martes, enero 17, 2012

La vetocracia de Macri


Según un ex legislador de un partido opositor al intendente Macri, desde el poder ejecutivo del municipio del puerto se vetaron la friolera de 85 leyes. Es demasiado. Deberían, quizás, los concejales, ser más serios en su trabajo. Habla muy mal de los concejales que Macri tenga que vetar 85 leyes.
Según el diario antirepublicano La Nación, esas 85 leyes se encargan de repartir los dineros públicos, en tanto el poder ejecutivo municipal, se encarga de pagar los costos de juntar esos dineros públicos. Muy lindo todo. Pero no funciona así la democracia, ni la república, y es tan harto evidente la demagogia de los concejales -que con cuatro punteros, dos abogados, todos especialistas en crear partidos políticos, legislan grandilocuentemente sobre toooooooooooooooooooooooooooddddddos los temas sin tomarse, por supuesto, la molestia de entender del asunto: chicos, háganse blogueros K, pero dejen de gastar el presupuesto público para opinar livianamente sobre toooooooooooooooooddddddddddddddoooooooossssssss los temas- tan evidente es el asunto que hasta los concejales del PRO votan esas leyes, que total.
Los cogobi
ernos no están contemplados, ni siquiera en la constitución porteña (la más conservadora del país, hecha por un gran penalista, el ex juez de la dictadura Raúl Zaffaroni, en representación de un fugaz partido que ya no existe, que murió junto con los 50 asesinatos que provocó) y las minorías partidarias dentro del partido de gobierno deberían ganar las elecciones antes de pretender gobernar. La autonomía de los concejos deliberantes (el concejo deliberante más caro del país, jaja) es una construcción ideológica que puede funcionar muy bien en las febriles imaginaciones de los periodistas, pero en la realidad, no. Por suerte.
Que los partidos opositores hagan circo en el concejo deliberante está dentro de la norma de las cosas, nadie total los toma muy en serio. Pero que hasta las minorías del partido vecinal que lidera Macri le mojen la oreja, naaaa, eso ya es mucho. Zaffaroni, quizás por su propensión a cambiar de partido político cuando cambian las encuestas, previó no respetar la voluntad popular así que Macri no puede ser reelecto, como seguramente sería la decisión soberana de los ciudadanos (no los que trabajan, que votan en el conurbano) del puerto, pues ven un reflejo cultural de sí mismos en el analfabeto funcional, pero millonario y bien tilingo, del señor Macri. Y además, con los propuestólogos, debatidores de cable, que se le oponen, uh, sí, Macri podría gobernar con tranquilidad unos 20 años más. Este incentivo constitucional para la formación y destrucción de partidos vecinales, tiene mucho que ver en la demagogia recurrente de los sistemas legislativos. Generalmente, donde hay reelección indefinida -respeto a la voluntad popular, por encima de la demagogia punitiva en los sistemas políticos que plantean las élites individualistas, como Zaffaroni- los concejales no suelen tirar manteca al techo de la imaginación y escribir que hay que financiar tal empresa, hacer un centro cultural allá, bajar los impuestos, subsidiar peluquerías, poner nuevo nombre a la luna, indignarse porque en la tele no hay gordos, hacer gratis los servicios públicos, repudiar la invasión de indochina, declarar ciudadano ilustre a Zulma Lobato, exigir que los yogures de frutilla traigan también mandarina, en fin, gente que sabe sobre muchos temas y sino, se asesora o crea una comisión o un registro. Ajá.
Pero si algo sale mal, es culpa de Macri. O de Ibarra. O de Telerman. O de De La Rúa. Por falta de "controles".
Claro que sí, señores.



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