Hank se sienta en la computadora y desgarra intimidades. Después y como si nada, lo borra. Hank se manda cagadas. Hank tiene muchos aciertos políticos. Hank escribe bien, aunque está un poco loco. Hank lidera lo que luego va a destruir. Hank no es Hank Soriano, sino una cosa parecida a Bukowski. Al Hank de Bukowski. Hank Soriano, quiero decir, es también el personaje que inventamos, un poco yo, un poco varios amigos, bastante muchos adversarios. Hank Soriano es un personaje ideado por la cabeza publicitaria de Hank Soriano, pero que se le escapó de las manos, como un pájaro azul, que remonta vuelo y se pierde en las inmensidades de la duda.
Pájaro azul
Hay un pájaro azul en mi corazón que
quiere salir
pero soy duro con él,
le digo quédate ahí dentro, no voy
a permitir que nadie
te vea.
Hay un pájaro azul en mi corazón que
quiere salir
pero soy duro con él,
le digo quédate ahí dentro, no voy
a permitir que nadie
te vea.
Hay un pájaro azul en mi corazón que
quiere salir
pero yo le echo whisky encima y me trago
el humo de los cigarrillos,
y las putas y los camareros
y los dependientes de ultramarinos
nunca se dan cuenta
de que esté ahí dentro.
quiere salir
pero yo le echo whisky encima y me trago
el humo de los cigarrillos,
y las putas y los camareros
y los dependientes de ultramarinos
nunca se dan cuenta
de que esté ahí dentro.
Hay un pájaro azul en mi corazón que
quiere salir
pero soy duro con él,
le digo quédate ahí abajo, ¿es que quieres
hacerme un lío?
¿es que quieres joder
mis obras?
¿es que quieres que se hundan las ventas de mis libros
en Europa?
quiere salir
pero soy duro con él,
le digo quédate ahí abajo, ¿es que quieres
hacerme un lío?
¿es que quieres joder
mis obras?
¿es que quieres que se hundan las ventas de mis libros
en Europa?
Hay un pájaro azul en mi corazón
que quiere salir
pero soy demasiado listo, sólo le dejo salir
a veces por la noche
cuando todo el mundo duerme.
le digo ya sé que estás ahí,
no te pongas
triste.
que quiere salir
pero soy demasiado listo, sólo le dejo salir
a veces por la noche
cuando todo el mundo duerme.
le digo ya sé que estás ahí,
no te pongas
triste.
Luego lo vuelvo a introducir,
y él canta un poquito
ahí dentro, no le he dejado
morir del todo
y dormimos juntos
así
con nuestro
pacto secreto
y es tan tierno como
para hacer llorar
a un hombre, pero yo no
lloro,
¿lloras tú?
Charles Bukowski.
Cuando era más higienista -Hank sirve, aunque para mí cualquier ocasión es buena, Hank sirve también para hablar de mí. Hank sirve porque una parte de Hank somos nosotros y porque una parte de Hank es nuestra demagogia y la otra parte es nuestra ruptura, las rupturas que no nos animamos a hacer- y quería moralizar el mundo pensaba que todos teníamos ese pájaro azul. Que algunos, los más valientes, los artistas, lo liberaban. Hoy, no sé. Hoy se menos que cuando tenía 20 años. Sobre estas cosas. Sobre otras cosas, leí más libros, amé mas mujeres, viajé más lugares, dormí y me durmieron durante muchos años más. Tengo 33. Cumplo en un mes, 34. Como Hank.
En el barco de la edad vamos juntos. Y también. Cuando tiraron todo por la borda, de paso nos tiraron a nosotros. Y compartimos salvavidas y naufragio. Pero también cuando tiraron la casa por la ventana nos tiraron, de paso, a nosotros. Pero siempre nos cagamos de risa. Porque también nos tiraron tanto la goma.
Hay un pacto secreto en esa vida de alcantarilla que, de pronto, se calza una corbata.
El pájaro azul te da una inmensa verguenza. Lleva en carretilla y a contramano los escombros de la culpa. Para una obra en demolición. Para una metáfora mala. Para intentar e intentar decir eso indecible la puta madre, ese dolor tan allá adentro, tan lejos, el pájaro azul.
A veces pienso que el pájaro azul nos toma el pelo. O sea, yo quisiera ahorcar el pájaro, vivir una vida apacible, olvidarme, volver a empezar, mudarme, a otro planeta, llevarme el cielo y los recuerdos que valen la pena. En una valija. El resto de la vida que se pierda en ninguna parte arriba de los vagones del tren para cartoneros. Soy ese baldío en pleno centro. Guardián de éticas que no practico, señalador de miserabilidades ajenas sin contar jamás de los jamases porqué mis dardos son tan efectivos. Porqué puedo herir con tanta facilidad. Sin que nadie se entere. Sin que nadie lo sepa. Pájaro azul, nosotros, sabemos, pájaro azul, sabemos porque somos peores. Pero no quiero hablar del pájaro azul que compartimos con Hank. Creo que, bah, no se si lo creo, me parece ahora, qué se yo. A veces pienso que el pájaro azul me toma el pelo.
El poco pelo que me queda.
A veces, también se me ocurre, bueno, se me ocurren tantas cosas, pero, a veces, pienso que esa narrativa que se aloja en los hoteles de la culpa, en esos hoteluchos que tenemos dentro del alma, como al costado de la larga ruta nocturna en donde transcurrimos la vida, que en esos hoteles quedan cosas, guardadas, olvidadas, y se apaga, en la ventana del hotel, la luz a la distancia. Y sin embargo. Siguen ahí. En la oscuridad. Haciendo vaya uno a saber qué, pero siguen ahí. A veces se me ocurre que esa narrativa es falsa, que me poblé, como la panamericana, de hoteles de cuarta, de cuartos de culpa, y que en realidad el trayecto estuvo empujado, conducido por fuerzas que ni ahora logro entender. Y que no fui yo el que jodía, sino que me jodieron. Me tomaron el pelo. Que los signos, la balaustrada en la cabeza, de la edad, marcan esas marcas, como juegos de palabras, solamente, me da mucha desesperanza ya no confiar en las palabras. Necesito volver a herirme para retomar la confianza en las palabras. ¿O no son, acaso, las palabras las que hieren? Un te quiero a la hora del té, un te amo dicho en la brisa, un adiós en la terraza, un lamento de querer dejar de recordar garantiza la fuerza inconmensurable del lamento y qué carajo es en el fondo pero también en la superficie el recuerdo que se quiere olvidar sino una pila de palabras dichas o hartamente dichas en el lugar correcto y en el preciso momento donde los tribunales de todo el mundo van a juzgar delitos y pasar por el filtro de la indiferencia las palabras dichas que tanto me duele, Pájaro azul. Volverse a herir. Saberse uno provocador de esas heridas que van, con los años, haciéndote duro, haciéndote calvo, haciéndote un poco pelotudo.
Me cansa mi demagogia, mi histeria, mi falta de precisión. Mi incapacidad para definir las palabras. Los juegos que hago. Lo que me harto. Volver a herirse para recordar que lo que más nos hiere son las palabras. Y volver, así, a creer en las palabras. En las esquinas, en las borracheras, en las discusiones, en las noches que pasé con Hank. En las esquinas donde esperamos el repartidor de ciclotimias que ya estaba preso, en las discusiones sobre minas que vos te cogiste y yo me cogí, en las noches tontas y mansas donde nunca pasaba nada pero yo podía sentarme en la banquina, con vos, con Hank, y el tiempo se escurría menos, y la vida tenía más sentido. Porque con Hank sabemos lo del pájaro azul, la inconmensurable estupidez de los días, del amanecer, del cielo, del viento, de la poesía. Nosotros, Hank, compartimos algo: nosotros hemos hecho papelones, nosotros hemos fracasado perdiendo hasta la dignidad, nosotros no tenemos un mango, nosotros pegamos tres billetes y pagamos la mesa, nosotros tenemos amigos que nos bancan a muerte, nosotros somos muy hijos de puta, nosotros en cambio, en nuestros parámetros de comisarías, trabajos mal pagos, trompadas de maridos, enamoramientos frustrados de travestis que ya cambiaron de orientación sexual, libros de saldo que en la facultad ya leyeron, eterna mala fama de tipos que andan armados con el 38 de la desesperación, nosotros, chicos tiernos de velorio, sensibles hasta la imbecilidad, cínicos hasta el colmo de la violencia verbal, caraduras, colados en esta fiesta, prestigiosos chantas que tememos lo que deseamos: bueno, sí, deschaven nuestro estilo de vida, cuenten todo, y qué. Pequeños impostores en la fiesta de la clase media. Haraganes de la concha de la lora. Grandes valores de nuestros barrios. Nos adoran los obreros de la infancia, sienten orgullo de nosotros los albañiles, los ferroviaros, los camioneros, las sirvientas, los municipales, las putas, los changarines que se ganan el mango, los policías. Los amigos de nuestro barrio. De nuestra infancia. Nos admiran. Nos quieren. Saben que somos cobardes, mentirosos, chapuceros, pero capaces de cruzar el mundo a nado para ir a salvar a un amigo. Nos odian los abogados, los médicos, los escribanos,los productores rurales, los dueños de la sartén, los dueños del mango. Nos junan arrastrados por tres pesos. Y nosotros, agachando la cabeza, vamos detrás del porvenir. Y sobrevivir. Somos expertos en cocinar arroz y fideos, en gastarnos el aguinaldo del planeta en una noche, en sentarnos en el banco de un parque a planificar quién puede pagarnos un porrón. Hank, estoy nervioso. Colgando de la cuerda. Bah, no, nerviosos están los ejecutivos de las multinacionales, yo estoy enojado. Y me siento a escribir. Y cuando me enojo me pongo así. Así de pajero. A veces me da miedo, Hank, qué será de nosotros. Metidos en un mundo ajeno. Haciendo la cola en la fila equivocada. Crédulos, soñadores, violentamente leales a ideales que nos hicieron conocernos. Pensalo. Ya nos hemos reído mucho. De esas cosas. Cuando la fiesta termina. Nosotros cagados de hambre porque nos da verguenza agarrar esa comida que no conocemos, que nunca cocinó tu vieja, en Santos Lugares donde soñó los poemas de la vida que no pudo hacer, que nunca cocinó mi vieja, enferma y luchadora, allá en Paraná. Nosotros cagados de hambre, apartándonos al rincón, sabiendo que somos pibes de barrio, que nos queda grande, que siempre andamos peleando para llevar algo al barrio, que nos vamos, boludamente, resignando, a esta vida de mensualidades a casas ajenas, de puchos que le robamos a la mesa de al lado, de lo que parecen frustraciones, fracasos, perdiciones y son para nosotros, ja, la fiesta, el corso, la vida, la larga risa de todos estos años.
Gracias, Hank, por haberme pedido que te haga el prólogo para tu libro. Quería decirte que me siento orgulloso. De que me hayas elegido. Que muchas veces siento que esta pena vale la pena. Ojalá, contra las burlas, contra los miedos, contra las tentaciones del éxito, dejemos volar libremento al pájaro azul en el cielo de nuestras almas oscuras.
Genial. Genial de genio. Y me quedo con esto: "A veces me da miedo, Hank, qué será de nosotros. Metidos en un mundo ajeno. Haciendo la cola en la fila equivocada. Crédulos, soñadores, violentamente leales a ideales que nos hicieron conocernos. Pensalo."
ResponderBorrarLa puta Carrasco, con que huevos pagas el precio de estar vivo! Emociona.Y tiene razón Jarma, lo decis muy lindo.
ResponderBorrarUn poco puto, pero muy lindo che.
ResponderBorrarSaludos!
Juan C.
Tan bello como triste...
ResponderBorrarhabla el alma y llora el corazón....
Acaso eso...no es vivir?
Felicitaciones!!! Me has conmovido!!! Infinitas gracias!!!