miércoles, agosto 20, 2014

Historia de la Oligarquía con drama y humor.

(Publicado el 6/12/2011; este artículo sobre la fundación de Instituto de Revisionismo Histórico Manuel Dorrego; viene a cuento de la efeméride del día: el nacimiento de Pepe Rosa. pero, en realidad, lo republico, tal cual -en ese entonces, yo era kirchnerista y el 54% había votado la reelección de Cristina- porque lamentablemente, la narrativa que siguió el gobierno fue tal como acá me temía. En fin...)





Dan ganas de defender a los revisores, ahora acobardados, con el menemista Pacho O`Donell, explicando en Perfil, casi pidiendo disculpas, que su vida de oportunista no alcanza para....ir contra Dorrego. Exquisito. No llega al punto, acobardado, de decir que su vida de oportunista debe separarse de su, ejem, obra. Es divertido. Porque el menemista pide disculpas a su clase, a sus amigos, a la gente respetable por esta travesura de adulto envejecido. El menemista nota que nadie lo defiende, que tener tantos amigos y ningún adversario serio, es un buen negocio, excepto cuando las papas queman.
Pero los señoritos (todos los que intervienen en la polémica son porteños, hombres, propietarios y...TODOS SE CREEN VÍCTIMAS SILENCIADAS) que se ofenden porque les tocan a Mitre, a Roca, a sus estatuitas, son más divertidos. Bah, aburridos, son todos. Pero está bueno ver cómo los campos se dividen entre los conjuntos preexistentes. Se debate el oportunismo. La creación de institutos que arriban a recién llegados, pero que estaban en las puertas, esperando su condecoración. De notorios revisores. Está bien que así sea. Los que les piden credenciales pasan por alto que al menemista, las credenciales les sobran, y sin embargo, es un artefacto de feria. Son mucho más serios la mayoría de los revisores, puestos detrás y a las órdenes del menemista, que los que les piden credenciales.
Si la polémica sigue -y todo parece indicar, por la derrota de la derecha y en la medida en que el gobierno no tome decisiones significativas, seguirá este debate- quizás se llegue al punto. Que, podría ser, Peronismo y Revisionismo; como modo de abordar el punto real: el menemismo sí fue un peronismo, con lo cual, el menemismo puede volver, de la mano del peronismo.
A Fermín Chávez, José María Rosa, como extensión de los sí que distintos pero familiares hermano Irazusta o Ibarguren; les pasaba lo mismo que al calumniado Saldías. Se ofendían cuando, por derecha, los trataban de traidores a la belleza de élite, y por izquierda, de entregadores de la belleza popular.
Los Irazusta y Rosa, vivieron casi los mismos tiempos en Paraná, como ciudad de exilio. Después, con el peronismo, recalaría Fermín Chávez.
Las oligarquías litoraleñas, enfrentadas a la oligarquía porteña, tenían su relato. En formaciones conservadoras, oligárquicas, pero antiporteñas. El devenir de José María Rosa en el partido demócrata progresista -que hoy integra el frente de Hermes Binner- enfrentado (por derecha) al sector de Lisandro De La Torre graficaba dos posiciones existentes ( y al interiorsus relaciones de fuerza) cuyo punto de condensación era la disputa en torno a Rosas.
Cuando el instituto Rosas, formado por Pepe Rosa, ascendía, Lisandro De La Torre escribe un ensayo durísimo contra Rosas, publicado con otros ensayos de radicales antipersonalistas. Enfrentados a Yrigoyen quien, a pesar de Manuel Galvez, trataba de ocultar sus líneas de parentezco con Rosas y, hay quienes dicen, su admiración. Pepe Rosa defendía, se sabe, fuertemente, a Rosas. Desde Paraná, donde llegó expulsado por la gente de Lisandro De La Torre, de la otra orilla del río, Paraná. El gobierno radical, antipersonalista, de Entre Ríos, le daba refugio. Las cosas, como se ve, estaban mezcladas. Lisandro De La Torre proseguía su lucha contra el puerto, defendido por las oligarquía litoraleñas. Entre medios y fines, había una distancia, que le costó la vida al demócrata progresista, siempre conservador.
Había, en el país, todavía aires de enfrentamiento entre los dos proyectos que seguían vigentes. La oligarquía portuaria versus la oligarquía litoraleña. Los dos proyectos que Rosas no pudo, dramáticamente, conciliar. Le costó la batalla de Caseros.
Hoy, sólo uno de esos proyectos politicos, económicos, sociales, sigue con vida y en pie: el de la oligarquía portuaria. Por eso, la discusión entre porteños se da desde las páginas de La Nación (vende 300 ejemplares en Paraná) a las de Tiempo Argentino (no llega) o Miradas Al Sur (nunca llegó). Y no hay, por suerte, desproporción entre medios y fines. Quizás, por la figura nebulosa del menemista.
Puede, si tuviera pelotas y fuera una persona digna, el menemista, defenderse, con gracia y soltura, recordando que ningún gobierno hizo más por la memoria de Juan Manuel que el de Menem. Y meterse en el debate serio, profundo, el que no interesa a oportunistas ni impugnadores. Por eso de cuidar los medios en relación a los fines.
El Colorado Ramos, el más valioso de los pensadores que los revisores, obviamente, obviarán (por eso de los medios y los fines) tenía una posición sólida para explicar su alianza con el menemismo. Esa explicación sólida no la tenían Chávez y Rosa para explicar su peronismo, pero no les interesaba. Cuando le planteaban lo de los nombres de los ferrocarriles, se reían. Su proyecto político nunca fue antioligárquico, al contrario. Fue federal. La potencia de ese federalismo residía en integrar, como proyecto económico pero entonces político, a todo el país. Conducido, por sus oligarquías provinciales. Las que hacían la guerra. Las que estetizaban levantamientos montoneros, como el de López Jordán. O el de Facundo.
Los avatares de las cosas nos llevan a la imagen, torpe y de equívocos profundos, setentista. Pepe Rosa, embajador del integrismo asesino paraguayo, cercano a Montoneros, desde ese integrismo. Cuando Perón aún mantenía lazos. Cuando Montoneros cantaba que Ramos y la CIA eran la misma porquería.
Nos llevan ahí, para retroceder. El espíritu nacionalista -el de Ibarguren, los Irazusta, Rosa y Fermín- tenía ya en sus aires ese germanismo que también campeaba en el ejército -el de Perón, el del decisivo Mercante-  y que operó de divisoria de aguas en los años 40, cuando el radicalismo (y sus parientes pobres del demoprogresismo y el socialismo pinedista) había agotado su capacidad de expresar dicotomías profundas, hasta la llegada del peronismo.
Tenemos, entonces, que los cambios en el presente, su espíritu de reorganizar las disputas, establecen nuevas divisorias de aguas en el campo de la historia.
La figura de Juan Manuel de Rosas ya tenía agotado su arsenal revulsivo, sólo los trasnochados de La Nación (la decadencia de Grondona, para ser exactos) agitaban su fantasma para unir a Rosas con Perón y con Kirchner, y pedir un nuevo Caseros, o Libertadora, ahora Pacto de la Moncloa, sin vencedores ni vencidos. Pero en Página 12 ya no importaba ni esa polémica ni la de Perón. El otro que dejó de ser revulsivo. Por esos asuntos oscuros de los años setenta. Y por Menem.
Los cambios profundos que operó el menemismo, como continuidad del peor costado de Perón, se pasan, convenientemente, por alto. Por un lado, porque el menemista es jefe decretado de los revisores. Del otro, porque Menem fue así de raro: hizo más por la memoria de Rosas que ningún gobierno anterior ni posterior, pero fuera de eso, les caía tan bien a la derecha integrista y preconciliar su proyecto económico y político...
Por esa pasión gritona por lo fugaz (lo dice un miembro de La Cámpora, exaltación de Cámpora, nuestro Dorrego de ocasión) el instituto se llama Dorrego, no Rosas. Pero a nadie escapa que estamos hablando de Rosas. Y que estamos hablando de Perón. Y que si hablamos de Rosas y de Perón, no hablamos, precisamente, de una historia antioligárquica.
Fue Perón quien estableció un proyecto, el primero en la historia nacional, que se ejecutó por fuera de la disputa entre las oligarquías portuarias y litoraleñas. El norte argentino conoce de ésto. El precio de ese peronismo fue la exaltación de las oligarquías norteñas (ver la fundación del peronismo en Salta, Tucumán y Jujuy, por ejemplo) y los caprichos de Perón con los nombres de los ferrocarriles, concesión a los portuarios. Hubo concesiones más oscuras a la oligarquía litoraleña (la más pequeña en esa disputa): los discursos de Astrada, desde los más memorablemente olvidables -como el Congreso de filosofía escolástica de 1949- hasta las clases impartidas. La oligarquía litoraleña era la iglesia católica, mis amores. La palabra "concesiones" tiene mala prensa, producto de tantos años sin democracia. La palabra concesiones tiene más líneas de continuidad con la palabra política, que con la palabra traición, pero bue, lo que siempre pasa: cuando se habla de política (en historia argentina, cuando se habla de peronismo) los ortodoxos saltan a la yugular. En defensa de la ortodoxia del Perón que se inventaron o de la ortodoxia, no menos autoinventada, de la impugnación antiperonista canónica.
El menemista preside un decreto de gente prestigiosa, enlodada al pedo (medios y fines) por la presidencia patética del menemista. El menemista es un problema. Porque la tarea es comprarse lo que dice Mariano Grondona y antagonizarlo de sentido. Esto es, que con la coartada de Dorrego, unimos a Rozas con San Martín y con Perón con algunos caudillos malditos, para unificar, en felicidad, a Ramos y a Rosa. Una disputa que ya no puede generar sentido. La disputa que genera sentido es la de kirchnerismo y anti kirchnerismo. Por suerte, el menemista le baja el precio al menemismo, y entonces todos podemos hacer como que discutimos sobre...Dorrego!
¿A quién carajo le importa, seamos serios, Dorrego? A nadie, no hay con quién discutir.
Excepto, costados originales, como el de Feinamn en La Sangre Derramada, sobre lo que sucede cuando las élites cultas (la generación del 37) se separan de lo popular (Dorrego, o Rosas). Cosa que hoy, en el kirchnerismo, no sucede. El decreto que preside el menemista y el debate que suscitó (sobre la naturaleza del kirchnerismo) lo muestra.
¿Porqué no tomarse la molestia de revisar el menemismo y su relación de amor con Rosas?
La respuesta a esto es una hipótesis que va a hacer enojar a todos mis amigos. No la digo, sólo la formulo. ¿Porqué no se aceptan los aportes del menemismo a la memoria rosista? Porque nadie quiere formularse un par de preguntas sobre el presente, quizás.
El liberalismo ya no está en discusión, porque la oligarquía litoraleña -hecha mierda por el primer peronismo y enterrada por...el menemismo- que expresaba el antiliberalismo, ya no tiene proyecto político. Queda la oligarquía portuaria y, enfrente, vacilando dirían los que están más a la izquierda pero entienden (se extraña, por eso, al Colorado Ramos) o haciendo política, concediendo, diría yo, en el kirchnerismo, esa familia cultural.
El kirchnerismo. Que cuando logra organizar un proyecto superador de la dicotomía de oligarquía diversificada versus los ultramontanos, para juntarlos a estos dos sectores enfrente, es acusado de autoritario. Lo mismo le decían a Perón. Y a Yrigoyen. Pero no se lo decían por los nombres de los ferrocarriles o por las intervenciones federales. Por eso, Manuel Galvez, Fermín o Pepe Rosa, se reían.
Tanto como los del FMI se reían de esas extravagancias, exactamente antagónicas a Perón, de Menem con traer a Rozas o crear el Peso convertible con la cara de Juan Manuel. Travesuras, ironías, cacareos.
La historia está llena de esos caprichos que joden a los organizadores de conjuntos limpitos, claros y adversibles tanto como reversibles.
De esas ironías se compone que el decreto que preside el menemista (¿o preside algo más que un decreto?) caiga justo en el momento en que se discute cuál es el rumbo nuevo.
Perdón a Salvador Ferla por parafrasearlo, pero...kirchneristas? kirchneristas hoy, somos todos!

1 comentario:

  1. Tremendo post, Lucas. Vas a conseguir muchos nuevos amiguitos, seguro.
    Te agrego un detalle: en los noventa le hice un reportaje a Fermín Chávez (no me acuerdo por qué) que salió publicado en Río Negro. Un depto modesto, lleno de libros, claro e imágenes religiosas y/peronistas. El eje de la entrevista fue "Menem no es peronista". No aceptó ningún cargo del entregista (a diferencia de Ramos y Rosa). Me pareció digno.

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