, aparición. Con un anexo prometedor: Cachito, Campeón de Corrientes, con la mirada ácida (viene bien la autopromoción, eh) de un entrerriano dando vueltas en el no-lugar que es la Pampa Húmeda, pero con todas las historias de mujeres y borracheras que son las delicias de mis adversarios, para decirlo con todas las letras de la primera persona del singular, Doña Clotilde.
Probablemente, Florencio Sanchez sería hoy un bet seller, o sea, vendería muchos libros, leídos por Doña Clotilde. Que lee a Felipe Pigna. Y suscitaría la reacción en cadena de Franja Morada. Indignadísimos por esa desfachatez de saber y militar su saber. El joven Luis Alberto hijo de José Luis Romero escribiría unas diatribas llenas de odio en La Nación, edición en papel, la menos leída, pero la validada por la oligarquía. Para la edición electrónica se puede encontrar un lumpen ignorante pero millonario y chanta como Luis Majul. ¿Qué opinarán los pelados de anteojos (o sea, los columnistas de la edición en papel) de las columnas que firma Luis Majul? ¿Elogiarán el odio que desparrama, la falta de ética en el fabular; o privilegiarán que el pobre tiene problemas para expresarse con más de 2.000 palabras? Un dilema que La Nación, el diario que privilegia los negocios sin que se note tanto, resuelve, poniendo al joven hijo de Romero -que trabaja desde hace apenas 65 años como hijo de (perdón por volver a parafrasear a Florencio Sanchez)- en la aburrida edición en papel, donde será leído por unos pocos miles y a Majul, en la online, donde gracias a la burla constante de miles de internautas, será leído por cientos de miles. Desdobla la validez, desdobla y afronta, así, la crisis del saber institucional. Tema de estado, el saber institucional, que en los diarios estatales (como La Nación y Clarín, que se pagan con la plata de los jubilados) se prefiere ignorar, hacer como que no existen. Excepto, La Nación, que ya piensa en nuevos modelos de negocios. Se alejan muchos pasos de, por ejemplo, el canal estatal Telefé, que atrasa, enormente. Telefé denuncia a un pendejo genio y mercenario que armó Cuevana, porque no entiende Telefe, no quiere Telefé o no sabe Telefé, que es Google, el Magnetto del mundo, quien les está mojando la oreja.

Las economías dolarizadas, como la nuestra, que sufrieron colapsos revirtieron esos ciclos de endeudamiento. Hoy, la crisis, la tiene el dólar. A eso se refiere, también, entre otras cosas, la reversión de
los términos de intercambio. Fenómeno que dista de estar lejano a la crisis del saber institucional. Aunque encontrar relaciones entre ambos fenómenos no sea adecuado a "los tiempos que corren". Los tiempos que, parece, nos corren.
Eso es todo, señores, buenas noches.
Felices fiestas, por si no nos vemos.

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